jueves, 31 de julio de 2025

Pollock: Jack el Goteador

 


Jackson Pollock explicó así su forma de pintar en una entrevista con William Wright, en 1950:

"Mi pintura no procede del caballete. Por lo general, apenas tenso la tela antes de empezar, y, en su lugar, prefiero colocarla directamente en la pared o encima del suelo. Necesito la resistencia de una superficie dura. En el suelo es donde me siento más cómodo, más cercano a la pintura, y con mayor capacidad para participar en ella, ya que puedo caminar alrededor de la tela, trabajar desde cualquiera de sus cuatro lados e introducirme literalmente dentro del cuadro. Se trata de un método similar al de los pintores de arena de los pueblos indios del oeste. Por eso, intento mantenerme al margen de los instrumentos tradicionales, como el caballete, la paleta y los pinceles. Prefiero los palos, las espátulas y la pintura fluida que gotea y se escurre, e incluso un empaste espeso a base de arena, vidrio molido u otros materiales inusuales adicionados. Cuando estoy en la pintura no me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Sólo después de una especie de período «de acostumbramiento» (logro) ver en lo que he estado. No tengo miedo de hacer cambios, destruir la imagen, etc, pues la pintura tiene una vida en sí misma. Trato de que ésta surja. Sólo cuando pierdo el contacto con la pintura, el resultado es una confusión. Si no, es pura armonía, un fácil dar y tomar y la pintura sale muy bien"

Sirvan estas palabras del propio Pollock para poder comprender la dimensión psicológica del autor ante la creación de una de sus aparentemente caóticas obras. Nacido en 1912, este pintor estadounidense llegó a convertirse en uno de los pintores más importantes del siglo XX. Su forma de pintar, a base de goterones y salpicaduras ayudado de cualquier utensilio —lo que se conoce como "dripping" o "drip painting"— termina creando cuadros densamente cargados de pintura, sin espacios vacíos, en los que curiosamente reina un determinado orden y se constituirá en punta de lanza de un movimiento que será conocido como "Action painting".

Debido a esta curiosa forma de pintar, Jackson Pollock se ganó el apodo de "Jack the Dripper", - Jack el goteador- en un evidente juego de palabras con el nombre del famoso "Jack el destripador" (Jack the Ripper). Lo que Pollock plasma en la tela no era una imagen, sino un hecho, una acción y aunque su pintura puede parecer aparentemente fácil, su obra es extremadamente difícil de copiar dado el punto de supuesto azar que interviene en cada cuadro y el especialísimo proceso creativo que se gestaba previamente en la mente del autor. Pollock mantenía: “No hay accidente. Cada línea, cada gota, está pensada.”

El apoyo de Peggy Guggenheim fue determinante en su evolución artística. En 1943, la célebre coleccionista de arte encargó a Pollock un mural para la entrada de su casa en Nueva York, pero este se encontraba bloqueado y no comenzaba el encargo. Peggy le presionó seriamente con retirarle su apoyo si no lo finalizaba de inmediato, obligándolo así a aclarar sus dudas. La célebre coleccionista de arte lo contaba así en sus memorias: “Tuve que amenazar con despedirlo si no terminaba el mural. Finalmente, su esposa Lee (Krasner) lo encerró en la habitación con el lienzo. Lo terminó en una noche.” Con el tiempo, aquella pintura se convirtió en una obra referencial y ahora, bajo el título “Mural”, se conserva en el Museo J. Paul Getty de Los Ángeles.

El influyente crítico de expresionismo abstracto, Clement Greenberg, se refirió al artista como “El pintor más grande de su generación” y la Revista Time publicó en 1950 un artículo con Pollock como protagonista en el que preguntaba: “¿Es el mejor pintor vivo de los Estados Unidos?”. Su fama sería ya imparable.

Y a pesar de ello Pollock vivía en sus últimos meses en una espiral autodestructiva. Murió joven en un accidente de tráfico, con tan solo 44 años. Toda su vida fue una lucha constante contra su alcoholismo, encontrándose sus cimas artísticas en aquellos momentos en los que lograba mantenerse lejos de la bebida.

Hoy en día, hablar de Pollock es como hacerlo de Mark Rothko o de Picasso. Al igual que estos, el precio que alcanzan sus obras en las subastas es astronómico, baste decir que en 2006 su cuadro “Numero 5, 1948” se vendió por la cifra de 140 millones de dólares. Y así, chorreando pintura, Pollock superó el sueño de los alquimistas y logró que cada gota de pintura que lanzaba valiera mucho más que el oro. "Cosas veredes..."

Imagen: Tomada de la siguiente página: Fuente Original

miércoles, 30 de julio de 2025

Eurípides y las comadrejas

 

En la isla de Salamina hay una apartada gruta que es conocida como “la cueva de Eurípides”, sobre la que existe la leyenda de que era allí, donde apartado del bullicio de Atenas, escribía Eurípides sus tragedias. Quién sabe si realmente fue ese el lugar donde escribió su "Orestes", una de sus grandes obras y también una de sus grandes decepciones.

