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jueves, 31 de julio de 2025
Pollock: Jack el Goteador
miércoles, 30 de julio de 2025
Eurípides y las comadrejas
En la isla de Salamina hay una apartada gruta que es
conocida como “la cueva de Eurípides”, sobre la que existe la leyenda de que
era allí, donde apartado del bullicio de Atenas, escribía Eurípides sus
tragedias. Quién sabe si realmente fue ese el lugar donde escribió su "Orestes",
una de sus grandes obras y también una de sus grandes decepciones.
Según la leyenda, la primera representación de "Orestes" fue
todo un fracaso. Eurípides era más trágico que Esquilo y Sófocles (que ya es
decir) y sus obras debían mantener el tono adecuado para lograr transmitir la
profundidad y complejidad psicológica de sus personajes. Al actor Hegéloco, en
un momento de gran tensión de la obra se le trabó la lengua y en vez de decir
"galēnē" (calma) dijo "galên" (comadreja) con lo cual un
pasaje que, más o menos debía decir "después de la tormenta llega la calma" se
convirtió en "después de la tormenta llega la comadreja”. El error, en medio de tanta tensión dramática,
provocó una explosión de carcajadas de los asistentes y pronto el escenario se llenó de objetos lanzados por un público que se tomaba muy en
serio sus tragedias. Hegéloco, ridiculizado, no volvió a actuar. Para Eurípides
no fue bastante consuelo que posteriormente la obra lograra el éxito, según
algunas fuentes, abochornado por el suceso, abandonó Atenas y pasó sus últimos
años en Pella, en la corte del Rey Arquelao de Macedonia.
Su obra fue objeto de numerosas críticas, por ejemplo, era
acusado de misoginia, especialmente por parte de Aristófanes, debido a su
tendencia a presentar a las mujeres como seres dominados por las pasiones,
traicioneros o desenfrenados, baste recordar a Medea, Fedra o Clitemnestra,
pero también es cierto que fueron obra suya los personajes femeninos más
complejos y profundos de todo el teatro griego. Y no solo eso, por su tendencia
a mostrar una visión crítica con los dioses tenía fama de impío. Sus personajes
no dudaban en cuestionar los actos divinos y revelar las contradicciones y
crueldad de los mitos. A raíz de esta supuesta impiedad, se forjó la falsa
leyenda de que murió devorado por perros rabiosos y que incluso en el lugar
donde yacía su cuerpo nació una fuente de aguas ponzoñosas. No parece que se le
tuviera demasiado cariño.
Puede que, por esa capacidad suya de salirse de lo
establecido fuera tan admirado por Sócrates, que, si bien rara vez iba al
teatro, no faltaba si lo que se representaba era una obra de su amigo Eurípides.
Supongo que, ante la opinión tan negativa de muchos, sería un alivio para el
autor de “Orestes” contar con el aplauso de alguien tan valioso y exigente como
Sócrates.
En la imagen aparece una copia romana de un original griego de un busto de Eurípides presente en el Museo Pío Clementino de la Ciudad del Vaticano.
Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original
martes, 29 de julio de 2025
Toulouse Lautrec y el arte de la coctelería
Toulouse Lautrec fue el cronista de la vida bohemia de Paris
a través de sus maravillosos cuadros y carteles. Su ambiente predilecto eran
los cafés, los cabarés, los teatros, el Moulin Rouge y los prostíbulos de
Montmartre y Montparnasse. En sus pinturas cobraron vida artistas de la noche como
Jane Avril, Yvette Guilbert o La Goule, sobrenombre de Louise Weber, pero también
bailarines, borrachos y gentes pintorescas de la bohemia parisina que tenían en
la absenta, la peligrosa hada verde, su bebida preferida. Pero hoy nos olvidaremos de su faceta como pintor para centrarnos un poco en su afición a la coctelería.
Lautrec murió joven. Tan solo tenía 37 años cuando fue
vencido por su adicción al alcohol. Se le atribuye la frase: "Beberé leche
cuando las vacas se alimenten de uva", lo que ya da una idea de sus
fijaciones. Era amante del buen vino del que decía: "hace en la garganta
el mismo efecto que la caricia de una pluma de pavo real", pero también de
bebidas duras como el absenta y otras invenciones suyas de alta graduación. Y es que Lautrec no era un bebedor al uso. Igual que era un genio mezclando colores sobre la paleta, también hacía sus pinitos combinando licores, de hecho se le atribuyen combinados de nombres exóticos como el "Love Cocktail"
(Cóctel del amor) o el "Meadow Oysters" (Ostras de pradera), pero
entre todos ellos destacan especialmente dos.
El primero es el que presentó como "Rubor de doncella", nombre que hacía alusión a cómo se le subían los colores a las damiselas cuando lo tomaban. No es de extrañar el sofocón con esta mezcla de absenta, ginebra, el jugo de medio limón, un poco de azúcar glass y sirope de frambuesa.
El otro combinado era el llamado "Terremoto"
(tremblement de terre). Una mezcla a partes iguales de absenta y coñac a la que
dio aquel nombre porque al beberlo consideraba normal que se sintiera temblar
la tierra bajo los pies.
Con estos combinados, y también con elaborados platos de
cocina ideados por él, buscaba sorprender a sus amigos, disfrutando de la vida
e intentando olvidar sus propios fantasmas. Sus problemas físicos, sufridos
desde su infancia y su enanismo siempre fueron un lastre para él. A su madre le escribió: "Mi querida mamá,
definitivamente eres la gallina que empolló a un famoso pato".
Por si fuera poco, estaban los problemas emocionales con una
familia aristocrática que no aceptaba los ambientes en que se movía. No era una
situación la suya en la que resultara fácil mantenerse sobrio. Trago a trago,
terremoto a terremoto, se encaminó con paso firme hacia un alcoholismo severo
que no tardó en pasarle factura, con el tiempo llegaron los episodios de
delirium tremens, como cuando se imaginó rodeado de arañas y atemorizado por
sus alcohólicas visiones se puso a disparar sobre las paredes, episodios tras
los cuales sería ingresado en un sanatorio mental y posteriormente recluido en
su casa de Burdeos, donde permaneció hasta morir.
