"He posado mis ojos sobre la muralla de la dulce Babilonia, que es una calzada para carruajes, y la estatua de Zeus de los alfeos, y los jardines colgantes, y el Coloso del Sol, y la enorme obra de las altas Pirámides, y la vasta tumba de Mausolo; pero cuando vi la casa de Artemisa, allí encaramada en las nubes, esos otros mármoles perdieron su brillo, y dije: aparte de desde el Olimpo, el Sol nunca pareció jamás tan grande"
Tal era la fama del templo, centro de peregrinación de adoradores y viajeros, que un pastor llamado Eróstrato decidió trasladar la fama del propio templo a su persona de la forma más deleznable posible, destruyéndolo mediante un incendio por él provocado. Artajerjes, antes de ordenar su muerte, sometió a tortura al pastor para saber las motivaciones de tan vil acto y sólo así llegó a saber que el único fin que buscaba con destruir el templo era dejar su nombre en la memoria de todos, que el eco de su nombre quedara para la posteridad incluso después de muerto. Ante estas intenciones se intentó borrar su nombre de la historia, se prohibió incluso bajo pena de muerte el dar noticia de su persona, y sin embargo este logró finalmente su propósito y su eco en la historia, el mismo que el de magnicidas y otros sujetos que son capaces de cualquier cosas por sus cinco minutos de gloria, ha perdurado hasta hoy. En nuestros días, bajo el nombre de Complejo de Eróstrato se define el trastorno de intentar sobresalir a toda costa. En sus formas más livianas parece que hoy casi nadie está a salvo del mismo, en un mundo este en el que todos exponemos tan alegremente parte de nuestra intimidad por un simple "like" en la red. Y así, Eróstrato, 2500 años después, tal y como él deseaba cuando prendía fuego al templo, no deja de ser un personaje de absoluta actualidad.
En la fotografía puede verse una reproducción reducida del Templo de Artemisa construida en época moderna en Estambul.
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Miniaturk_009.jpg
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