Según la leyenda, la primera representación de "Orestes" fue todo un fracaso. Eurípides era más trágico que Esquilo y Sófocles (que ya es decir) y sus obras debían mantener el tono adecuado para lograr transmitir la profundidad y complejidad psicológica de sus personajes. Al actor Hegéloco, en un momento de gran tensión de la obra se le trabó la lengua y en vez de decir "galēnē" (calma) dijo "galên" (comadreja) con lo cual un pasaje que, más o menos debía decir "después de la tormenta llega la calma" se convirtió en "después de la tormenta llega la comadreja”.  El error, en medio de tanta tensión dramática, provocó una explosión de carcajadas de los asistentes y pronto el escenario se llenó de objetos lanzados por un público que se tomaba muy en serio sus tragedias. Hegéloco, ridiculizado, no volvió a actuar. Para Eurípides no fue bastante consuelo que posteriormente la obra lograra el éxito, según algunas fuentes, abochornado por el suceso, abandonó Atenas y pasó sus últimos años en Pella, en la corte del Rey Arquelao de Macedonia.

Su obra fue objeto de numerosas críticas, por ejemplo, era acusado de misoginia, especialmente por parte de Aristófanes, debido a su tendencia a presentar a las mujeres como seres dominados por las pasiones, traicioneros o desenfrenados, baste recordar a Medea, Fedra o Clitemnestra, pero también es cierto que fueron obra suya los personajes femeninos más complejos y profundos de todo el teatro griego. Y no solo eso, por su tendencia a mostrar una visión crítica con los dioses tenía fama de impío. Sus personajes no dudaban en cuestionar los actos divinos y revelar las contradicciones y crueldad de los mitos. A raíz de esta supuesta impiedad, se forjó la falsa leyenda de que murió devorado por perros rabiosos y que incluso en el lugar donde yacía su cuerpo nació una fuente de aguas ponzoñosas. No parece que se le tuviera demasiado cariño.

Puede que, por esa capacidad suya de salirse de lo establecido fuera tan admirado por Sócrates, que, si bien rara vez iba al teatro, no faltaba si lo que se representaba era una obra de su amigo Eurípides. Supongo que, ante la opinión tan negativa de muchos, sería un alivio para el autor de “Orestes” contar con el aplauso de alguien tan valioso y exigente como Sócrates.

En la imagen aparece una copia romana de un original griego de un busto de Eurípides presente en el Museo Pío Clementino de la Ciudad del Vaticano

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

martes, 29 de julio de 2025

Toulouse Lautrec y el arte de la coctelería

 

Toulouse Lautrec fue el cronista de la vida bohemia de Paris a través de sus maravillosos cuadros y carteles. Su ambiente predilecto eran los cafés, los cabarés, los teatros, el Moulin Rouge y los prostíbulos de Montmartre y Montparnasse. En sus pinturas cobraron vida artistas de la noche como Jane Avril, Yvette Guilbert o La Goule, sobrenombre de Louise Weber, pero también bailarines, borrachos y gentes pintorescas de la bohemia parisina que tenían en la absenta, la peligrosa hada verde, su bebida preferida. Pero hoy nos olvidaremos de su faceta como pintor para centrarnos un poco en su afición a la coctelería.

Lautrec murió joven. Tan solo tenía 37 años cuando fue vencido por su adicción al alcohol. Se le atribuye la frase: "Beberé leche cuando las vacas se alimenten de uva", lo que ya da una idea de sus fijaciones. Era amante del buen vino del que decía: "hace en la garganta el mismo efecto que la caricia de una pluma de pavo real", pero también de bebidas duras como el absenta y otras invenciones suyas de alta graduación.  Y es que Lautrec no era un bebedor al uso. Igual que era un genio mezclando colores sobre la paleta, también hacía sus pinitos combinando licores, de hecho se le atribuyen combinados de nombres exóticos como el "Love Cocktail" (Cóctel del amor) o el "Meadow Oysters" (Ostras de pradera), pero entre todos ellos destacan especialmente dos.

El primero es el que presentó como "Rubor de doncella", nombre que hacía alusión a cómo se le subían los colores a las damiselas cuando lo tomaban. No es de extrañar el sofocón con esta mezcla de absenta, ginebra, el jugo de medio limón, un poco de azúcar glass y sirope de frambuesa. 

El otro combinado era el llamado "Terremoto" (tremblement de terre). Una mezcla a partes iguales de absenta y coñac a la que dio aquel nombre porque al beberlo consideraba normal que se sintiera temblar la tierra bajo los pies.

Con estos combinados, y también con elaborados platos de cocina ideados por él, buscaba sorprender a sus amigos, disfrutando de la vida e intentando olvidar sus propios fantasmas. Sus problemas físicos, sufridos desde su infancia y su enanismo siempre fueron un lastre para él.  A su madre le escribió: "Mi querida mamá, definitivamente eres la gallina que empolló a un famoso pato"

Por si fuera poco, estaban los problemas emocionales con una familia aristocrática que no aceptaba los ambientes en que se movía. No era una situación la suya en la que resultara fácil mantenerse sobrio. Trago a trago, terremoto a terremoto, se encaminó con paso firme hacia un alcoholismo severo que no tardó en pasarle factura, con el tiempo llegaron los episodios de delirium tremens, como cuando se imaginó rodeado de arañas y atemorizado por sus alcohólicas visiones se puso a disparar sobre las paredes, episodios tras los cuales sería ingresado en un sanatorio mental y posteriormente recluido en su casa de Burdeos, donde permaneció hasta morir.