A juzgar por algunas fotografías parece que Lautrec supo pasarlo bien, sabía reírse de si mismo y le supongo tan orgulloso de su condición de alquimista de licores como de pintor, aunque será por esta segunda faceta, en la que nunca le tembló el pulso, por la que, con justicia, será siempre recordado. No en vano toda la bohemia, que era en realidad su verdadera familia, sigue bailando en sus cuadros.
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lunes, 28 de julio de 2025
Valle-Inclán: entre el hambre y la generosidad
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domingo, 27 de julio de 2025
Debbie Reynolds: La reina de "Cantando bajo la lluvia"
“Lo di todo, y ha sido divertido.”
Así cerraba su autobiografía Debbie Reynolds. La actriz falleció en diciembre de 2016, apenas un día después de su hija, Carrie Fisher, la inolvidable Princesa Leia de “La guerra de las galaxias”.
A pesar de algunos títulos sobresalientes, Debbie Reynolds es especialmente recordada por los amantes del gran cine por su participación en una de las mejores películas de entretenimiento de la historia del cine, el musical "Cantando bajo la lluvia", título en el que dio vida a la preciosa y vital Kathy Selden.
Debbie Reynolds era muy jovencita cuando comenzó el rodaje de “Cantando bajo la lluvia”, tenía tan solo 19 años y no le resultó nada fácil superar el reto que tenía ante sí, de hecho, tuvo que enfrentarse a todas las trabas que le puso el exigente Gene Kelly. Como decía la propia actriz en sus memorias: “Gene nunca me quiso para el papel. Pensaba que yo era solo una bailarina de claqué salida de una película infantil”.
Se cuenta que abrumada por el nivel exigido por Gene Kelly y las críticas a sus escasas dotes como bailarina, el gran Fred Astaire la encontró llorando desconsoladamente en un rincón del estudio escondida bajo un piano. Astaire, que era un gran amigo de Gene Kelly y tan buen bailarín como este, tras ver a la actriz en ese estado le propuso ayudarla con sus bailes para que pudiera superar el reto. No pudo encontrar mejor apoyo.
Para el rodaje de la escena de baile donde se cantaba "Good Morning", Donald O'Connor, Debbie y Gene Kelly, empujados por el perfeccionismo enfermizo de este último, realizaron decenas de tomas, algunas fuentes hablan de hasta cuarenta repeticiones del baile. No me explico cómo se puede mantener ese grado de vitalidad y alegría en algo tan complejo y exigente, durante tantas repeticiones. Cuando se dio por finalizada la escena, a Debbie Reynolds le sangraban los pies dentro de sus zapatos. Para su satisfacción, el esfuerzo tuvo como recompensa un número musical rebosante de alegría y dinamismo, icónico en la historia el cine. No es de extrañar que la actriz dijera: “Hacer Cantando bajo la lluvia y dar a luz fueron las dos cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi vida.”
No era fácil ser una estrella en Hollywood, aquella fabrica de sueños exigía que se supiera hacer de todo. La actriz decía al respecto:
“Si eres un bailarín, da clases de canto. Tienes que ser capaz de hacer todo y de hacerlo bien. Tienes que estudiar interpretación, tienes que apuntarte a talleres, a todo lo que se te ponga por delante... Y luego, cuando ya es estés preparado del todo, es el momento de salir al escenario y equivocarse”
Respecto a la vida de Debbie Reynolds, no entraré en las historias de sus maridos, ni en la traición de Eddie Fisher con Liz Taylor o en su fabulosa colección de vestuario de Hollywood, lo dejaré ahí, en ese maravilloso papel de Kathy Selden que la hizo inmortal, la reina de “Cantando bajo la lluvia”.
Woody Allen ha confesado que, cada vez que tiene un día de bajón, no duda en que el remedio perfecto es volver a ponerse delante de la pantalla para ver de nuevo "Cantando bajo la lluvia", la película, según él, más alegre, optimista y vital de la historia del cine. Es más, cuando hace unos años le entregaron un Goya honorífico a Antonio Mercero y subió a recoger el premio su hijo, por encontrarse su padre con alzheimer, dijo que lo único bueno de la enfermedad es que cada día su padre veía "Cantando bajo la lluvia" como si fuera la primera vez.
Good Mornig
sábado, 26 de julio de 2025
"Hombre mirando al sudeste": Sobre la locura y la estupidez humana
- Rantés: Usted también es un buen tipo pero no es feliz. Y lo que más me preocupa es que creo que lo sabe y no le importa. ¿Por qué los seres humanos parecen resignarse a tantas cosas que los están destruyendo? ¿Y por qué hacen tan poco por modificar esas cosas? ¿Se están suicidando por estúpidos o están pagando culpas? (...) ¿Por qué quiere curarme? ¿Me puede dar un motivo serio que podamos discutir ahora los dos?
-
Dr. Denís: Rantés, si usted no es un chiflado yo tendría que admitir que
realmente es un extraterrestre. ¿Sabe lo que eso significaría? Que el chiflado
soy yo.
- Rantés: La naturaleza sólo permite un desarrollo muy lento. Favorece más
fácilmente un cambio de especie que un cambio de conciencia. Yo soy más
racional que ustedes, respondo racionalmente a los estímulos. Si alguien sufre
lo consuelo. Si alguien me pide ayuda se la doy. ¿Por qué, entonces, usted cree
que estoy loco? Si alguien me mira lo miro. Si alguien me habla lo escucho.
Ustedes se han ido volviendo locos de a poco por no reconocer esos estímulos,
simplemente por haber ido ignorándolos. Alguien se muere y ustedes lo dejan
morir. Alguien pide ayuda y ustedes miran para otro lado. Alguien tiene hambre
y ustedes dilapidan lo que tienen. Alguien se muere de tristeza y ustedes lo
encierran para no verlo. Alguien que sistemáticamente adopta esas conductas,
que camina entre las víctimas como si no estuvieran, podrá vestirse bien, podrá
pagar sus impuestos, ir a misa, pero no me va a negar que está enfermo. Su
realidad es espantosa, doctor. ¿Por qué no dejan de una buena vez la hipocresía
y buscan la locura de este lado? Y se dejan de perseguir a los tristes, a los
pobres de espíritu, a los que no compran porque no quieren, o porque no pueden,
toda esa mierda que usted me vendería de muy buena gana; si pudiera, claro.
