Nunca se sabe qué efectos puede provocar en la sociedad una película de gran éxito, qué cambiará en la forma de vestir, en la de hablar o en la de comportarse de aquellos que la vieron. Si la película es tan reverenciada como cada una de las que componen la trilogía de “El Padrino” todo puede ocurrir.
Según se cuenta, la mafia puso muchas objeciones a que se llevara a la pantalla la historia que Mario Puzo había escrito y que había resultado todo un bestseller, de hecho una de sus imposiciones fue que en el transcurso de las tres películas no se mentara el nombre de “Mafia”, lo que no se esperaban es que la trilogía de Francis Ford Coppola fuera a tener un efecto beneficioso para la organización. Cuando las películas fueron asimiladas por el gran público dio lugar a que entre los sociólogos se hablara de una curiosa novedad: “El efecto El Padrino”, y es que las películas recogían multitud de antiguas tradiciones de la mafia que poco a poco se habían ido perdiendo y que volvieron a ponerse de moda entre los estratos más bajos de las organizaciones. Los capos se sorprendían gratamente cuando observaban que sus jóvenes “soldati” volvían a llamarles de “Don” y que no sentían ningún reparo en acercárseles y besarles la mano en muestra de respeto, e incluso amoldaban su vocabulario al de la película, resultando que a partir de las mismas el matar a alguien con un disparo en el ojo se convirtió en “El especial Moe Greene”. Lo que no sabemos es si los capos se aficionaron también a tener gatos entre sus brazos mientras hacían ofertas... imposibles de rechazar.
Imagen: La fotografía ha sido tomada de Flickr donde figura con licencia (CC BY 2.0). Se enlaza la fuente original:
https://www.flickr.com/photos/kodisto/38537781720/in/photostream/
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