A juzgar por algunas fotografías parece que Lautrec supo pasarlo bien, sabía reírse de si mismo y le supongo tan orgulloso de su condición de alquimista de licores como de pintor, aunque será por esta segunda faceta, en la que nunca le tembló el pulso, por la que, con justicia, será siempre recordado. No en vano toda la bohemia, que era en realidad su verdadera familia, sigue bailando en sus cuadros.

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público - CC0 - Fuente original

lunes, 28 de julio de 2025

Valle-Inclán: entre el hambre y la generosidad



Se cuenta que en cierta ocasión el singular Ramón del Valle-Inclán, cuando ya era un personaje conocido, fue citado ante el juez a raíz de un alboroto que había causado. Cuando el juez le hizo las preguntas iniciales de rigor, conocidas como "las generales de la ley", declaró su nombre y remarcó su oficio como escritor. El juez continuó:
— ¿Sabe leer y escribir?
— No — respondió con seguridad Valle-Inclán.
— Me extraña la respuesta — añadió el juez.
— Más me extraña a mí la pregunta — sentenció el creador de "Luces de bohemia".

Pero la historia que quería contar de Valle-Inclán es otra que habla de su generosidad. El escritor siempre vivió con estrecheces económicas y aún así no era amigo de renunciar a sus principios como literato serio: "Yo soy un escritor, no un comerciante de letras. Y cuando el hambre aprieta, me resigno antes a pedir limosna que a escribir contra mi conciencia" le escribió en cierta ocasión a su editor según contaba Ramón Gómez de la Serna. La moda de los folletines le era igualmente repelente y rehuía de ellos como de la peste: "¡Yo me moriré de hambre, pero no escribiré un folletín para los tenderos!".  

Ante aquellas premisas, para él resultaban vitales los quince duros que le enviaban mensualmente desde Galicia, con los que lograba mantener medianamente a flote su pobre economía. Se cuenta que paseando por las afueras de Madrid, justo después de recoger aquellas 75 pesetas, vio cómo un grupo de personas se arremolinaba en torno a una camilla en la que reposaba un albañil que acababa de caerse de un andamio. Dolorido se lamentaba de haberse roto una pierna en el accidente y de que ya no podría alimentar a su familia. Alguien de entre el público dijo que podría ayudarse de un aparato ortopédico para remediar en cierta medida el tiempo de convalecencia y añadía que costaba precisamente quince duros. Tan pronto escuchó la cantidad, un conmovido Valle-Inclán tanteó en su bolsillo el dinero que acababa de recibir y sin dudar un instante se abrió paso entre la gente y dijo: "Pues si necesitan quince duros, aquí están..." Igual se acordó de la generosidad de Raskolnikov, el famoso personaje creado por Dostoievski en "Crimen y Castigo", o del protagonista sin nombre de "Hambre" de Knut Hamsun, que también eran propensos a dar todo lo que tenían al necesitado a pesar de su extrema situación de precariedad. Sin duda los modelos del pasado no son los de ahora. No todos los héroes llevan capa y ropas ajustadas: algunos solo tienen quince duros.

Solo le quedaba a Valle-Inclán un largo mes por delante. No es extraño que el autor de Tirano Banderas dijera: "En España el hambre es una tradición". Él al menos podía acompañar esta inveterada tradición con el orgullo intacto de haber hecho lo que creía correcto.

Fuente: "Anécdotas de la Historia" - Pancracio Celdrán Gomariz.
Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público CC0 - Fuente original

domingo, 27 de julio de 2025

Debbie Reynolds: La reina de "Cantando bajo la lluvia"

 

“Lo di todo, y ha sido divertido.”

Así cerraba su autobiografía Debbie Reynolds. La actriz falleció en diciembre de 2016, apenas un día después de su hija, Carrie Fisher, la inolvidable Princesa Leia de “La guerra de las galaxias”.

A pesar de algunos títulos sobresalientes, Debbie Reynolds es especialmente recordada por los amantes del gran cine por su participación en una de las mejores películas de entretenimiento de la historia del cine, el musical "Cantando bajo la lluvia", título en el que dio vida a la preciosa y vital Kathy Selden.

Debbie Reynolds era muy jovencita cuando comenzó el rodaje de “Cantando bajo la lluvia”, tenía tan solo 19 años y no le resultó nada fácil superar el reto que tenía ante sí, de hecho, tuvo que enfrentarse a todas las trabas que le puso el exigente Gene Kelly. Como decía la propia actriz en sus memorias: “Gene nunca me quiso para el papel. Pensaba que yo era solo una bailarina de claqué salida de una película infantil”. 

Se cuenta que abrumada por el nivel exigido por Gene Kelly y las críticas a sus escasas dotes como bailarina, el gran Fred Astaire la encontró llorando desconsoladamente en un rincón del estudio escondida bajo un piano. Astaire, que era un gran amigo de Gene Kelly y tan buen bailarín como este, tras ver a la actriz en ese estado le propuso ayudarla con sus bailes para que pudiera superar el reto. No pudo encontrar mejor apoyo.

Para el rodaje de la escena de baile donde se cantaba "Good Morning", Donald O'Connor, Debbie y  Gene Kelly, empujados por el perfeccionismo enfermizo de este último, realizaron decenas de tomas, algunas fuentes hablan de hasta cuarenta repeticiones del baile. No me explico cómo se puede mantener ese grado de vitalidad y alegría en algo tan complejo y exigente, durante tantas repeticiones. Cuando se dio por finalizada la escena, a Debbie Reynolds le sangraban los pies dentro de sus zapatos. Para su satisfacción, el esfuerzo tuvo como recompensa un número musical rebosante de alegría y dinamismo, icónico en la historia el cine. No es de extrañar que la actriz dijera: “Hacer Cantando bajo la lluvia y dar a luz fueron las dos cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi vida.”

