El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte,
El Caballero de la Triste Figura
La carta de este Don Quijote enamorado aparece en el primer tomo de sus aventuras y para ilustrarlo hemos elegido el óleo "Don Quijote y Sancho", un cuadro del pintor, caricaturista y grabador francés Honoré Daumier que tuvo fijación por la obra de Cervantes; nada menos que 29 pinturas y 41 dibujos dedicó al desfacedor de entuertos más famoso de La Mancha. Daumier, no tuvo mucho reconocimiento en vida, de hecho, más allá del recibido de Delacroix, Corot o Millet, era un pintor incomprendido y casi desconocido, puede que por ello Daumier se sintiera reflejado en nuestro Hidalgo al que consideraba un marginado idealista. Sus obras muchas veces parecen inacabadas, simplemente abocetadas; de hecho este Quijote suyo ni tan siquiera tiene rostro, podría ser cualquiera, el mismo incluso y se muestra, a pesar de su gallarda pose, enflaquecido en extremo, al igual que su caballo Rocinante, tanto que parecen estar deformados, como si de una caricatura se tratase, género al que Daumier dedicó muchos trabajos. Sancho Panza, en ese mismo terreno de la indefinición, es solo una pequeña sombra en el horizonte. La obra data de 1868 y se expone en la Neue Pinakothek de Munich.
"Tiene que ser optimista. Eso es. ¿Por qué vale la pena vivir? Esa es una buena pregunta. Mmmm. Bueno, hay ciertas cosas que creo que hacen que valga la pena. Eh, ¿Cómo cuáles? Pues, por mi parte… mmm, yo podría decir que Groucho Marx… por nombrar a alguien y ehmm... Jimmy Connors, y ehmm... el segundo movimiento de la Sinfonía Júpiter… y pufff Louis Armstrong y su grabación de “Potato Head Blues”… y algunas películas suecas, claro… "La educación sentimental” de Flaubert, ehmm... Marlon Brando, Frank Sinatra, esas increíbles manzanas y peras de Cézanne… los mariscos de Sam Wo’s… El rostro de Tracy..."
Monólogo de Woody Allen en su película Manhattan (1979), allí aparece su personaje, Isaac Davis, un creador de chistes para la televisión que en plena crisis existencial, tendido en el sofá micrófono en mano, le habla a su grabadora de las cosas que le maravillan en el mundo, aquellas por las que merece la pena vivir y descubre que entre ellas, sin lugar a dudas está Tracy (Mariel Hemingway).
En la imagen aparece la escultura de Woody Allen que la ciudad de Oviedo dedicó al cineasta.
Ahora que no hace mucho hemos podido disfrutar de la serie "Arde Madrid" en la que se relatan las correrías de la indomable Ava Gardner por la capital de España, puede ser buen momento para recordar una de las anécdotas más famosas del matrimonio de Ava con Frank Sinatra. No cabe duda de que la pareja es una de las más glamourosas de la historia del cine, pero no deja de llamar la atención que la morenaza más guapa de Hollywood hubiese caído rendida en los brazos de un alfeñique como Sinatra, por muy bien que le cantase al oído baladitas irresistibles, a no ser claro, que Sinatra, más allá de otras virtudes, escondiese algún as en la "manga" (por decirlo de manera elegante) que tentase al "animal más bello del mundo".
Eso parece desprenderse de la conversación que tuvo Ava con unos amigos durante el rodaje de la película "Mogambo" (1953). Durante uno de los descansos de la película, su director, el así mismo ingobernable John Ford, intentó dejarla fuera de juego delante del gobernador británico de Uganda y sin anestesia le preguntó la razón de que una mujer como ella se hubiese casado (la boda era reciente) con Sinatra, un hombre de apenas 50 kilos, dando a entender que ella era demasiado barco para tan poco marinero. Ava, que era capaz de hablar peor que un camionero después de toda una noche de juerga, no se amilanó un ápice y con el tono de una perfecta dama y supongo que estirando el cuello le dio una respuesta definitiva: "3 kilos son de Frankie y 47 de pijo". Y sí, yo también pienso que seguro que no fue "pijo" la palabra que utilizó.
Y es que el bueno de Sinatra tenía fama de estar bien calzado en lo que en "El señor de los anillos" se llamaría "la tierra media". Con ese "pasaporte", no es de extrañar que Ava disfrutara orgullosamente ajustándole con cariño la "pajarita" a Sinatra mientras le susurraba al oído aquello del "Fly me to the moon", una de las canciones más famosas del chico de ojos azules.
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Por mucho que resulte el más claro antecedente de los "Aliens" o los "Predators" de hoy en día y de resultar un monstruo ya icónico en nuestra cultura, creo que todos los aficionados al cine hemos pensado alguna vez en lo parsimonioso y poco amenazante que era el andar del Monstruo de la laguna negra (Creature from the black lagoon - 1954 - Jack Arnold), ese que recientemente sirvió de inspiración a Guillermo del Toro para su premiada "La forma del agua". Incluso el "Tiburón" de Spielberg debe mucho en su concepción y en más de una escena a esta película; de hecho ya su director, Jack Arnold, que más tarde rodaría "El increíble hombre menguante", "Tarántula" o "Vinieron del espacio" apuntaba las razones del miedo que provocaban las aguas profundas:
"Juega con un miedo básico que las personas tienen respecto a lo que podría estar bajo la superficie del agua. Usted conoce esa sensación cuando está nadando y algo roza su pierna - se asusta muchísimo si no sabe qué es. Es el miedo a lo desconocido. Decidí explotar este miedo tanto como sea posible al filmar"
El productor del film, William Alland, había oído de su director de fotografía, Gabriel Figueroa, la inquietante historia de una criatura acuática que supuestamente vivía en el Amazonas y que una vez al año raptaba una doncella de las aldeas cercanas como tributo para dejarlos en paz. Jugando con esta idea y tras las oportunas modificaciones, solo faltaba una chica guapa (Julie Adams) de la que pudiera quedar prendado el monstruo para montar una buena historia y en la Universal, expertos en monstruos legendarios, no pondrían muchas pegas para crear uno nuevo, de hecho, uno de sus mejores monstruos y al que los norteamericanos gustan llamar "Gill-man" o lo que es lo mismo "Hombre con branquias" u "Hombre pez".