Para muestra un botón.... ese es uno de los sensacionales diálogos de "Hombre mirando al sudeste", una película argentina dirigida por Eliseo Subiela en 1986 que me resultó un verdadero descubrimiento cuando pude verla. Subiela contaba en una entrevista televisiva:
“Hombre mirando al sudeste es, en cierto modo, mi versión de El Principito. Rantés viene de otro planeta, como el principito, y su misión es observarnos. Pero ya no desde la ternura infantil, sino desde la angustia del que no entiende cómo el ser humano puede volverse tan cruel.”
Y sí que hay ecos de la novela de Saint Exupéry en la película, aunque en esta ya no hay zorros ni baobabs, la atención se centra aquí en los injustamente marginados, en los supuestamente locos, en aquellos que hacemos invisibles a nuestros ojos porque molestan a nuestra conciencia.
En “Hombre mirando al sudeste” se cuenta la historia de Rantés, al que da vida el actor Hugo Soto, un joven que llega a un psiquiátrico manifestando que es la proyección holográfica mejorada de una inteligencia extraterrestre con la que se pone regularmente en contacto orientando su ser hacia el sudeste. Su misión en la Tierra no es otra que estudiar el arma más terrible y devastadora del ser humano: la estupidez, pero no la que emana de la falta de ilustración, sino aquella que se define por la pasividad ante el mal y la degeneración de los valores.
Hugo Soto, según comentaba Subiela en una entrevista dada a la revista “El amante”, se sumergió completamente en el misticismo de Rantés:
“Hugo hizo un trabajo casi místico. Pasaba horas solo en su casa, sin hablar. Me decía que quería sentir lo que sentiría alguien que no entiende este mundo. No quería actuar, quería ser alguien que observa desde afuera.”
El personaje tenía tal carisma y un mensaje tan potente que parece que el actor quedó en cierta manera atrapado. Lorenzo Quinteros decía al respecto en una biografía de Subiela:
“Hugo no salía del personaje ni cuando terminaba el rodaje. Era como si
Rantés se lo hubiera comido por dentro.”
Algunas escenas de la película se rodaron dentro del Hospital Borda, un hospital neuropsiquiátrico en funcionamiento de Buenos Aires. El director del film tomó la, cuando menos, singular decisión de trabajar con pacientes auténticos allí internados, apareciendo en algunas escenas como extras, lo que sin duda dio un toque de autenticidad a la película. Subiela contó en una entrevista televisiva que el contacto con los internos fue emocionalmente muy intenso y que la conexión de estos con Rantés era realmente significativa.
“Algunos pacientes lloraban cuando veían a Rantés tocar el órgano o hablar del dolor humano. Creo que entendían lo que estaba diciendo más que muchos críticos de cine.”
Y no estaría nada mal que gran parte del pensamiento de Rantés nos calara tan hondo. Seríamos sin duda un poco mejores personas. “Hombre mirando al sudeste” es una película que nos invita a pensar sobre nuestros comportamientos diarios y la forma en la que enfocamos la realidad. Por cierto, en Hollywood, esa insaciable máquina devoradora de ideas, intentaron hacer su versión made in USA con Kevin Spacey y dieron a luz a una película titulada "K-pax" que, en mi opinión, no tiene ni un asomo de la magia de la original.
“Hombre
mirando al sudeste” es una verdadera joya del cine argentino. Aunque no deja de
abogar por una utopía, debería de ser de obligado visionado para todos.
Búsquenla y véanla si todavía no lo han hecho. Entréguense a la locura racional
de Rantés sin reparos. Les vendrá bien.
Imagen: Tomada de IMDb - Fuente
viernes, 25 de julio de 2025
Ray Charles y el nacimiento del "Soul"
En estos días en los que mi coche se mueve al ritmo de Ray
Charles parece que es el momento indicado para contar la historia de
su temazo "What'd I Say", una de esas canciones icónicas
en la historia de la música moderna, al resultar este el tema que da carta de
nacimiento a un nuevo estilo, nada menos que el soul, una mezcla entre Rhythm
& blues y gospel, aderezado con una pizca de doo-wop que hará las delicias
de muchos. Una canción que logrará por fin conquistar las emisoras de radio por
las voces de color. Asuntos como estos, relacionados con el nacimiento de un estilo musical siempre son
complicados y por supuesto no falta quien mantiene que más que
Ray Charles, el padre del invento sería Solomon Burke, James Brown o
incluso Sam Cooke. Ya los traeremos de visita en cualquier momento.
Hoy vamos con Ray.
Según contaba el propio Ray Charles en su
autobiografía “Brother Ray” la canción nació en un concierto
dado en un club nocturno de Milwaukee en 1959:
“Sucedió que estábamos tocando una de las
últimas piezas de baile y todavía teníamos que “cubrir” otros 12 minutos antes
de que finalizara la sesión. Un concierto típico de esta clase, incluyendo los
30 minutos del intermedio, se prolongaba unas cuatro horas. Era cerca de la una
de la madrugada y recuerdo que ya habíamos acabado todo nuestro repertorio. No
quedaba nada que se me pudiera ocurrir y entonces le dije a la banda y a las
"Raelettes”: ¡Escuchen, voy a tratar de jugar un poco, tocando y cantando.
Ustedes solamente síganme en lo que yo haga! Entonces, comencé a tararear algo,
unos pequeños compases que estaban flotando dentro de mi cabeza. Me sentí bien
y seguí tocando. Una cosa llevó a la otra, y me encontré cantando y pidiéndoles
a las chicas que repitieran después de mí…Luego, al poco tiempo, podía sentir
como toda la estancia retumbaba y se agitaba ferozmente”.
La canción tuvo un éxito inmediato y todos los asistentes
empezaron a demandarle el disco en el que pudieran volver a escucharla. Los
productores tenían serias dudas por su larga duración y por lo atrevido de su
letra y baile. Y es que la sociedad americana, puritana hasta la médula,
consideraba muy atrevidos los bailes y contoneos pélvicos de las "Raelettes" (así se llamaban las sensacionales coristas que acompañaban a Ray), que cargaban de sexualidad el tema. Evidentemente la canción terminó
grabándose, aunque eso sí, eliminando algunas frases como aquella de “mueve esa
cosa” y dulcificando un poco la letra.
Ray Charles contaba: “La canción se prestaba a ser
controvertida, no la digería todo el mundo” (…) “Fue prohibida en varias
estaciones de radio. Decían que era muy sugestiva. Bueno, estoy de acuerdo. No
debo ser yo quien juzgue mis propias canciones, pero, si no puedes comprender
“What’d I Say”, entonces, es que algo está mal”.