No era fácil ser una estrella en Hollywood, aquella fabrica de sueños exigía que se supiera hacer de todo. La actriz decía al respecto:

“Si eres un bailarín, da clases de canto. Tienes que ser capaz de hacer todo y de hacerlo bien. Tienes que estudiar interpretación, tienes que apuntarte a talleres, a todo lo que se te ponga por delante... Y luego, cuando ya es estés preparado del todo, es el momento de salir al escenario y equivocarse”

Respecto a la vida de Debbie Reynolds, no entraré en las historias de sus maridos, ni en la traición de Eddie Fisher con Liz Taylor o en su fabulosa colección de vestuario de Hollywood, lo dejaré ahí, en ese maravilloso papel de Kathy Selden que la hizo inmortal, la reina de “Cantando bajo la lluvia”.

Woody Allen ha confesado que, cada vez que tiene un día de bajón, no duda en que el remedio perfecto es volver a ponerse delante de la pantalla para ver de nuevo "Cantando bajo la lluvia", la película, según él, más alegre, optimista y vital de la historia del cine. Es más, cuando hace unos años le entregaron un Goya honorífico a Antonio Mercero y subió a recoger el premio su hijo, por encontrarse su padre con alzheimer, dijo que lo único bueno de la enfermedad es que cada día su padre veía "Cantando bajo la lluvia" como si fuera la primera vez.


Good Mornig


Imágenes: Tomadas de Pinterest: Img 1 - Img 2

sábado, 26 de julio de 2025

"Hombre mirando al sudeste": Sobre la locura y la estupidez humana

 

- Rantés: Usted también es un buen tipo pero no es feliz. Y lo que más me preocupa es que creo que lo sabe y no le importa. ¿Por qué los seres humanos parecen resignarse a tantas cosas que los están destruyendo? ¿Y por qué hacen tan poco por modificar esas cosas? ¿Se están suicidando por estúpidos o están pagando culpas? (...) ¿Por qué quiere curarme? ¿Me puede dar un motivo serio que podamos discutir ahora los dos? 

- Dr. Denís:  Rantés, si usted no es un chiflado yo tendría que admitir que realmente es un extraterrestre. ¿Sabe lo que eso significaría? Que el chiflado soy yo.

- Rantés: La naturaleza sólo permite un desarrollo muy lento. Favorece más fácilmente un cambio de especie que un cambio de conciencia. Yo soy más racional que ustedes, respondo racionalmente a los estímulos. Si alguien sufre lo consuelo. Si alguien me pide ayuda se la doy. ¿Por qué, entonces, usted cree que estoy loco? Si alguien me mira lo miro. Si alguien me habla lo escucho. Ustedes se han ido volviendo locos de a poco por no reconocer esos estímulos, simplemente por haber ido ignorándolos. Alguien se muere y ustedes lo dejan morir. Alguien pide ayuda y ustedes miran para otro lado. Alguien tiene hambre y ustedes dilapidan lo que tienen. Alguien se muere de tristeza y ustedes lo encierran para no verlo. Alguien que sistemáticamente adopta esas conductas, que camina entre las víctimas como si no estuvieran, podrá vestirse bien, podrá pagar sus impuestos, ir a misa, pero no me va a negar que está enfermo. Su realidad es espantosa, doctor. ¿Por qué no dejan de una buena vez la hipocresía y buscan la locura de este lado? Y se dejan de perseguir a los tristes, a los pobres de espíritu, a los que no compran porque no quieren, o porque no pueden, toda esa mierda que usted me vendería de muy buena gana; si pudiera, claro.

Para muestra un botón.... ese es uno de los sensacionales diálogos de "Hombre mirando al sudeste", una película argentina dirigida por Eliseo Subiela en 1986 que me resultó un verdadero descubrimiento cuando pude verla. Subiela contaba en una entrevista televisiva:

Hombre mirando al sudeste es, en cierto modo, mi versión de El Principito. Rantés viene de otro planeta, como el principito, y su misión es observarnos. Pero ya no desde la ternura infantil, sino desde la angustia del que no entiende cómo el ser humano puede volverse tan cruel.”

Y sí que hay ecos de la novela de Saint Exupéry en la película, aunque en esta ya no hay zorros ni baobabs, la atención se centra aquí en los injustamente marginados, en los supuestamente locos, en aquellos que hacemos invisibles a nuestros ojos porque molestan a nuestra conciencia.

En “Hombre mirando al sudeste” se cuenta la historia de Rantés, al que da vida el actor Hugo Soto, un joven que llega a un psiquiátrico manifestando que es la proyección holográfica mejorada de una inteligencia extraterrestre con la que se pone regularmente en contacto orientando su ser hacia el sudeste. Su misión en la Tierra no es otra que estudiar el arma más terrible y devastadora del ser humano: la estupidez, pero no la que emana de la falta de ilustración, sino aquella que se define por la pasividad ante el mal y la degeneración de los valores.