Pero volviendo a los andares del monstruo, una criatura mitad hombre y mitad pez que vivía en una apartada laguna de aguas negras, es justo reconocer que en las magnificas escenas acuáticas parecía una amenaza cierta, solo había que verlo buceando ágilmente boca arriba por debajo de la chica en unas imágenes por cierto espectaculares; pero en tierra el monstruo era otro cantar, se nos antojaba torpe y nada inquietante y pensábamos que solo una chica muy despistada podía ser sorprendida y alcanzada por el monstruo (algo así como ocurre con las películas de zombies en las que las víctimas parecen tontos). Pero todo tiene una razón de ser.
Para las escenas en tierra el actor al que le tocaba pasar calor dentro del disfraz era Ben Chapman, que se hizo con el trabajito gracias a sus 198 centímetros de altura. Chapman era un soldado veterano, herido en las piernas durante la batalla de Corea lo que le hacía contonearse un poco para disimular su cojera, eso unido a la petición de Arnold de que el monstruo debía simular deslizarse más que andar con naturalidad fuera del agua y a los lastres de cinco kilos puestos en cada pierna para lograrlo, fueron la razón última de la torpeza mostrada por el monstruo en la pantalla.
En cambio, para las escenas acuáticas, era Ricou Browning el que se enfundaba el traje del monstruo y esa máscara tan singular en la que las branquias se movían con una perilla de goma conectada a un tubo desde la que Browning al apretar sus manos impelía aire a presión para que se movieran y dieran más vida al monstruo, mientras que la boca se movía simplemente con su propio mentón. El traje en si era una malla sobre la que se pegaban las placas que conformaban el cuerpo del monstruo y solo ponérselo ocupaba tres horas. Esos eran los efectos especiales entonces, la cosa no daba para más, a pesar de lo cual se lograron unos resultados estupendos, de hecho la película sigue siendo aún hoy uno de los films más apreciados por los aficionados al cine de monstruos. En su día "La mujer y el monstruo" llegó a tener tanto éxito que produjo un par de secuelas, “La venganza del monstruo de la laguna negra” (1955) y “El monstruo camina entre nosotros” (1956).
Trailer de la película:
Ficha de "La mujer y el monstruo"
En hispanoamérica: "La criatura de la laguna negra"
Título original: Creature from the Black Lagoon
Año: 1954
Duración: 79 minutos.
País: Estados Unidos
Dirección: Jack Arnold
Reparto: Richard Carlson, Julia Adams, Richard Denning, Antonio Moreno, Whit Bissell, Nestor Paiva, Ricou Browning
Guion: Harry Essex, Arthur A. Ross
Música: Joseph Gershenson
Fotografía: William Snyder (B&W)
Productora: Universal Pictures
Imágenes: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro: Fuente original
En 1941 el genial Glenn Miller sorprendía a propios y extraños con "The song of the boatmen", una versión de una canción popular rusa que era cantada por los esforzados "burlaks" o si ustedes quieren bateleros o sirgadores que habían de remontar las barcazas contracorriente por el rio Volga, avanzando afanosamente por la orilla, utilizando el propio peso de su cuerpo para la tarea como si de trabajadores forzados se tratara.
El tema de Glenn Miller, aunque cadencioso, suena muy bailable y alegre a pesar de que la realidad que lo inspiró era muy diferente. Aquellas imágenes de hombres y mujeres volcando penosamente toda su humanidad de una cuerda para arrastrar los barcos fue retratada magistralmente por el pintor Ilya Repin en la obra que abre esta entrada "Los bateleros del Volga", que cuelga de las paredes del Museo Estatal Ruso de San Petersburgo. Solo uno de los protagonistas del cuadro mira descaradamente al espectador, los demás se muestran vencidos, con la cabeza agachada, concentrados en aquel esfuerzo interminable. Al fondo se intuye un barco de vapor que simboliza un nuevo tiempo en el que aquel trabajo abominable ya no tendría razón de ser. Se cuenta que Dostoyevsky no tenía interés en ver el cuadro cuando se mostró al público por considerar que sería otra obra que trataría el tema sin la justicia que merecía. Cuando finalmente contempló el cuadro y la sufrida humanidad y realismo que emanaba, sentenció: “Vi sirgadores, sirgadores reales, nada más… Es inevitable sentir que estamos en deuda con esta gente”.
Los cánticos con los que los bateleros, hombres y mujeres, acompañaban su tarea, inspiraron una adaptación musical por Mily Balakirev a la que siguió una versión operista de la mano de Chaliapin, la maravillosa interpretación del tema por los Coros del Ejercito Rojo y por último la versión aludida de Glenn Miller con esos ecos jazzísticos tan sugerentes.
La canción no es si no un interminable mantra de trabajo, que traducido, más o menos dice así:
Hey, ¡tirad! Hey, ¡tirad! ¡Una vez más, y una vez más! Hey, ¡tirad! Hey, ¡tirad! ¡Una vez más, y una vez más! Arrastramos las barcazas. Tiramos con fuerza. Ai-sí, sí, ai-sí, Ai-sí, si, ai-sí. Tiramos con fuerza. Tiramos con fuerza. Hey, ¡tirad! Hey, ¡tirad! ¡Una vez más, y una vez más!
Caminamos junto a las barcazas, cantamos al sol nuestra canción. Ai-sí, sí, ai-sí, Ai-sí, sí, ai-sí cantamos al sol nuestra canción. Hey, ¡tirad! Hey, ¡tirad! ¡Una vez más, y otra vez! Hey, ¡tirad! Hey, ¡tirad! ¡Una vez más, y otra vez!
Tú, Volga, nuestro río y madre, inmenso y profundo. Ai-si, si, ai-si, Ai-si, si, ai-si. Inmenso y profundo. Hey, ¡tirad! Hey, ¡tirad! Volga, Volga, nuestro río y madre. Hey, ¡tirad! Hey, ¡tirad! ¡Una vez más, y otra vez!