Ray tenía 27 años cuando compuso este tema que llegó al nº 6
el Billboard Hot 100 y al nº 1 del afamado Hot R&B Songs. Aún hoy se la
sigue considerando como una de las 10 mejores canciones de todos los tiempos en
algunas listas como la de la revista Rolling Stone.
Y como las fiestas y los conciertos siempre se cierran con
alegría, con algo enérgico y de lo mejor del repertorio, una pieza que haga
vibrar a los asistentes y les haga llevarse buen sabor de boca, Ray Charles
escogió este tema para cerrar sus conciertos. Y tenía sus razones:
“What’d I say” es mi último número en un escenario porque
la canto cuando siento que he llegado al final. Es algo así como mi último
aliento. Después, ya no soy nada”. “Lo que quieres hacer es subirle el
entusiasmo a la gente. Les comienzas a calentar, y lo haces durante la primera
mitad, entonces, sus pies comienzan a moverse. Seguidamente, comienzan a mover
sus cabezas y, después, tienen sus bocas abiertas y están gritando y aclamando
donde cada uno puede saltar y pasar un muy buen rato. Es una gran sensación
cuando puedes tener a tu audiencia envuelta y compenetrada contigo… Cuando
canto “What’d I Say” no tienes de qué preocuparte, ¡¡ese es mi final!!; no
habrá ninguna repetición, no hay nada. ¡¡He terminado!!”
Ray Charles, que provenía de una familia muy humilde, tenía
la tradición personal de celebrar sus grandes éxitos comprándose un Cadillac
nuevo. Su carrera musical le llevó a tener nada menos que diecisiete. Imagínense
su cochera. “What’d I say” lo llevó directo al séptimo de ellos. El de la
suerte. “Nada me entusiasmaba como aquel Cadillac de 1960″, decía
el Sr. Charles. El mismo entusiasmo que han sentido generaciones enteras con su
música, aunque sonara en un humilde pero valiente Seat 600.
Mejor escucharlo:
jueves, 24 de julio de 2025
Edgar Degas, Leonardo da Vinci y el valor del arte
Se cuenta que en cierta ocasión el pintor francés Edgar Degas (1834-1917) fue invitado a la boda de una de sus modelos. Cuando llegó el momento de felicitar al marido, no se le ocurrió otra cosa que decirle:
"Es la primera vez que veo a su mujer vestida y casi le diré que me gusta más así. Le felicito"
No sé si la chica sería la modelo del famoso cuadro "El barreño" que abre esta anécdota, ni si realmente las palabras de Degas eran un cumplido y mucho menos acertar a saber cómo se lo tomaría el marido... En cualquier caso, la anécdota solo servía de aperitivo para hablar de la manera harto curiosa en la que Edgar Degas valoraba su obra.
Actualmente Degas es uno de los artistas más cotizados en el mercado del arte y el cuadro de una de sus famosas bailarinas: "Danseuse au repos" fue subastado en Sotheby's en 1999 por aproximadamente 28 millones de dólares, lo que para seguir con el artículo más adelante y poder comparar equivaldría (sin actualización inflacionaria) a unos 150 millones de marcos franceses.
El caso es que, encontrándose Degas aún con vida, supo que su famoso cuadro "Danseuses à la barre" se había vendido por 500.000 francos de la época. El pintor al enterarse dijo: "El que pintó este cuadro no es necesariamente un imbécil; pero el que ha pagado ahora quinientos mil francos por el cuadro es, necesariamente, un idiota"
Uno no sabría muy bien como valorar las palabras del pintor si no fuera por otra anécdota que deja muy claro cuál era el fiel con el que valoraba sus propias obras. Degas, al parecer siempre despreció el dinero y sus cuadros los vendía ciertamente baratos. De hecho, se enfadaba notablemente si llegaba a saber que uno de sus cuadros había sido revendido por un valor superior. Es lo que sucedió con un amigo suyo que le había comprado un cuadro por 3000 francos y que tiempo después lo vendió por 30.000. Un negocio redondo para el vendedor y una verdadera traición para el pintor que le dijo a su amigo: ¿Es que no te gusta mi pintura? El amigo, que no se atrevía a confesarle que había aprovechado la ocasión para hacer negocio, balbuceó: "Me lo han pagado bien y....". Degas no lo dejó terminar y sentenció:
- Y como a ti ya no te gusta, lo has vendido. Desengáñate, pagaste tres mil francos porque te gustaba; y el que ha pagado ahora treinta mil, no lo ha hecho porque le guste el cuadro, sino porque lleva mi firma. Es triste para un pintor que se pague más por su firma que por su pintura.
miércoles, 23 de julio de 2025
La Roldana vence a su marido o "El Arcángel San Miguel venciendo al demonio"
En la historia del arte no han sido demasiadas las mujeres
que han logrado trascender. Una de ellas es la sevillana Luisa Ignacia Roldan
Villavicencio, hija del escultor Pedro Roldán y conocida por este hecho como
"La Roldana". Ya en el taller de su padre demostró su habilidad desde
temprana edad y con solo catorce años firmaba y vendía pequeñas esculturas por su
cuenta. Más singular y extraordinario para una mujer es que lograra, en pleno
siglo de oro español, conseguir ser escultora de cámara del Rey de España
Carlos II, algo realmente insólito. Algunas veces, y esta es la prueba, el talento logra abrirse
camino.
A pesar de su aparente éxito, La Roldana paso siempre muchas
estrecheces económicas. Poco antes de morir en la completa indigencia, llegó a
firmar una declaración de pobreza y años antes había escrito al Rey, para el
que trabajaba, una súplica que decía: "Me hallo con mi marido e hijos
faltos de todo, hasta del pan de cada día...". Nunca fue fácil la vida de los artistas y menos en España.