Hugo Soto, según comentaba Subiela en una entrevista dada a la revista “El amante”, se sumergió completamente en el misticismo de Rantés:

“Hugo hizo un trabajo casi místico. Pasaba horas solo en su casa, sin hablar. Me decía que quería sentir lo que sentiría alguien que no entiende este mundo. No quería actuar, quería ser alguien que observa desde afuera.”

El personaje tenía tal carisma y un mensaje tan potente que parece que el actor quedó en cierta manera atrapado. Lorenzo Quinteros decía al respecto en una biografía de Subiela:

“Hugo no salía del personaje ni cuando terminaba el rodaje. Era como si Rantés se lo hubiera comido por dentro.”

Algunas escenas de la película se rodaron dentro del Hospital Borda, un hospital neuropsiquiátrico en funcionamiento de Buenos Aires. El director del film tomó la, cuando menos, singular decisión de trabajar con pacientes auténticos allí internados, apareciendo en algunas escenas como extras, lo que sin duda dio un toque de autenticidad a la película. Subiela contó en una entrevista televisiva que el contacto con los internos fue emocionalmente muy intenso y que la conexión de estos con Rantés era realmente significativa.

“Algunos pacientes lloraban cuando veían a Rantés tocar el órgano o hablar del dolor humano. Creo que entendían lo que estaba diciendo más que muchos críticos de cine.”

Y no estaría nada mal que gran parte del pensamiento de Rantés nos calara tan hondo. Seríamos sin duda un poco mejores personas. “Hombre mirando al sudeste” es una película que nos invita a pensar sobre nuestros comportamientos diarios y la forma en la que enfocamos la realidad. Por cierto, en Hollywood, esa insaciable máquina devoradora de ideas, intentaron hacer su versión made in USA con Kevin Spacey y dieron a luz a una película titulada "K-pax" que, en mi opinión, no tiene ni un asomo de la magia de la original.

“Hombre mirando al sudeste” es una verdadera joya del cine argentino. Aunque no deja de abogar por una utopía, debería de ser de obligado visionado para todos. Búsquenla y véanla si todavía no lo han hecho. Entréguense a la locura racional de Rantés sin reparos. Les vendrá bien.

Imagen: Tomada de IMDb - Fuente


viernes, 25 de julio de 2025

Ray Charles y el nacimiento del "Soul"

 

En estos días en los que mi coche se mueve al ritmo de Ray Charles parece que es el momento indicado para contar la historia de su temazo "What'd I Say", una de esas canciones icónicas en la historia de la música moderna, al resultar este el tema que da carta de nacimiento a un nuevo estilo, nada menos que el soul, una mezcla entre Rhythm & blues y gospel, aderezado con una pizca de doo-wop que hará las delicias de muchos. Una canción que logrará por fin conquistar las emisoras de radio por las voces de color. Asuntos como estos, relacionados con el  nacimiento de un estilo musical siempre son complicados y por supuesto no falta  quien mantiene que más que Ray Charles, el padre del invento sería Solomon Burke, James Brown o incluso Sam Cooke. Ya los traeremos de visita en cualquier momento. Hoy vamos con Ray.

Según contaba el propio Ray Charles en su autobiografía “Brother Ray” la canción nació en un concierto dado en un club nocturno de Milwaukee en 1959:

  “Sucedió que estábamos tocando una de las últimas piezas de baile y todavía teníamos que “cubrir” otros 12 minutos antes de que finalizara la sesión. Un concierto típico de esta clase, incluyendo los 30 minutos del intermedio, se prolongaba unas cuatro horas. Era cerca de la una de la madrugada y recuerdo que ya habíamos acabado todo nuestro repertorio. No quedaba nada que se me pudiera ocurrir y entonces le dije a la banda y a las "Raelettes”: ¡Escuchen, voy a tratar de jugar un poco, tocando y cantando. Ustedes solamente síganme en lo que yo haga! Entonces, comencé a tararear algo, unos pequeños compases que estaban flotando dentro de mi cabeza. Me sentí bien y seguí tocando. Una cosa llevó a la otra, y me encontré cantando y pidiéndoles a las chicas que repitieran después de mí…Luego, al poco tiempo, podía sentir como toda la estancia retumbaba y se agitaba ferozmente”.

La canción tuvo un éxito inmediato y todos los asistentes empezaron a demandarle el disco en el que pudieran volver a escucharla. Los productores tenían serias dudas por su larga duración y por lo atrevido de su letra y baile. Y es que la sociedad americana, puritana hasta la médula, consideraba muy atrevidos los bailes y contoneos pélvicos de las "Raelettes" (así se llamaban las sensacionales coristas que acompañaban a Ray), que cargaban de sexualidad el tema. Evidentemente la canción terminó grabándose, aunque eso sí, eliminando algunas frases como aquella de “mueve esa cosa” y dulcificando un poco la letra.

Ray Charles contaba: “La canción se prestaba a ser controvertida, no la digería todo el mundo” (…) “Fue prohibida en varias estaciones de radio. Decían que era muy sugestiva. Bueno, estoy de acuerdo. No debo ser yo quien juzgue mis propias canciones, pero, si no puedes comprender “What’d I Say”, entonces, es que algo está mal”.

Ray tenía 27 años cuando compuso este tema que llegó al nº 6 el Billboard Hot 100 y al nº 1 del afamado Hot R&B Songs. Aún hoy se la sigue considerando como una de las 10 mejores canciones de todos los tiempos en algunas listas como la de la revista Rolling Stone. 