El Coro del Ejercito Rojo
Glenn Miller cambió totalmente el espíritu y nos dejó este también sensacional "The song of the boatmen"
"El tiempo no es oro, el oro no vale nada. El tiempo es vida" decía el escritor José Luís Sampedro; el cantante Alberto Cortez, con su maravillosa voz, ya hace unos años que nos cantaba sus planes para la vida que tenía por delante en "A partir de mañana" (1979):
"A partir de mañana empezaré a vivir la mitad de mi vida; a partir de mañana empezaré a morir la mitad de mi muerte; a partir de mañana empezaré a volver de mi viaje de ida; a partir de mañana empezaré a medir cada golpe de suerte.
A partir de mañana empezaré a vivir una vida más sana, es decir, que mañana empezaré a rodar por mejores caminos; el tabaco mejor y también por qué no, las mejores manzanas, la mejor diversión y en la mesa mejor, el mejor de los vinos.
Hasta el día de hoy, sólo fui lo que soy, "aprendiz de Quijote", he podido luchar y hasta a veces ganar, sin perder el bigote. Ahora debo pensar que no pueden dejar de sonar las campanas, aunque tenga que hacer, más que hoy y que ayer... a partir de mañana.
Si a partir de mañana decidiera vivir la mitad de mi muerte o a partir de mañana decidiera morir la mitad de mi vida, a partir de mañana debería aceptar, que no soy el más fuerte, que no tengo valor ni pudor de ocultar mis más hondas heridas.
Si a partir de mañana decidiera vivir una vida tranquila y dejara de ser soñador, para ser un sujeto más serio, todo el mundo mañana me podría decir: "se agotaron tus pilas, te has quedado sin luz, ya no tienes valor, se acabó tu misterio".
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- ¿También usted lo ha leído? Yo creía que aquí, en Inglaterra, nadie conocía este libro. - Casi nadie. Yo soy uno de los poquísimos. Está prohibido, ¿comprende? Pero como yo soy quien hace las leyes, también puedo quebrantarlas… cosa que me temo, usted no pueda hacer.
- Pero, ¿por qué está prohibido?
En la excitación que le producía el hecho de conocer a un hombre que había leído a Shakespeare, había olvidado momentáneamente todo lo demás. El Interventor se encogió de hombros.
- Porque es antiguo; ésta es la razón principal. Aquí las cosas antiguas no nos son útiles.
- ¿Aunque sean bellas?
- Especialmente cuando son bellas. La belleza ejerce una atracción, y nosotros no queremos que la gente se sienta atraída por cosas antiguas. Queremos que les gusten las nuevas.
- ¡Pero si las nuevas son horribles, estúpidas! ¡Esas películas en las que sólo salen helicópteros y el público siente cómo los actores se besan! —John hizo una mueca—. ¡Cabrones y monos! Sólo en estas palabras de Otelo encontraba el vehículo adecuado para expresar su desprecio y su odio.
- En todo caso, animales inofensivos —murmuró el Interventor, a modo de paréntesis.
- ¿Por qué, en lugar de esto, no les permite leer Otelo?
- Ya se lo he dicho: es antiguo. Además, no lo entenderían.
Sí, esto era cierto. John recordó cómo se había reído Helmholtz ante la lectura de Romeo y Julieta.
- Bueno, pues entonces —dijo tras una pausa—, algo nuevo que sea por el estilo de Otelo y que ellos puedan comprender.
- Esto es lo que todos hemos estado deseando escribir —dijo Helmholtz, rompiendo su prolongado silencio.
- Y esto es lo que ustedes nunca escribirán —dijo el Interventor—. Porque si fuese algo parecido a Otelo, nadie lo entendería, por más nuevo que fuese. Y si fuese nuevo, no podría parecerse a Otelo”.
El fragmento pertenece al libro "Un mundo feliz" (1932) de Aldous Huxley, ese mundo distópico que tanto se va pareciendo al nuestro ¿o era al revés? El libro nos muestra un mundo feliz pero castrado y anestesiado, libre de guerras y pobreza pero también falto de arte, literatura, familia o amor. Curiosamente el título del libro encontraba su inspiración precisamente, con no poca ironía, en unos versos de "La tempestad" de Shakespeare, el autor citado en el fragmento anterior y que decían:
¡Oh qué maravilla! ¡Cuántas criaturas bellas hay aquí! ¡Cuán bella es la humanidad! Oh mundo feliz, en el que vive gente así.
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Giaccomo Puccini logra con el aria "E lucevan le stelle", perteneciente a su opera "Tosca", uno de los momentos más intensos de toda la historia de la opera.
Preso en el romano Castillo de Sant'Angelo, el pintor Mario Cavaradossi, ve como se acerca el amanecer y en poco más de una hora será injustamente ejecutado. Sus últimos instantes los dedica a recordar un momento de felicidad suprema junto a su amante, la diva Floria Tosca, que hará lo imposible por intentar salvarle la vida ante el malvado Scarpia. Cavaradossi lanza al inminente amanecer su ultimo y bellísimo lamento, que más o menos dice así:
"Y brillaban las estrellas y olía la tierra, chirriaba la puerta del huerto y unos pasos rozaban la arena... Entraba ella, fragante, caía entre mis brazos... ¡Oh, dulces besos! ¡Oh, lánguidas caricias, mientras yo, tembloroso, sus bellas formas liberaba de los velos!
Se desvaneció para siempre mi sueño de amor... El tiempo ha huido... ¡Y muero desesperado! ¡Y muero desesperado!
¡Y nunca he amado tanto la vida! ¡Tanto la vida!"
Muchos se adjudican ser los mejores intérpretes de esta maravilla. Ahí están siempre en pugna las portentosas voces de Placido Domingo, Luciano Pavarotti, Franco Corelli, Tito Schipa, Carreras y tantos otros intentando llevarse tan preciado trofeo, y sin embargo hoy me decido a dejaros este aria en la voz del gran Roberto Alagna, que con descaro mira a la cámara para lanzar su hermosa voz hasta lo más alto, transmitiendo todo el dolor que el momento requiere. Espero que os guste su interpretación tanto como a mi.
Para los curiosos y en las antípodas de la maravillosa interpretación de Alagna os aconsejo oír la bizarra interpretación de Hipólito Lázaro, tenor de gran éxito en su época.Su final es épico (queremos pensar que por imperativos estéticos de la época). Inevitable la carcajada.
