miércoles, 11 de agosto de 2021

Josef von Sternberg, Marlene Dietrich y las tijeras

 

El director austríaco Josef von Sternberg es sin duda uno de los mitos del primer cine. Su nombre original era Jonas Sternberg, y a pesar de pertenecer a una familia muy humilde, no dudo un instante a la hora de cambiarlo y añadirle ese aristocrático von (tal y como hizo Eric von Stroheim) para darle mayor fuerza y carácter. Con el mismo acierto que construyó su nueva personalidad, fue él y no otro el muñidor de la imagen transgresora y revolucionaria de Marlene Dietrich, a la que moldeó hasta en el más mínimo detalle. Cuando la conoció, Marlene no era alguien que llamara precisamente la atención. De su primer encuentro, el propio Sternberg cuenta en sus memorias: 

"La señorita Dietrich vino a mi despacho esa misma tarde y no hizo el menor intento para despertar mi interés. Se sentó en el borde de un sofá, frente a mi mesa, con la mirada baja: la indiferencia hecha mujer"

Pero algo vería en la joven actriz, cuando después, como un verdadero Pigmalión volcado con la que considera su obra de arte definitiva, hizo con ella "El ángel azul", un éxito enorme, unas piernas larguísimas y el inicio de una larga lista de películas juntos entre las que se encuentran obras sensacionales como: "Marruecos", "El embrujo de Shanghai", "Fatalidad" "La venus rubia" … Marlene era ya una diosa cincelada fotograma a fotograma por el propio Sternberg. No era de extrañar que con el tiempo, cuando Marlene era ya más famosa que él director, este dijera voz en alto: 

"Miss Dietrich soy yo... Yo soy Miss Dietrich"

Supongo que se sentía como un Dios… y parece que los demás lo intuían así. En "Capricho Imperial" una de las últimas colaboraciones con Marlene Dietrich, uno de los actores, Sam Jaffe no paraba de preguntarle y pedirle explicaciones sobre las indicaciones que iba dando en el transcurso del rodaje. No paso mucho tiempo hasta que Sternberg explotara y le dijera al actor: 

-"Señor Jaffe, soy Josef von Sternberg, y tengo miles de discípulos"

- "Tiene suerte. Jesucristo solo tenía doce" - fue la aguda respuesta del actor.

Sin duda era un director de gran carácter. Os dejo unas interesantísimas palabras suyas sobre la fase de montaje y el crimen o bendición que para una película pueden ser las tijeras:

"Cuando el actor ha terminado su actuación el producto no está todavía acabado. El trabajo se completa con la ayuda de unas tijeras, que suelen entrar en acción con el estudio en penumbra y manejadas por alguien que solo tiene una sutil idea (cuando la tiene) de la intención original y puede cortar la frase más importante, o acabar con la expresión a la que el autor da más énfasis. Pocos realizadores disfrutan del honor de presenciar esta importante operación, que ha sido arrebatada por la parte no creadora de la profesión. El montador, a veces un experto, que domina la mecánica de la que es especialista, es capaz de hacer hablar rápido a un tartaja o de que una persona se mueva a una velocidad por encima de lo normal. Puede alterar el proceso y cambiar  el tiempo y ritmo de toda la película o de un simple actor. Puede guardar piezas de la persona del actor cuando ya no actúa, por ejemplo, de cuando está pensando en la hora de comer, y eliminar con un corte de tijera aquellos fragmentos donde el actor estaba mejor. Puede retener cortes y hacer que manos y piernas parezcan piezas de grasa de ballena (aunque las deformaciones físicas no sean tan absurdas como las mentales), y puede hacer pensar a la actriz más desmemoriada del mundo, reteniendo partes de su físico que había tratado de esconder cautelosamente."

Imágenes: Imagen 1 de Flickr - (CC BY NC SA-2.0) - Imagen 2: Cortesía de Doctor Macro

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