Y como las fiestas y los conciertos siempre se cierran con alegría, con algo enérgico y de lo mejor del repertorio, una pieza que haga vibrar a los asistentes y les haga llevarse buen sabor de boca, Ray Charles escogió este tema para cerrar sus conciertos. Y tenía sus razones:

“What’d I say” es mi último número en un escenario porque la canto cuando siento que he llegado al final. Es algo así como mi último aliento. Después, ya no soy nada”. “Lo que quieres hacer es subirle el entusiasmo a la gente. Les comienzas a calentar, y lo haces durante la primera mitad, entonces, sus pies comienzan a moverse. Seguidamente, comienzan a mover sus cabezas y, después, tienen sus bocas abiertas y están gritando y aclamando donde cada uno puede saltar y pasar un muy buen rato. Es una gran sensación cuando puedes tener a tu audiencia envuelta y compenetrada contigo… Cuando canto “What’d I Say” no tienes de qué preocuparte, ¡¡ese es mi final!!; no habrá ninguna repetición, no hay nada. ¡¡He terminado!!”

Ray Charles, que provenía de una familia muy humilde, tenía la tradición personal de celebrar sus grandes éxitos comprándose un Cadillac nuevo. Su carrera musical le llevó a tener nada menos que diecisiete. Imagínense su cochera. “What’d I say” lo llevó directo al séptimo de ellos. El de la suerte. “Nada me entusiasmaba como aquel Cadillac de 1960″, decía el Sr. Charles. El mismo entusiasmo que han sentido generaciones enteras con su música, aunque sonara en un humilde pero valiente Seat 600.

Mejor escucharlo:

jueves, 24 de julio de 2025

Edgar Degas, Leonardo da Vinci y el valor del arte

 

Se cuenta que en cierta ocasión el pintor francés Edgar Degas (1834-1917) fue invitado a la boda de una de sus modelos. Cuando llegó el momento de felicitar al marido, no se le ocurrió otra cosa que decirle:

"Es la primera vez que veo a su mujer vestida y casi le diré que me gusta más así. Le felicito"

No sé si la chica sería la modelo del famoso cuadro "El barreño" que abre esta anécdota, ni si realmente las palabras de Degas eran un cumplido y mucho menos acertar a saber cómo se lo tomaría el marido... En cualquier caso, la anécdota solo servía de aperitivo para hablar de la manera harto curiosa en la que Edgar Degas valoraba su obra. 

Actualmente Degas es uno de los artistas más cotizados en el mercado del arte y el cuadro de una de sus famosas bailarinas: "Danseuse au repos" fue subastado en Sotheby's en 1999 por aproximadamente 28 millones de dólares, lo que para seguir con el artículo más adelante y poder comparar equivaldría (sin actualización inflacionaria) a unos 150 millones de marcos franceses. 

El caso es que, encontrándose Degas aún con vida, supo que su famoso cuadro "Danseuses à la barre" se había vendido por 500.000 francos de la época. El pintor al enterarse dijo: "El que pintó este cuadro no es necesariamente un imbécil; pero el que ha pagado ahora quinientos mil francos por el cuadro es, necesariamente, un idiota"

Uno no sabría muy bien como valorar las palabras del pintor si no fuera por otra anécdota que deja muy claro cuál era el fiel con el que valoraba sus propias obras. Degas, al parecer siempre despreció el dinero y sus cuadros los vendía ciertamente baratos. De hecho, se enfadaba notablemente si llegaba a saber que uno de sus cuadros había sido revendido por un valor superior. Es lo que sucedió con un amigo suyo que le había comprado un cuadro por 3000 francos y que tiempo después lo vendió por 30.000. Un negocio redondo para el vendedor y una verdadera traición para el pintor que le dijo a su amigo: ¿Es que no te gusta mi pintura? El amigo, que no se atrevía a confesarle que había aprovechado la ocasión para hacer negocio, balbuceó: "Me lo han pagado bien y....". Degas no lo dejó terminar y sentenció:

Y como a ti ya no te gusta, lo has vendido. Desengáñate, pagaste tres mil francos porque te gustaba; y el que ha pagado ahora treinta mil, no lo ha hecho porque le guste el cuadro, sino porque lleva mi firma. Es triste para un pintor que se pague más por su firma que por su pintura.

 Hay quien quiere presumir de que tiene "Un Picasso" o "Un Van Gogh" y da igual si es una obra principal o secundaria. Así, si la suerte revelara que un cuadro sombrío al que nadie mira, colgado en un rincón de un antiguo palacete, que fue pintado por Leonardo da Vinci pasaría de inmediato a ser la admiración de todos y a cotizarse por las nubes, incluso si se encontrara en un estado de conservación deplorable. Es más importante quien lo hizo, que el cuadro en sí, a pesar de ser el mismo al que antes nadie prestaba atención. Es exactamente lo que ocurrió con el cuadro por el que se ha pagado más dinero hasta la fecha, la obra de Leonardo da Vinci, titulada "Salvator Mundi" por el que se pagó la friolera de 450 millones de dólares en 2017 y eso que no existe una certeza absoluta de que sea obra de dicho pintor y que con tanta restauración está repintado en un 90%. Su propietario anterior había pagado por él en 1958 tan solo 45 libras. Este sin duda no fue necesariamente un idiota, como postulaba Degas. ¡Todo lo contrario!