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"Cuando aparecieron las grandes máquinas, se pensó, lógicamente, que cada vez haría menos falta la servidumbre del trabajo y que esto contribuiría en gran medida a suprimir las desigualdades en la condición humana. Si las máquinas eran empleadas deliberadamente con esa finalidad, entonces el hambre, la suciedad, el analfabetismo, las enfermedades y el cansancio serían necesariamente eliminados al cabo de unas cuantas generaciones. Y, en realidad, sin ser empleada con esa finalidad, sino sólo por un proceso automático -produciendo riqueza que no había más remedio que distribuir- elevó efectivamente la máquina el nivel de vida de las gentes que vivían a mediados de siglo. Estas gentes vivían muchísimo mejor que las de fines del siglo XIX.
Pero también resultó claro que un aumento de bienestar tan extraordinario amenazaba con la destrucción -era y, en si mismo, la destrucción- de una sociedad jerárquica. En un mundo en que todos trabajaran pocas horas, tuvieran bastante que comer, vivieran en casas cómodas e higiénicas, con cuarto de baño, calefacción y refrigeración, y poseyera cada uno un auto o quizás un aeroplano, habría desaparecido la forma más obvia e hiriente de desigualdad. Si la riqueza llegaba a generalizarse, no serviría para distinguir a nadie. Sin duda, era posible imaginarse una sociedad en que la riqueza, en el sentido de posesiones y lujos personales, fuera equitativamente distribuida mientras que el poder siguiera en manos de una minoría, de una pequeña casta privilegiada. Pero, en la práctica, semejante sociedad no podría conservarse estable, porque si todos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, la gran masa de seres humanos, a quienes la pobreza suele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y empezarían a pensar por si mismos; y si empezaran a reflexionar, se darían cuenta más pronto o más tarde que la minoría privilegiada no tenía derecho alguno a imponerse a los demás y acabarían barriéndoles. A la larga, una sociedad jerárquica sólo sería posible basándose en la pobreza y en la ignorancia"
El fragmento pertenece a "1984", obra del escritor inglés Eric Arthur Blair(1903-1950), más conocido por todos por su seudónimo George Orwell.
En la fotografía se pueden ver trabajadores de una de las líneas de montaje de las fábricas de automóviles Ford en 1913 - (Highland Park - Michigan - EEUU)
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Hemos de procurar no mentir mucho. Sé que a veces mentimos para no hacer un muerto, para no hacer un hijo o evitar una guerra.
De pequeña mentía con mentiras de azúcar, decía a las amigas: "Tengo cuarto de baño" —mi casa era pobre con el retrete fuera—. "Mi padre es ingeniero" y era sólo fumista, ¡pero yo le veía ingeniero ingenioso!
Me costó la costumbre de arrancar la mentira, me tejí un vestido de verdad que me cubre, a veces voy desnuda.
Desde entonces me quedo sin hablar muchos días.
El poema, titulado "Canción del que no quería mentir" es obra de la poetisa madrileña Gloria Fuertes, mujer de gran humanismo y siempre volcada en acercar la poesía a los más jóvenes. Para ilustrar su poema hemos elegido la escultura titulada "La condición humana" (1876), también conocida como "La máscara", una bella obra del escultor francés Ernest Christophe que se expone en el parisino Museo de Orsay.
“Hace millones de años un hombre primitivo descubrió cómo hacer fuego. Probablemente fue quemado en la hoguera que él había encendido para sus hermanos pero les dejó un regalo inimaginable al hacer desaparecer la oscuridad de la tierra.
A través de los siglos hubo hombres que dieron los primeros pasos por nuevos caminos apoyados solamente en su visión. Los grandes creadores, los pensadores, los artistas, los científicos, los inventores lucharon contra sus contemporáneos. Se oponían a todos los nuevos pensamientos, todos los nuevos inventos eran denunciados y recusados pero los hombres con visión de futuro salieron adelante.
Lucharon, sufrieron y pagaron por ello, pero vencieron. Ningún creador estuvo tentado por el deseo de complacer a sus hermanos. Ellos odiaron el regalo que él ofrecía, su verdad era su único motivo, su trabajo era su única meta. Su trabajo, no el de los que se beneficiaran de él. Su creatividad, no el beneficio que de ella obtendrían otros. La creación que daba forma a su verdad.
Él mantenía su verdad sobre todo y contra todos. Seguía adelante sin tener en cuenta a los que estaban de acuerdo con él o a los que no. Con su integridad como única bandera. Él no servía a nadie ni a nada. Solo vivía para sí mismo. Y solo viviendo para sí mismo pudo lograr las cosas que luego se han reconocido como la gloria de la humanidad.
Esa es la naturaleza de la creatividad, el hombre no puede sobrevivir si no es a través de su mente. Llega al mundo desarmado, su cerebro es su única arma. Pero la mente es un atributo del individuo, es inconcebible que exista un cerebro colectivo. El hombre que piensa debe pensar y actuar por sí solo. La mente razonadora no puede funcionar bajo ninguna forma de coacción, no puede estar subordinada a las necesidades, opiniones o deseos de los demás, no puede ser objeto de sacrificio.
El creador se mantiene firme en sus convicciones, el parásito sigue las opiniones de los demás. El creador piensa, el parásito copia. El creador produce, el parásito saquea. El interés del creador es la conquista de la naturaleza, el interés del creador es la conquista de la naturaleza, el interés del parásito es la conquista del hombre. El creador requiere independencia, ni sirve ni gobierna, trata a los hombre con intercambio libre y elección voluntaria; el parásito busca poder, desea atar a todos los hombres para que actúen juntos y se esclavicen. El parásito afirma que el hombre es sólo una herramienta para ser utilizada, que ha de pensar como sus semejantes y actuar como ellos y vivir la servidumbre de la necesidad colectiva prescindiendo de la suya.
Fíjense en la historia. Todo lo que tenemos, todos los grandes logros, han surgido del trabajo independiente de mentes independientes y todos los horrores y destrucciones, de los intentos de obligar a la humanidad a convertirse en robots sin cerebros y sin almas, sin derechos personales, sin ambición personal, sin voluntad, esperanza o dignidad. Es un conflicto antiguo, tiene otro nombre: lo individual contra lo colectivo.
