"Llegue a Hollywood y me llevaron ante Louis B. Mayer, la persona más poderosa de la Metro. Apenas entré en su despacho me miró fijamente y me dijo: "Tú... he aquí un contrato por siete años. Firmalo". Le dije: "Señor Mayer, estoy dispuesto a firmar contrato por una película". El respondió: "Muchacho, mírame a los ojos, cerca". Lo hice y parecían buenos e inocentes como los de un niño. "Estos ojos, muchacho, son los ojos de un padre. ¿Y sabes de quién soy padre? De Robert Taylor, de Clark Gable, de Greta Garbo... soy el padre de todos ellos. Gregory, ¿quieres tu también ser mi hijo? Firma este contrato". le volví a responder que no. El insistió. "Se me parte el corazón, se me parte el corazón viendo como destruyes tu carrera, ignoras una fortuna, como echas al agua tu futuro". Luego, de pronto, me echó los brazos al cuello y se puso a llorar de veras: "Si, uno de mis hijos, el predilecto, el mejor actor del mundo. Firma este contrato". Le repetí que no y cuando me iba, al volverme, vi que estaba sentado a su mesa secándose las lágrimas. Me marché convencido de que nunca sería el mejor actor del mundo, entre otras cosas porque el actor más grande del mundo ya existía y era él, Louis B. Mayer... Lo de la Metro no cuajó, pero debuté con la RKO."
Menudo pájaro tenía que ser Louis B. Mayer, el todopoderoso presidente de la Metro Goldwyn Mayer. Las palabras de Gregory Peck narran su llegada a Hollywood desde Broadway, siempre mirando ambiciosamente hacía arriba y cómo se lo rifaban los estudios que intuyendo para él horizontes de grandeza intentaban echarle el lazo de la misma forma que a otras prometedoras estrellas. Muestra del interés que despertaba el actor en el mundo del cine es que en su segunda película, en el mismo año de su debut, ya estuvo nominado para el Oscar por "Las llaves del reino" (1944 - John Sthal) y no tardaría mucho en rodar películas como "Recuerda" (1945 - Hitchcock) o "Duelo al sol" (1946 - King Vidor) y en acumular 4 nominaciones a los Oscar en esa década de los 40. Y es que aquella pertinaz defensa de su independencia ante los estudios le permitió actuar para los mejores directores y en proyectos de su total elección. Los estudios se lo disputaban y en una película bien podía trabajar para la RKO y en la siguiente para Universal Pictures, la MGM, United Artist o la Fox, para continuar con un trabajo para Selznick o un estudio pequeño con un proyecto interesante. Y por supuesto, no tardó mucho en trabajar para la MGM, y hacer que Louis B. Mayer pasara por el aro. Ya en 1945 hizo para este estudio la película "El valle del destino", pero eso si, en base a contratos de una sola película. El chico, consciente de su valía, sabía que tenía el mundo en sus manos y lo que debía hacer para evitar las ataduras que sometieron a muchos otros grandes actores a las tiránicas condiciones de los estudios. El Oscar llegó en 1962 por "Matar a un ruiseñor" (Robert Mulligan) con la Universal. No cabe duda de que este Atticus se las sabía todas.
Fuentes: El párrafo inicial pertenece a una entrevista al actor realizada por Broderick Moore para Fotogramas en 1976 y recuperada por Lluis Bonet Mojica en su libro "Casa de citas. Hollywood habla" (T&B - 2002).
Imagen: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro. Se enlaza la Fuente Original
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