Imágenes: Wikimedia Commons - CC0 - Im1 - Img 2

miércoles, 23 de julio de 2025

La Roldana vence a su marido o "El Arcángel San Miguel venciendo al demonio"

 

En la historia del arte no han sido demasiadas las mujeres que han logrado trascender. Una de ellas es la sevillana Luisa Ignacia Roldan Villavicencio, hija del escultor Pedro Roldán y conocida por este hecho como "La Roldana". Ya en el taller de su padre demostró su habilidad desde temprana edad y con solo catorce años firmaba y vendía pequeñas esculturas por su cuenta. Más singular y extraordinario para una mujer es que lograra, en pleno siglo de oro español, conseguir ser escultora de cámara del Rey de España Carlos II, algo realmente insólito. Algunas veces, y esta es la prueba, el talento logra abrirse camino.

A pesar de su aparente éxito, La Roldana paso siempre muchas estrecheces económicas. Poco antes de morir en la completa indigencia, llegó a firmar una declaración de pobreza y años antes había escrito al Rey, para el que trabajaba, una súplica que decía: "Me hallo con mi marido e hijos faltos de todo, hasta del pan de cada día...". Nunca fue fácil la vida de los artistas y menos en España.

Pero si en algo le sobraba era talento y una prueba portentosa del mismo es su "Arcángel San Miguel venciendo al demonio" (1692), obra maravillosamente policromada y tallada en madera de cedro que además encierra una sorprendente anécdota. Como quiera que según la tradición los ángeles no tienen sexo, La Roldana decidió dar a San Miguel cuerpo y rostro de mujer. Aunque no hay una evidencia documental de la época, si hay investigadores modernos que sostienen la atractiva teoría de que la escultora talló su propio rostro en el Arcángel y que como venganza por el mal comportamiento y falta de apoyo en todos sentidos que su marido, Luis Antonio de Arcos, tuvo siempre con ella, utilizó el rostro de este en el demonio que tiene a sus pies, por supuesto desnudo, con cuernos y rabo. Para algunos puede ser éste el demonio más asustado de la historia del arte. Allí le tienen, ya derrotado y vencido, mirando desesperado al Arcángel San Miguel transfigurado en su esposa, que a pesar de su rostro sereno se muestra decidida a darle el golpe de gracia con su espada flamígera. Como decía Serrat "Harta ya de estar harta…". 

Su marido, que firmaba más de un contrato por su esposa rezando con ello como autor, provocó que La Roldana, orgullosa como estaba de esta majestuosa escultura de más de dos metros y medio de altura, se asegurara de firmarla, no una sino hasta dos veces. Supongo que no quería que nadie dudara que aquella maravilla tenía alma de mujer.

Puede que solo sea una leyenda, una interpretación moderna del empoderamiento de la mujer, pero es de esas leyendas, tan bien traídas, que gustan tenerlas por verdad.

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martes, 22 de julio de 2025

Esquilo y el destino: La muerte más curiosa de la historia



"Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar, puede el hombre escapar a la sentencia de su destino." (Esquilo)

Son palabras de Esquilo, creador de la "Orestiada" entre otras obras y considerado por muchos como el padre de la tragedia griega. A pesar de esta máxima suya, intentó sin suerte eludir el destino que le había sido pronosticado, resultando su forma de morir una las más curiosas e increíbles de la historia, haciendo de ella su última tragedia.

Esquilo tuvo numerosas ocasiones para morir de forma gloriosa, no en vano podía vanagloriarse de haber participado en tres de las grandes batallas de la antigüedad, luchando tanto en la batalla de Maratón (490 a. C) como en las de Salamina (480 a. C.) y muy posiblemente en la de Platea (479 a.C.). Pero el destino es caprichoso y le tenía reservado un final, literalmente increíble. La historia de su muerte es del todo sorprendente y suena más a leyenda que a otra cosa. Según se cuenta esta se produjo en Sicilia en el 456 a.C. cuando Esquilo quiso huir de la predicción recibida de uno de los famosos oráculos de la antigüedad, por el que supo que su muerte sería causada por la caída de una casa sobre su cabeza. Temeroso de dicha sentencia decidió ir a vivir al campo, alejado de casas que pudieran caer sobre él y darle la razón al oráculo. Lo que no pudo prever fue que un quebrantahuesos (para otros un águila o un buitre) que pasaba por allí dejara caer la tortuga que llevaba entre sus garras (seguramente para que se estrellara contra las rocas y poder comer su interior) y esta fuera a caer precisamente en la cabeza del escritor. El golpe fue fatal y produjo efectivamente la muerte de Esquilo. Y como en toda buena tragedia, en la que el destino es inexorable, se cumplió lo predicho, pues la tortuga lleva su casa a cuestas. Nos queda la duda sobre si el ave confundió la calva de Esquilo con un roca, o simplemente fue coincidencia…

Completamos la entrada con algunas frases suyas:

"La verdad es la primera víctima de la guerra"

"Pocos hombres tienen como natural inclinación el rendir homenaje, sin un cierto movimiento de envidia, al amigo que consigue el éxito."

"Hombre no afortunado aquel que de nadie es envidiado."

"La voz de un pueblo es peligrosa cuando está cargada de ira."

"Es una especie de enfermedad natural de los poderosos no poder fiarse de los amigos"

"En el dolor está la escuela de la vida. Con él nos hacemos sabios."

"Las palabras son médicos de la enfermedad de la cólera."