Nuestro país, el más noble en la historia del hombre, tuvo su base en el principio del individualismo, el principio de los derechos inalienables. Fue un país donde el hombre era libre para buscar su felicidad, para ganar y producir no para ceder y renunciar. Para prosperar, no para morir de hambre. Para realizar, no para saquear. Para mantener como su propiedad más querida su sentido del valor personal y como virtud más apreciada su respeto propio. Miren los resultados. Esto es lo que los colectivistas les están pidiendo que destruyan como ya se ha destruido en gran parte de la tierra.
Soy arquitecto y juzgo el futuro por las bases sobre las que lo estamos construyendo. Nos acercamos a un mundo en el cual no puedo permitirme vivir. Mis ideas son propiedad mía, me fueron arrebatadas por la fuerza, por violación de contrato. No se me permitió apelar. Se dijo que mi trabajo pertenecía a los demás para hacer con él lo que quisieran, que tenían sobre mí un derecho sin mi consentimiento, que era mi deber servirles sin elección o recompensa.
Ya saben por qué dinamité el edificio Portland. Yo lo diseñé. Yo lo hice posible. Yo lo destruí. Acepté diseñarlo con el propósito de verlo construir según mis deseos. Ese fue el precio que puse a mi trabajo, y no fui pagado. Mi edificio fue desfigurado por capricho de quienes obtuvieron todos los beneficios de mi trabajo y no me dieron nada a cambio.
He venido aquí a decir que no reconozco que nadie tenga derecho a un minuto de mi vida, ni a ninguna parte de mi energía, ni a cualquier logro mío, sin importar quién lo reclame. Tenía que decirlo. El mundo está sufriendo una orgía de auto-sacrificio.
He venido aquí para ser escuchado en nombre de todos y cada uno de los hombres independientes del mundo. He querido exponer mis ideas. No me interesa trabajar ni vivir por otras. Defiendo por convicción el sagrado derecho que tiene el hombre de vivir con libertad de elección.”
Unas palabras estas, las del arquitecto Howard Roark, encarnado por Gary Cooper en la película "El manantial" (-The Fountainhead- 1949 - King Vidor) que conforman uno de los mejores monólogos de la historia del cine. Es un canto al individualismo, que ciñéndolo al mundo del arte y la creación intelectual creo que es insoslayable. Ya Ayn Rand, la autora del libro en el que se basa la película, señalaba que el tema fundamental de su obra es "el individualismo contra el tradicionalismo, no en la política, sino en el alma de un hombre", resultando ciertamente escasas las referencias políticas o económicas en la obra. Su propio título habla de ese matiz individual, "El manantial" nace de una frase de la propia autora: "El ego del hombre es el manantial del progreso humano". Las demás visiones y lecturas sobre el individualismo en otras facetas de la vida o el ultraliberalismo quedan para quien quiera buscarlas en el texto.
Gary Cooper aparece en la foto de cabecera con Patricia Neal.
Imágenes: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro. Fuente Original
Varinia: ¿En qué estás pensando? Espartaco: Soy libre. ¿Y qué es lo que sé? Ni siquiera sé leer. Varinia: Sabes cosas que no se pueden enseñar. Espartaco: No sé nada. Nada. Y quiero saber. Eso quiero. Quiero saber Varinia: ¿Qué quieres saber? Espartaco: Todo. Por qué las estrellas se caen y los pájaros no? ¿Dónde se va el sol por la noche? ¿Por qué cambia de forma la luna? Quiero saber de dónde viene el viento. Varinia: El viento de una cueva en el lejano norte. Un joven dios vive en esa cueva. Sueña con una joven y suspira, y el viento de la noche nace de su aliento. Espartaco: Quiero saber todo sobre ti..."
"Espartaco" (1960), la película que Stanley Kubrick le dedicó al gladiador rebelde a Roma, con ese maravilloso guion firmado por el hasta entonces prohibido Dalton Trumbo, no deja de ser en el fondo una soberbia historia de amor con algunos lances de espada para el entretenimiento de los menos románticos. Sirva como prueba el maravilloso encuentro arriba transcrito entre la preciosa Varinia (Jean Simmons - en la foto) y el enamorado Espartaco (Kirk Douglas), puede que la mejor escena de la película después de la mítica declaración del todos a una: "Yo soy Espartaco". Y no es que sus bondades sean pocas, Lawrence Olivier como Craso, Charles Laughton como Graco o Peter Ustinov como Batiato bordan sus papeles, hacen que sus escenas sean sólidas y sus romanos creíbles. Pero es que las batallitas aquí son lo menos importante. Ya solo el bellísimo tema musical (compuesto por Alex North) con el que Stanley Kubrick acompaña las escenas en las que se encuentran la bella Varinia y el enamorado Espartaco vale todo un Potosí.
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Hoy todos evocamos la figura del añorado Robin Williams cuando escuchamos los primeros versos de "¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!" Tal fue el impactó que nos causó como el Profesor Keating en "El club de los poetas muertos" y más aun cuando sus alumnos, subiéndose a las mesas, se lo dedicaron cuando hubo de dejarles. El poema, obra de Walt Whitman e incluido posteriormente en su obra "Hojas de hierba" tenía como protagonista a Abraham Lincoln, el Capitán de la nave simbólica que eran los EEUU y que pocos días después de acabar la guerra, cuando estaba llegando a puerto y era hora de recoger los frutos, fue tristemente asesinado. Cuando murió Robin Williams también sirvió de forma generalizada para honrarle a él que tantas sonrisas repartió por el mundo. El poema completo dice así:
¡Oh, Capitán, mi Capitán! Nuestro azaroso viaje ha terminado; El barco capeó los temporales, el premio que buscamos se ha ganado; Cerca está el puerto, ya oigo las campanas, todo el mundo se muestra alborozado, la firme quilla siguen con sus ojos, el adusto velero tan audaz.
Pero, ¡Oh, corazón! ¡Corazón! ¡Corazón! Oh, se derraman gotas rojas en la cubierta donde yace mi Capitán caído, frío y muerto.
¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! Levántate y escucha las campanas; levántate —por ti la enseña ondea— por ti suena el clarín; por ti son las guirnaldas y festones —por ti se apiñan gentes en la orilla; por ti claman, la inquieta masa a ti se vuelve ansiosa.
¡Escucha, Capitán! ¡Querido padre! Te pongo el brazo bajo la cabeza; Un sueño debe ser que en la cubierta hayas caído frío y muerto.