Pero si en algo le sobraba era talento y una prueba
portentosa del mismo es su "Arcángel San Miguel venciendo al demonio"
(1692), obra maravillosamente policromada y tallada en madera de cedro que además encierra una sorprendente anécdota. Como quiera que según la tradición los
ángeles no tienen sexo, La Roldana decidió dar a San Miguel cuerpo y rostro de
mujer. Aunque no hay una evidencia documental de la época, si hay
investigadores modernos que sostienen la atractiva teoría de que la escultora talló
su propio rostro en el Arcángel y que como venganza por el mal comportamiento y
falta de apoyo en todos sentidos que su marido, Luis Antonio de Arcos, tuvo
siempre con ella, utilizó el rostro de este en el demonio que tiene a sus pies,
por supuesto desnudo, con cuernos y rabo. Para algunos puede ser éste el
demonio más asustado de la historia del arte. Allí le tienen, ya derrotado y
vencido, mirando desesperado al Arcángel San Miguel transfigurado en su esposa,
que a pesar de su rostro sereno se muestra decidida a darle el golpe de gracia
con su espada flamígera. Como decía Serrat "Harta ya de estar harta…".
Su marido, que firmaba más de un contrato por su esposa
rezando con ello como autor, provocó que La Roldana, orgullosa como estaba de
esta majestuosa escultura de más de dos metros y medio de altura, se asegurara
de firmarla, no una sino hasta dos veces. Supongo que no quería que nadie
dudara que aquella maravilla tenía alma de mujer.
Puede que solo sea una leyenda, una interpretación moderna
del empoderamiento de la mujer, pero es de esas leyendas, tan bien traídas, que
gustan tenerlas por verdad.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY-SA 4.0 - Fuente Original
martes, 22 de julio de 2025
Esquilo y el destino: La muerte más curiosa de la historia
lunes, 21 de julio de 2025
El debut del joven Chopin: Un pianista de "cuello" blanco
“La simplicidad es el logro final. Tras haber tocado una
gran cantidad de notas y más notas, emerge la simplicidad como la recompensa
suprema del arte.” (Frédéric Chopin)
El talento musical de Chopin a los siete años era prodigioso, tanto que no pocos lo comparaban con Mozart. A esa corta edad ya componía polonesas, era capaz de improvisar al piano fluidamente y por supuesto era un hábil pianista. Antes de cumplir ocho años, el 24 de febrero de 1818, Chopin, al que su familia llamaba Frycek, dio su primer concierto público en Varsovia durante una gala benéfica celebrada en el palacio de la familia Radziwill. Ejecutó un concierto para piano del ya hoy casi olvidado Adalbert Gyrowetz, pero que en aquel entonces era tan popular como Haydn o Mozart.
Cuenta la leyenda, repetida en algunos textos románticos, que su madre lo vistió para ocasión tan especial con un trajecito que iba adornado con una elegante chorrera de encaje alrededor de su cuello. Antes de tocar todos le alabaron su elegante presencia, incluso el joven Chopin se sentía esplendoroso con aquellas ropas.
Cuando terminó el concierto el éxito fue inmenso y la gente aplaudía de forma entusiasta al joven genio del piano que se mostraba por primera vez ante sus ojos.
Ulrich Rühle en su libro "Locos por la música - La juventud de los grandes compositores" lo cuenta así:
-¡Bravo al nuevo Mozart! -se oía gritar al público.
Todo el mundo quería estrechar la mano del joven pianista, y Nicolas tuvo que proteger a su hijo de las damas embelesadas.
De vuelta a casa contó cómo había sido el concierto.
-Ven Frycek, siéntate aquí, a mi lado -dijo la madre-, y cuenta lo que ha pasado. ¿Qué es lo que más ha gustado al público?
-Mi cuello blanco, máma, mi cuello blanco nuevo, exclamo contentísimo Frédéric.
Justyna tuvo que sonreír.
-Y, fíjate, mamá, siete personas muy distinguidas me han invitado a tocar en su casa. Todos quieren verme y oírme otra vez. ¿Me dejarás llevar el traje nuevo?”
Las damas de la alta sociedad le llamarían cariñosamente "Chopinek" y no hubo salón o palacio de cierto rango en Varsovia en el que no fuera invitado en su calidad de nueva sensación musical. Chopin acudía seguro de su éxito, puede que no tanto por sus probadas habilidades musicales, sino por poder vestir de nuevo su cuello blanco, al que el siempre humilde Chopin, arriba retratado por María Wodzynska, atribuía la razón de su éxito.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0 - Fuente Original
domingo, 20 de julio de 2025
Ryan Gosling: Entre el silencio y el arte de lo sutil
“Creo que los momentos que más importan son los que no se dicen. Muchas veces, lo que intento es crear espacio en una interpretación. Espacio para que el espectador sienta algo o piense algo.”
“Creo firmemente en el silencio, especialmente en el cine. Creo que el silencio tiene mucho más poder del que la gente imagina. Si puedes transmitir todo lo necesario con una mirada, eso basta.”
Son palabras de Ryan Gosling, un actor al que se le empezó a tomar en serio con "El diario de Noa" (The Notebook, 2004), un exitoso melodrama romántico en el que, curiosamente, consiguió el papel de Noah por no ser especialmente guapo. El actor declaró en una entrevista:
“Me eligieron para The Notebook porque el director pensó que yo no era como los otros actores de Hollywood. Dijo (Cassavetes): ‘Tú no eres guapo, no eres cool, eres un poco raro. Eres perfecto para este papel’".
El director Nick Cassavetes lo confirmaba cuando decía: “No quería a alguien convencionalmente guapo. Quería a alguien con alma”. Y no cabe duda de que el chico, además de alma, atesoraba unos recursos que pronto le harían singularmente atractivo para la gran pantalla. Guardaba su encanto en pequeños matices que poco a poco fue haciendo valer, hasta conseguir papeles de gran intensidad dramática.
El actor no necesita mucho para resultar altamente expresivo. Denis Villeneuve, que lo dirigió en la sensacional "Blade Runner 2049", lo definió como "el actor del milímetro emocional", un actor que según añadía el director: "Puede expresar un terremoto interno con un leve movimiento de los ojos". Esa contención emocional es ya una seña de identidad para el actor, algo que resulta muy evidente en "Drive" (2011 - Nicolas Winding Refn), en el que logra mantener la tensión y la fuerza del personaje sin articular apenas palabras, recordando mucho a aquel ser imperturbable al que dio vida Alain Delon en "Le Samouraï" (1967 - Jean Pierre Melville), una de las obras cumbre del cine policíaco francés y que curiosamente tuvo como título alternativo "El silencio de un hombre".