Mi Capitán no contesta, están sus labios pálidos e inertes; Mi padre no es consciente de mi brazo, no tiene pulso ya ni voluntad. El barco sano y salvo ha echado el ancla, el periplo por fin ha concluido; del azaroso viaje, el barco victorioso regresa logrado el objetivo.
¡Exultad, oh, costas!, y ¡sonad, oh, campanas! Mas yo, con paso fúnebre recorro la cubierta donde yace mi Capitán caído, frío y muerto.
En la imagen aparece el Monumento a Lincoln en el Lincoln Memorial de Washington. Escultura realizada por Daniel Chester French en 1920.
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Aunque hubo algunos intentos previos, es Prometeo, un Titán, hijo de Japeto y Clímene, el que en la mitología griega crea a los hombres moldeándolos con arcilla. Es conocida como la Raza de Bronce, de la que Prometeo se convierte en amigo y protector. Su conflicto inicial con Zeus nace de la ofrenda que los hombres realizaron a los dioses de un buey. Por mediación de Prometeo y sus artimañas los hombres se quedaron con la carne y los dioses finalmente solo recibieron grasa y huesos, lo que provocó el enfado de Zeus que como castigo negó el fuego a la humanidad.
Prometeo buscó la manera de robar el fuego del Olimpo y entregarlo definitivamente a los hombres en el tallo de una cañaheja. La reacción de Zeus no se dejó esperar. Lo primero que hizo fue ordenarle a Hefesto crear la primera mujer, la bella Pandora, moldeándola igualmente con arcilla y tras insuflarle vida la mandó a la casa de Epimeteo, hermano de Prometeo, donde se guardaba la jarra (o la caja) que contenía ocultas en su interior todas las desgracias que Zeus quería que se derramaran entre los desconsiderados hombres. Los sucesos desencadenados por Pandora y su curiosidad los reservamos para otra publicación.
El castigo de Zeus a Prometeo fue ejemplar. Fue llevado al Cáucaso donde Hefesto lo encadenó a una roca, lugar al que Zeus envió un águila que eternamente se comería su hígado durante el día, para recobrarlo gracias a su inmortalidad durante la noche. Un suplicio que se repetía cada día y cada noche hasta el fin de los tiempos. Sólo Hércules, hijo de Zeus se apiadó de él y tras disparar contra el águila lo liberó de sus ataduras. Zeus, con amor de padre, se sintió orgulloso de la acción de su hijo y no tomó represalias contra él ni actuó nuevamente contra Prometeo, al que eso si, obligo a llevar para siempre y en recuerdo simbólico de su castigo un anillo forjado con el hierro de las cadenas que lo sujetaban al Cáucaso adornado con un trozo de roca de la montaña.
Para seros sinceros todo el relato no es sino una excusa para poder traer al blog esa maravillosa escultura con la que abrimos la entrada, "Prometeo encadenado", obra del francés Nicolas-Sébastien Adam en 1762 y que se expone en el parisino Museo del Louvre, todo un milagro en piedra. Más adelante se encuentra la delicada escultura de "Pandora" (1819), obra del belga Henri-Joseph Ruxthiel expuesta en el Museo Granet (Aix-en-Provence). Finalmente aparece "Hércules liberando a Prometeo", con el águila ya muerta a sus pies. Obra realizada por Josef Lax en 1893 que forma parte del conjunto de esculturas que recuerdan las proezas de Hércules en el Palacio Imperial de Hofburg en Viena.
“La gente es terriblemente desconsiderada. Piensa que si eres guapa debes ser estúpida y poco profunda. Si eres hermosa, quizá los haces sentir menos. Pero todos tenemos dones, y si la belleza es uno de ellos hay que aceptarla y disfrutarla como un regalo de la naturaleza. Si una persona es guapa, por Dios, déjenla ser guapa”.
Son palabras de Sharon Stone, que por cierto sigue guapísima a sus 62 añitos. Hace ya casi treinta del cruce de piernas de Catherine Tramell en "Instinto Básico" (1992 - Paul Verhoeven). Nueve segundos de escena que armaron tanto revuelo como las faldas al aire de Marilyn sobre las rejillas del metro, una actriz con la que siempre ha sido comparada. Curiosamente las dos rubias, las dos vestían de blanco en su escena más recordada y ambas mucho más listas de lo que la gente podía suponer. De la ropa interior ya no hablamos. La escena convirtió a Sharon Stone en todo un mito erótico y prueba de ello es la siguiente anécdota. En 2005, mientras participaba en una gala benéfica para recaudar fondos en la lucha contra el SIDA, se le desabrochó un botón en la espalda de su vestido. Ni corta ni perezosa puso a subasta la posibilidad de que alguien pudiera subir al escenario y abrochárselo. No faltaron candidatos. El que tuvo el privilegio de rozar su espalda durante unos efímeros segundos tuvo que pagar 500 dólares que se sumaron al montante recaudado en la gala. Eso es recaudar dinero con estilo y una sonrisa. No han sido listos en Hollywood con ella, salvo "Casino" (1995 - Martin Scorsese), no le han dado los papeles que sin duda merece. Espero que su papel en "Ratched", que tengo pendiente de ver, sea jugoso.
Otras frasecitas de Lady Stone
“Durante mucho tiempo la gente no supo qué hacer conmigo. Parecía una Barbie, hablaba como cantinero, decía cosas que asustaban y tenía ideas sin sentido”
"Tenía deseos de trabajar, así que se me ocurrió posar semidesnuda para Playboy. ¿Encajaba? No. ¿Utilicé mi cerebro para parecer sexy? Por supuesto”
“En Hollywood la combinación de una vagina y una opinión resulta letal”.
“Las mujeres son capaces de fingir un orgasmo, pero los hombres pueden fingir una relación entera.”
“Soy un ratón de biblioteca que tuvo que usar su inteligencia para ser sexy”
“Si a mi edad la gente me quiere seguir viendo como un símbolo sexual, que lo haga”
Cuando el tracio Espartaco se rebeló en el año 73 a. C. y rompiendo sus cadenas de esclavo abandonó la escuela de gladiadores de Léntulo Batiato en Capua con tan solo 74 hombres, poco podía imaginar Roma los dolores de cabeza que iba a procurarle este hombre. Espartaco se había curtido en otros tiempos en las tácticas de guerra del propio ejército romano al haber formado parte de sus tropas auxiliares y conocía muy bien su forma de luchar, pero más allá de este conocimiento previo, Espartaco demostró un talento inusual para el arte de la guerra y junto a los también gladiadores Crixo, Enomao, Casto y Gánico derrotó durante tres años a las fuerzas romanas que intentaban dar fin a la que fue conocida como la Tercera Guerra Servil o la Guerra de los Gladiadores.
No era un tiempo normal para Roma que veía ocupadas a sus mejores legiones lejos de la península itálica. En HispaniaCneo Pompeyo combatía contra Quinto Sertorio y en Oriente luchaba Lucio Licinio Lúculo contra Mitrídates del Ponto. Por esa razón, y más allá de los propios méritos de Espartaco, Roma se vio obligada a enviar tropas poco adiestradas que fueron presa fácil para el tracio. Eso ocurrió con Varinio, Claudio Glabro, Clodiano, Arrio o Casio Longino. Cada victoria fortalecía la revuelta y cada vez llegaban más esclavos que rompiendo sus cadenas se decidían a luchar contra la todopoderosa Roma en busca de la libertad. De este modo, las fuerzas de Espartaco lograron pasar de aquellos escasos 80 hombres iniciales a cerca de 80.000, cifra que según algunos historiadores podría incluso superar los 100.000, un contingente al que resultaba todo un reto poder armar, adiestrar y alimentar.
El ímpetu de sus tropas y la sed de venganza de algunos de los suyos llevaron a Espartaco a las puertas de Roma, aunque no llegó a tomarla. Roma por contra, con esa amenaza, tomó definitivamente en serio el peligro de la revuelta e hizo del mismo un punto de inflexión. El Senado encomendó al ambicioso Marco Licinio Craso que comandase diez legiones para acabar definitivamente con la rebelión de los esclavos. Era el principio del fin de Espartaco.
Craso aprovechó las propias disensiones internas en las tropas del tracio, principalmente con Crixo que empezó a luchar por su cuenta con parte de las fuerzas y fue prontamente derrotado. Por otra parte, Craso impuso una férrea disciplina en sus tropas y alentó su total disposición a la lucha a base de crueles castigos como "la decimatio" o lo que es lo mismo, la condena a muerte de uno de cada 10 legionarios implicados en una acción de cobardía ante el enemigo.
A estas alturas, Espartaco era conocedor de sus pocas opciones de victoria, máxime cuando el ejército de Cneo Pompeyo también había entrado en liza y amenazaba con unirse al de Craso. Solo quedaba luchar. El desenlace final llegaría en la Batalla del Rio Silario. Espartaco, decidido a luchar a pie junto a sus hombres en este embate decisivo, cuando le presentaron su caballo para acaudillar sus fuerzas, en un gesto sin duda dirigido a motivar a sus tropas lo mató con su espada mientras decía: "La victoria me dará bastantes caballos de entre los enemigos, y si soy derrotado, ya no lo necesitaré".
Y no lo necesitó. Casi 60.000 rebeldes murieron en la batalla, miles fueron crucificados y solo algunos lograron escapar. Se cree que Espartaco murió durante la batalla, aunque su cadáver, presa codiciada por el Imperio, nunca se pudo localizar. Ya saben, en aquella época supongo que sería como Elvis, para todos los esclavos, Espartaco seguía vivo.
A decir verdad, su memoria llega hasta hoy, en ballets, esculturas, pinturas, composiciones clásicas como la que le dedicó Khachaturiam con su maravilloso Adagio, novelas y desde luego películas y series. Más allá de la maravillosa película rodada por Stanley Kubrick con el gran Kirk Douglas como protagonista y a la que pertenecen las últimas fotos, no resulta un mal entretenimiento la serie "Spartacus" (2010), que pese a sus numerosas licencias históricas, excesos de sangre y sobre todo de sexo, termina por hacerte queridos a todos sus intrigantes y desmedidos personajes.
La escultura de entrada, "Espartaco rompe sus cadenas" es obra de Denis Foyatier y se expone en el Museo de Bellas Artes de Lille. Existe otra versión en mármol en el Museo del Louvre.
"Los amantes incorporan el mundo entero a su totalidad. Todas las imágenes clásicas de la poesía amorosa lo confirman. El río, el bosque, el cielo, los minerales de la tierra, el gusano de seda, las estrellas, la rana, el búho, la luna, demuestran el amor del poeta. La poesía expresa la aspiración a esa correspondencia, pero es la pasión la que la crea. La pasión aspira a incluir el mundo entero en el acto de amar. El hecho de querer hacer el amor en el mar, volando por el cielo, en esta ciudad, en aquel campo, sobre la arena, entre las hojas caídas, con sal, con aceite, con frutas, en la nieve, etc., no significa que se precisen nuevos estímulos, sino que expresa una verdad que es inseparable de la pasión. La totalidad de los amantes se extiende, de manera diferente, a fin de incluir el mundo social. Todos los actos, cuando son voluntarios, se llevan a cabo en nombre de la persona amada. Lo que el amante cambia entonces en el mundo es una expresión de su pasión. (...) La totalidad de la pasión oprime (o socava) al mundo. Los amantes se aman con el mundo. (Al igual se podría decir que con todo su corazón o con sus caricias.) El mundo es la forma de su pasión, y todos los sucesos que experimentan o imaginan constituyen la iconografía de su pasión. Por eso la pasión está dispuesta a arriesgar la vida. Se diría que la vida es tan sólo la forma de la pasión."
El fragmento pertenece a "El sentido de la vista", obra escrita por el británico John Berger en 1985. La fotografía, titulada "Le baiser blotto" está fechada en 1950 y es obra de Robert Doisneau.
"De vez en cuando la vida nos besa en la boca y a colores se despliega como un atlas, nos pasea por las calles en volandas, y nos sentimos en buenas manos; se hace de nuestra medida, toma nuestro paso y saca un conejo de la vieja chistera y uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela.
De vez en cuando la vida toma conmigo café y está tan bonita que da gusto verla. Se suelta el pelo y me invita a salir con ella a escena. De vez en cuando la vida se nos brinda en cueros y nos regala un sueño tan escurridizo que hay que andarlo de puntillas por no romper el hechizo.