Ese control gestual que impone Gosling en sus escenas forma parte de su magia, tanto que le vienen como anillo al dedo las palabras que le dedicó Melville a Alain Delon a raíz de su papel en "Le Samouraï": "No necesita palabras, un gesto vale por un poema. Su rostro contiene la violencia de un asesino y la tristeza de un niño perdido". No es nada fácil conseguir ser un maestro en el arte de actuar en la atmósfera de lo sutil y a la vez evidente, en el dominio de lo aparentemente invisible. Lograr que una mirada resulte contenida cuando es patente para el espectador que por dentro del personaje arde un volcán de emociones.
Gosling siempre ha sido un actor metódico a la hora de preparar sus papeles, tanto si tenía que ensayar una sonrisa especialmente fría para su papel como replicante en "Blade Runner 2049", aprender a tocar las piezas de piano que aparecen en la deliciosa "La La Land" para interpretarlas el mismo, así como lograr dominar decentemente las coreografías de baile de ese mismo film. Aunque ha sido muy alabado por su rol de Ken en "Barbie" y ha demostrado con creces su adaptabilidad, no creo, personalmente, que esté a la altura de anteriores trabajos suyos.
Sobre su forma de abordar sus personajes, el propio actor confesó en una entrevista sobre "Blue Valentine":
"Todos mis personajes son como yo. No soy lo suficientemente buen actor como para convertirme en un personaje. Oigo hablar de actores que se convierten en el papel y pienso: "Me pregunto qué se siente". Porque para mí, todos son como yo. Me identifico con estos personajes porque aspectos de su personalidad se asemejan a mí. Y simplemente realzo las partes de mí que son ellos y rechazo las que no lo son".
Parece que el actor es, en sí mismo, toda una caja de sorpresas. Silenciosas pero poderosas.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY 2.0 - Fuente Original
sábado, 19 de julio de 2025
Las cartas de despedida de Virginia Woolf
28 de Marzo de 1941
Queridísimo,
Estoy segura de
que me estoy volviendo loca de nuevo. Siento que no podremos superar otro de
aquellos terribles tiempos. Y no voy a recuperarme esta vez. Empiezo a oír
voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece
mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en cada aspecto todo
lo que se podría ser. No creo que otras dos personas hayan sido más felices
hasta el momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. Ya no puedo
enfrentarla. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mi podrías trabajar. Y
lo harás, lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente.
No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida.
Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte...
que todo el mundo lo sabe. Si alguien hubiera podido salvarme, habrías sido tú.
En mí no queda nada más que la certidumbre de tu bondad. no puedo seguir
destrozando tu vida por más tiempo.
No creo que dos
personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.
V.
Esa fue la carta que dejó a su marido en un sobre azul en la mesa del salón, a su lado había otra carta dirigida a su hermana Vanessa, en la que se expresaba en los siguientes términos:
Queridísima:
No puedes imaginar
cuánto me gustó tu carta. pero creo que he ido demasiado lejos esta vez como
para volver nuevamente. Ahora tengo la certeza de que me estoy volviendo loca
de nuevo. Es tal y como fue la primera vez, siempre estoy oyendo voces, y sé
que no habré de superarlo ahora.
Todo lo que quiero
decir es que Leonard ha sido asombrosamente bueno, cada día, siempre; no puedo
imaginarme que alguien haya podido hacer más por mí de lo que él ha hecho.
Hemos sido perfectamente felices hasta las últimas semanas, cuando este horror
comenzó. ¿Le harás saber esto? Siento que él tiene tanto por hacer que seguirá
mejor sin mí, y tú lo ayudarás.
Ya casi no puedo
pensar claramente. Si pudiera te diría lo que tú y los niños han significado
para mí. Creo que lo sabes.
He luchado, pero
ya no puedo más.
Después de que Virginia Woolf escribiera estas dolorosas cartas, como lo son todas las de suicidio, me la imagino caminando a paso lento con su abrigo hacia el río Ouse, cercano a su casa y ya junto a él, llenar sus bolsillos de piedras, dejar su bastón junto a la orilla, que sería lo único que encontraría su marido cuando salió a buscarla, para a continuación adentrarse poco a poco en las aguas del rio y ya sin solución, desaparecer en ellas.
Su cuerpo no sería encontrado hasta veinte días después por unos chiquillos que paseaban con sus bicicletas junto al río y que en un principio confundieron su cuerpo con un tronco flotando. La policía anotó que su reloj se había parado a las 11'45 horas. Su doliente esposo, al que tanto intentó atenuar el golpe la escritora, enterró sus cenizas bajo un árbol. Virginia Woolf dijo en alguna ocasión: "La vida es sueño, es la realidad la que nos mata". Supongo que aquella realidad que se mostraba a sus ojos, en plena crisis por su enfermedad, le resultó más insufrible que nunca. Eran tiempos difíciles. No hacía mucho que su casa, en el londinense barrio de Bloomsbury, había quedado destruida por un bombardeo de los alemanes, obligándola a mudarse y a cambiar el entorno en el que se sentía arropada y segura, el propio estado de guerra total que vivía el mundo y el escaso éxito que obtuvo una de sus obras ayudaron a sumirla en aquel estado de profunda desesperanza. Una tremenda pérdida. Más allá de sus magníficos libros, con tan sólo su retrato, el de arriba, obra de George Charles Beresford, habría sido necesaria mantenerla en la memoria. Es una obra de arte. Preciosa en su languidez.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0 - Fuente Original
viernes, 18 de julio de 2025
Goethe, Beethoven y el orgullo
“Recomiendo que no te preocupes por la opinión del mundo: nunca he considerado necesario rogar a alguien que me quiera, y si tengo una cualidad que me distinga, es mi firmeza e independencia.” (Beethoven)
Goethe y Beethoven coincidieron en 1812 en el Balneario de
Teplice (Teplitz), hoy en territorio de la República Checa. Beethoven solía
frecuentar los balnearios para calmar sus dolencias físicas y Teplitz
era famoso por su spa, con aguas termales muy apreciadas por sus supuestas
propiedades curativas. Por la misma razón era también un lugar frecuentado por
la nobleza y la alta sociedad austriaca, incluida la familia imperial y su
corte.
Cierto día, Goethe y Beethoven decidieron dar un paseo juntos
en coche de caballos. La calle estaba totalmente abarrotada de gente, que al
reconocer a estos dos grandes genios los saludaban efusivamente.