De vez en cuando la vida afina con el pincel: se nos eriza la piel y faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla. De vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber qué pasa, chupando un palo sentados sobre una calabaza."
"De vez en cuando la vida" es una canción compuesta por Joan Manuel Serrat. Aparece en su álbum "Cada loco con su tema" (1983)
Imagen: La foto, tomada de Pixabay no da detalles de título ni autor. Fuente Original
"Procuro Olvidarte, siguiendo la ruta de un pájaro herido. Procuro alejarme, de aquellos lugares donde nos quisimos. Me enredo en amores, sin ganas ni fuerzas por ver si te olvido y llega la noche y de nuevo comprendo que te necesito. Procuro olvidarte, haciendo en el día mil cosas distintas. Procuro olvidarte, pisando y contando las hojas caídas. Procuro cansarme, llegar a la noche apenas sin vida y al ver nuestra casa tan sola y callada no se lo que haría... Lo que haría... por que estuvieras tú, por que vinieras... tú conmigo. Lo que haría... por no sentirme así, por no vivir así... perdido."
"Procuro olvidarte" es una balada compuesta por el jerezano Manuel Alejandro en 1980 y cantada en primera instancia por Hernaldo Zuñiga y posteriormente por toda una legión de cantantes, entre los que destacan Simone o María Dolores Pradera.
La fotografía es una recreación del cuadro "Sol de la mañana" de Edward Hopper a cargo de Anna Eklund Parrow.
"¿Es esto todo? ¿Todo se reduce a esto Many? Comer, beber, joder, colocarse, darle a la coca. ¿Entonces qué? Dime ¿Entonces qué? Llegas a los cincuenta con un tonel por barriga, te crecen las tetas, necesitas un sostén, se ponen peludas, tienes un hígado que te llena la piel de manchas, comes esta bazofia y te pareces a esas jodidas momias ricas que están aquí. ¿Todo se reduce a esto? ¿Para esto he luchado?"
“¿Qué miráis vosotros? No sois más que una pandilla de cretinos. ¿Y sabéis por qué? Porque no tenéis huevos para ser lo que quisierais ser, necesitáis personas como yo. Necesitáis personas como yo para poder señalarlas con el dedo, y decir "ese es el malo". Y eso ¿En qué os convierte a vosotros? ¿En los buenos? No sois buenos… simplemente sabéis esconderos… sabéis mentir. Yo, no tengo ese problema, yo, siempre digo la verdad, incluso cuando miento. Así que dadle las buenas noches al malo, ¡vamos! es la última vez que vais a ver a un tipo malo como yo, ¡vamos! Apartaos que va a pasar el malo, el malo quiere pasar, será mejor que os apartéis.”
Monólogo de Tony Montana (Al Pacino) en "El precio del Poder" (Scarface - 1983 - Brian de Palma)
En el terreno del amor cada uno hace lo que puede. Supongo que cuando un astrónomo enamorado descubre una estrella se verá muy tentado de llamarla como la persona amada, al igual que le ocurriría a un entomólogo con una nueva especie de mariposa, más raro suena que un investigador traslade sus amores a un compuesto químico, pero eso precisamente es lo que le sucedió a Adolf von Baeyer en 1864 cuando descubrió el ácido barbitúrico. Tras mezclar urea con ácido malónico surgió un compuesto que tenía la capacidad hacer desaparecer el dolor. Enamorado como estaba por entonces de una joven llamada Bárbara, que calmaba con sus atenciones todas sus ansiedades, no dudo en llamar al nuevo compuesto como ácido de Bárbara o ácido barbitúrico, nombre este último que pasó a denominar a toda la familia de medicamentos que posteriormente surgirían de este prometedor compuesto.
Hay quien mantiene que el nombre tiene otro origen menos llamativo. Se especula con que, tras el descubrimiento, Adolf von Baeyer y sus ayudantes marcharon a festejarlo a una taberna donde un grupo de artilleros se encontraban celebrando el día de Santa Bárbara. Dicho queda, pero puestos a elegir estoy seguro que todos preferimos la primera versión.
Por cierto, con el tiempo, a partir del ácido barbárico, que ya mostraba sus potencialidades como droga sedante, se elaboró el Barbital, un compuesto que se comercializó bajo el nombre de Veronal. La inspiración aquí fue la famosa ciudad de Verona, la ciudad de los amantes Romeo y Julieta, que según uno de sus creadores, Josef von Mering, tenía fama de ser una ciudad extremadamente pacífica. No sé qué opinaría al respecto el escritor Stefan Zweig que murió abrazado amorosamente a su mujer tras ingerir ambos una alta dosis de la droga de Verona. Y es que no cabe duda de que los barbitúricos ayudarían a muchas personas pero también es larga la lista de personas que fallecieron por su uso abusivo o inadecuado, entre ellas destacan: Marilyn Monroe, Dalida, Judy Garland (en la foto), George Sanders, Pier Angeli, Jimi Hendrix, Brian Epstein, Dinah Washington, Margaret Sullavan, Lupe Velez, Margaux Hemingway, Carole Landis y muchos más. No creo que a la amada Bárbara le agradase mucho que la droga que lleva su nombre además de relacionarse con Eros tuviera tantos siniestros coqueteos con Tanatos.
"En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo"
Son palabras de Ramón María del Valle-Inclán al que siempre le costó que reconocieran sus méritos, tanto que se puede decir que el escritor de "Luces de Bohemia" o "Divinas Palabras" estaba normalmente a la cuarta pregunta, con telarañas en los bolsillos y habituado a pasar estrecheces. Tan común era esta situación de carestía para él que poco a poco terminó poniéndose el traje del estoicismo y no solía quejarse de su suerte, muy al contrario, la enfrentaba hasta con buen humor. En esta línea se cuenta, que en sus primeros tiempos en Madrid se vio empujado por la necesidad a vivir en cuartos de alquiler más que baratos y que por tanto dejaban mucho que desear en sus condiciones de habitabilidad. En uno de aquellos cubículos contaba Valle-Inclán que tenía por compañeros a un buen número de ratones, una situación sobre la cual, cuando la comentaba con sus íntimos, decía:
"No me molestan. El único problema es que, cuando llego a casa tengo que pasarme un buen rato maullando"
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