- Es molesto ser tan conocido y célebre -dijo Goethe al músico- ahora me saluda
todo el mundo
Cuando volvieron a reunirse instantes después, Beethoven le recriminó a Goethe su gesto de la siguiente manera:
- ¿Por qué has dejado el camino a estos hombres? Ellos no son nada. Morirán
consigo mismos. Nosotros viviremos siempre. Los nombres de Goethe y Beethoven
los repetirán muchas generaciones venideras.
Beethoven en estado puro. Abundando en esa opinión merece la pena recordar al compositor Carl Czerny, posiblemente el mejor alumno de Beethoven, quien al recordar a su maestro, citaba las siguientes palabras suyas: “El arte exige que uno no se doblegue ante príncipes: tengo mis propias cortes reales en mi mente”.
Sin duda Beethoven era un hombre de carácter consciente de su propia valía y de que las musas le susurraban al oído las mejores melodías como en la imagen de entrada. No es extraño que tras el citado encuentro, Goethe escribiera a Christiane von Goethe las siguientes palabras para resumir la impresión que le había producido el músico:
"Nunca he visto un artista más concentrado, lleno de energías e intenso. Puedo comprender muy bien que su relación con el mundo sea extraña".
Del mismo encuentro le escribió Goethe a Zelter de esta forma:
"He conocido a Beethoven en Teplice. Su talento me asombra; por desgracia, tiene una personalidad completamente salvaje. Es posible que tenga algo de razón al considerar que el mundo es un lugar detestable, pero, seguramente, no lo vuelve un poco más agradable, ni para él ni para los demás, con su actitud. Se le puede perdonar fácilmente, por otro lado, y, en gran parte, se le compadece, porque su sentido del oído le está abandonando, circunstancia que perjudica menos la parte musical de su naturaleza que la social. Tiene un carácter lacónico, doblemente agravado por su enfermedad"
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC0 - Fuente Original
jueves, 17 de julio de 2025
¿Por qué B.B. King llamaba "Lucille" a todas sus guitarras?
Y tocándolas, como sólo él sabe hacerlo, nos hará feliz también a nosotros. No en vano, B.B. King es uno de los pilares fundamentales del blues y protagonista del mismo durante gran parte de su historia.
Nadie habría imaginado que aquel chico de un pueblecito
del sureño estado de Mississippi, marcado a fuego por la pobreza, el racismo y
el duro trabajo en los campos de algodón algún día sería el indiscutible “Rey del Blues”.
El mismo hablaba así de sus primeros años: “Empecé
a recoger algodón cuando tenía 7 años. Trabajaba desde el amanecer hasta el
anochecer... Ganaba 35 centavos al día”. Con el tiempo lo que ganó fue el
cariño, respeto y admiración de todos los amantes de la música y, no hay que
olvidarlo, 15 premios Grammy.
Su verdadero nombre era Riley B. King y su apodo de B. B. King deriva de su etapa como DJ en un programa de radio de la emisora WDIA de Memphis. Allí se presentaba como "Beale Street Boy King", apodo que con los años acortó a “Blues Boy” y por último a su enigmático B.B. una marca acreditada que solo podría discutírsela Brigitte Bardot.
Agradecido a su guitarra, sobre todo a la primera, le dedicó una canción, “Lucille”, que comenzaba diciendo:
“El sonido que estás escuchando es el de mi guitarra. Se llama Lucille, y estoy loco por ella. Lucille me sacó de la plantación… podría decirse que fue ella quien me trajo la fama.”
miércoles, 16 de julio de 2025
Preminger: No hay isla desierta si uno se tiene a sí mismo
“Vivo en el presente. Cuando termino una película, queda
atrás. Mi recompensa está en el trabajo, no en un montón de viejos recuerdos.”
Son palabras del gran director de cine Otto Preminger, aunque parece que no le era tan fácil desentenderse de todas las películas que había rodado y las tenía muy presentes. Eso se desprende de la siguiente anécdota. Cuando en febrero de 1980 acudió al famoso programa de radio británico "Discos en una isla desierta" como parte de la promoción de “El factor humano”, la que sería a la postre su última película. El presentador Roy Plomey se encontró con un irónico y difícil invitado, no en vano al director lo apodaban “Otto el Ogro” y que en base a sus respuestas parecía ser el centro de su propio universo.
- ¿Qué ocho discos se llevaría a una isla desierta, señor
Preminger? -le preguntó Plomey.
Preminger, como si no tuviera abuela contestó: - Los discos
de las bandas sonoras de "Éxodo", "Anatomía de un
asesinato", "Porgy and Bess", "El hombre del brazo de
oro", "Carmen Jones", "Laura", "La luna es
azul" y "Tempestad sobre Washington".
Supongo que a Plomey no le pareció mal la respuesta. Sin
duda todas ellas era películas excelentes, eso sí, dirigidas por el propio Preminger. Supongo que Plomey puno pensar que al
fin y al cabo, la banda sonora de “Laura” es una verdadera delicia. La sorpresa
vino con la siguiente pregunta:
- ¿Y qué libro se llevaría?
- Mi autobiografía - sentenció rotundo Preminger.
No cabía duda de que el director se tenía en gran estima,
algo que terminó de confirmar con su respuesta a la última pregunta:
- ¿Y qué artículo de lujo llevaría con usted?
- Un espejo. (aunque según otras versiones dijo que se
llevaría un bonito reloj)
Genio y figura hasta la sepultura. Quién necesita compañía cuando se tiene tanto amor por uno mismo.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY-SA 3.0 - Fuente Original
martes, 15 de julio de 2025
Jacques Brel y la gran mentira de "Ne me quitte pas"
Pues sí, "Ne me quitte
pas", una de las mejores canciones de amor de la historia, parece esconder
una gran mentira, al menos eso mantiene el periodista Julián Ruiz en un
artículo publicado en el Diario El Mundo en marzo de 2014. Según este, Jacques Brel estaba
casado y con tres hijos cuando en 1959 rompió su relación con la que fue mucho
más que su amante, la interesante Suzanne Gabriello, también conocida como
"Zizou" (como Zinedine Zidane). Una actriz cómica francesa de
maravillosa sonrisa que según se cuenta habría ayudado a Brel a introducirse en
ambientes selectos de la cultura parisina. Fue ella quien ayudó al cantante
belga de forma decisiva en la formidable puesta en escena de su famoso
concierto en el Olimpia de Paris, lugar en el que Zizou era locutora. Este
concierto resulta crucial en la carrera de Jacques Brel, el momento desde el
cual empezaría a gozar del reconocimiento general como compositor y cantante.
Fueron cinco años de pasión y secretos, de separaciones y reconciliaciones entre Brel y Zizou, un amor que iba mucho más allá de la simple aventura y que terminaron abruptamente. Según recogen algunas fuentes, parece ser que Zizou habría quedado embarazada de Brel, quien incapaz de divorciarse por sus convicciones religiosas, reniega de dicha paternidad y de cualquier posibilidad de futuro juntos. Zizou, furiosa por el cobarde gesto del cantante, le habría amenazado con hacer pública la situación pero en vez de eso, tras verse abandonada, abortó. Brel por su parte se alejó todo lo que pudo alegando el deber que tenía para con su familia, la misma que tiempo atrás había alejado de sí mismo para vivir su amor con Zizou con mayor libertad.
Muchos apuntan a que la relación entre Brel y Zizou fue la inspiración, meses después de la ruptura, del famoso "Ne me quitte pas", una letra que pudiera parecer el cántico por excelencia del hombre que ruega e implora el no ser abandonado por la mujer amada, llegando a la más rotunda humillación de aceptar convertirse en una sombra de ella o incluso de la de su perro; pero la verdad parece ser otra, esas palabras, si no las mismas muy parecidas, bien pudieron haber salido de la boca de Zizou; no en vano era ella la abandonada a su suerte después de su turbulento romance.
Para Brel fue siempre una canción
dolorosa, una especie de castigo y humillación que se imponía a sí mismo por su
reprobable comportamiento con Suzanne Gabriello. Edith Piaf, que también cantó
la canción (versionada miles de veces), parece que dijo tras escucharla por
primera vez: "Un hombre no debería cantar cosas así" y según se
apunta en el artículo de Julián Ruiz, esta nunca habló bien de Brel pues sabía
de la historia real que había tras la canción.
Brel pensaba que las letras y los
pensamientos no eran suficientes para llegar a lo más profundo de sus oyentes y
que era necesario darle un toque más. Tras recibir clases con Philippe Clay,
famoso actor y cantante francés, Brel decidió teatralizar sus interpretaciones,
algo que se convirtió en un punto determinante en "Ne me quitte pas",
hasta el punto de convertirla en una combinación perfecta entre la letra y lo
que nos transmite la dolorosa expresión del cantante que hasta parece llorar al
cantarla.
Supongo que Zizou cuando lo veía
tan afectado pedir que no se le abandonara se acordaría de aquella otra canción
de la Lupe que decía:
"Teatro... lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro. Fue tu mejor actuación, destrozar mi corazón y hoy que me lloras de veras, recuerdo tu simulacro. Perdona que no te crea, me parece que es teatro y acuérdate que según tu punta de vista yo soy la mala!"
Pero dejémonos de Lupes, y vamos
a la canción, sin duda maravillosa. La canción parece estar trufada de pequeñas
influencias, conscientes o inconscientes para el autor. Brel mezcló
magistralmente sus sentimientos con una pizca de Liszt y algún pasaje de su
Rapsodia húngara nº 6, su pieza favorita cuando era solo un niño que aprendía a
tocar el piano, añadió unos ecos que recuerdan vagamente a Beethoven y su
sonata nº 17 para piano, y le insufló algunos pensamientos de Dostoievski que
hacía que uno de sus personajes se ofreciera como un perro a la mujer perdida.
Finalmente, como amante de la poesía que era, lo aderezó todo con algunos
versos de Lorca singularmente parecidos a ciertos pasajes de la canción.
Zizou siempre mantuvo que Brel
escribió "Ne me quitte pas" para ella e incluso mantenía que se la
cantó en presencia de amigos. Por contra Brel lo negaba rotundamente,
calificando la canción como "la historia de un imbécil y un fracaso. No
tiene nada que ver con ninguna mujer" y abundaba en otra entrevista: “No
es una canción de amor, es una canción sobre la cobardía de los hombres.”
Dijera lo que dijera Brel, es evidente que el tema tiene que ver con una mujer
y es una canción de amor, o de desamor si ustedes quieren, que no deja de ser la otra cara de la misma moneda.
El tema apareció en septiembre de
1959 en el álbum de Jacques Brel titulado "La valse à mille temps", y
aunque no fue un éxito instantáneo, con el tiempo se convertiría en todo un
himno al amor perdido, versionado por los mejores cantantes que cayeron
igualmente rendidos a la magia y belleza de esta incomparable canción.
No me dejes...
deberíamos olvidarlo,
todo puede olvidarse,
lo que ya se fue,
olvidar aquel tiempo de malentendidos
y el tiempo perdido,
aprendamos cómo
olvidar aquellas horas
que a veces mataban
a golpes de porqués
el corazón de la felicidad.
No me dejes
No me dejes
No me dejes
Te ofreceré
perlas de lluvia
que vienen del país
donde nunca llueve.
Escarbaré la tierra
incluso después de muerto
para cubrir tu cuerpo de oro y luz.
Crearé un reino
donde el amor será el rey,
donde el amor será la ley
y tú serás la reina.
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No me dejes.
Inventaré para ti
palabras sin sentido
que sólo tú entenderás.
Te hablaré
de aquellos amantes
que vieron por dos veces
sus corazones abrazarse.
Te contaré
la historia de aquel rey
que murió por no haber
podido conocerte.
No me dejes
No me dejes
No me dejes
¿Acaso no se ha visto
renacer el fuego
de un antiguo volcán
que se creía demasiado viejo?
¿Acaso no existen
tierras quemadas
que dan más trigo
que el mejor de los abriles?
Y cuando llega el atardecer,
para que un cielo se inflame,
¿acaso el rojo y el negro
no se abrazan también?
No me dejes
No me dejes
No me dejes
No me dejes.
No lloraré más,
no hablaré más,
me esconderé
para verte bailar, sonreír
y para escucharte
cantar, y después reír.
Déjame ser
la sombra de tu sombra,
la sombra de tu mano,
la sombra de tu perro. Pero...
No me dejes
No me dejes
No me dejes
Fuente: Principalmente La triste historia de "Ne me quitte pas" (El Mundo - Julián Ruiz)
Imagen: Tomada de Pinterest - Fuente Original