"Mejor es morir de una vez que sufrir miserablemente todos los días."

"Es innato en los hombres pisotear al más caído."

"El último momento del tiempo es el de más valor."

"Es útil aprender a ser sabio en la escuela del dolor."

"No es bueno llorar ni quejarse, no sea que se engendre un lamento más agobiante."

"La victoria, incluso sin gloria, los dioses la honran."

En la foto  que abre la entrada se puede ver el busto en bronce de Esquilo que se expone en el Museo Arqueológico de Florencia. 

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lunes, 21 de julio de 2025

El debut del joven Chopin: Un pianista de "cuello" blanco

 

“La simplicidad es el logro final. Tras haber tocado una gran cantidad de notas y más notas, emerge la simplicidad como la recompensa suprema del arte.” (Frédéric Chopin)

El talento musical de Chopin a los siete años era prodigioso, tanto que no pocos lo comparaban con Mozart. A esa corta edad ya componía polonesas, era capaz de improvisar al piano fluidamente y por supuesto era un hábil pianista. Antes de cumplir ocho años, el 24 de febrero de 1818, Chopin, al que su familia llamaba Frycek, dio su primer concierto público en Varsovia durante una gala benéfica celebrada en el palacio de la familia Radziwill. Ejecutó un concierto para piano del ya hoy casi olvidado Adalbert Gyrowetz, pero que en aquel entonces era tan popular como Haydn o Mozart.

Cuenta la leyenda, repetida en algunos textos románticos, que su madre lo vistió para ocasión tan especial con un trajecito que iba adornado con una elegante chorrera de encaje alrededor de su cuello. Antes de tocar todos le alabaron su elegante presencia, incluso el joven Chopin se sentía esplendoroso con aquellas ropas.

Cuando terminó el concierto el éxito fue inmenso y la gente aplaudía de forma entusiasta al joven genio del piano que se mostraba por primera vez ante sus ojos. 

Ulrich Rühle en su libro "Locos por la música - La juventud de los grandes compositores" lo cuenta así:

"El concierto fue una sensación. Príncipes y condesas, melómanos y expertos estaban entusiasmados de la perfecta interpretación de aquel niño de ocho años. De pie aplaudían frenéticamente.
-¡Bravo al nuevo Mozart! -se oía gritar al público.
Todo el mundo quería estrechar la mano del joven pianista, y Nicolas tuvo que proteger a su hijo de las damas embelesadas.
De vuelta a casa contó cómo había sido el concierto.
-Ven Frycek, siéntate aquí, a mi lado -dijo la madre-, y cuenta lo que ha pasado. ¿Qué es lo que más ha gustado al público?
-Mi cuello blanco, máma, mi cuello blanco nuevo, exclamo contentísimo Frédéric.
Justyna tuvo que sonreír.
-Y, fíjate, mamá, siete personas muy distinguidas me han invitado a tocar en su casa. Todos quieren verme y oírme otra vez. ¿Me dejarás llevar el traje nuevo?”

Las damas de la alta sociedad le llamarían cariñosamente "Chopinek" y no hubo salón o palacio de cierto rango en Varsovia en el que no fuera invitado en su calidad de nueva sensación musical. Chopin acudía seguro de su éxito, puede que no tanto por sus probadas habilidades musicales, sino por poder vestir de nuevo su cuello blanco, al que el siempre humilde Chopin, arriba retratado por María Wodzynska, atribuía la razón de su éxito.

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domingo, 20 de julio de 2025

Ryan Gosling: Entre el silencio y el arte de lo sutil


“Creo que los momentos que más importan son los que no se dicen. Muchas veces, lo que intento es crear espacio en una interpretación. Espacio para que el espectador sienta algo o piense algo.” 

“Creo firmemente en el silencio, especialmente en el cine. Creo que el silencio tiene mucho más poder del que la gente imagina. Si puedes transmitir todo lo necesario con una mirada, eso basta.”

Son palabras de Ryan Gosling, un actor al que se le empezó a tomar en serio con "El diario de Noa" (The Notebook, 2004), un exitoso melodrama romántico en el que, curiosamente, consiguió el papel de Noah por no ser especialmente guapo. El actor declaró en una entrevista: 

“Me eligieron para The Notebook porque el director pensó que yo no era como los otros actores de Hollywood. Dijo (Cassavetes): ‘Tú no eres guapo, no eres cool, eres un poco raro. Eres perfecto para este papel’".

El director Nick Cassavetes lo confirmaba cuando decía: “No quería a alguien convencionalmente guapo. Quería a alguien con alma”. Y no cabe duda de que el chico, además de alma, atesoraba unos recursos que pronto le harían singularmente atractivo para la gran pantalla. Guardaba su encanto en pequeños matices que poco a poco fue haciendo valer, hasta conseguir papeles de gran intensidad dramática.

El actor no necesita mucho para resultar altamente expresivo. Denis Villeneuve, que lo dirigió en la sensacional "Blade Runner 2049", lo definió como "el actor del milímetro emocional", un actor que según añadía el director: "Puede expresar un terremoto interno con un leve movimiento de los ojos". Esa contención emocional es ya una seña de identidad para el actor, algo que resulta muy evidente en "Drive" (2011 - Nicolas Winding Refn), en el que logra mantener la tensión y la fuerza del personaje sin articular apenas palabras, recordando mucho a aquel ser imperturbable al que dio vida Alain Delon en "Le Samouraï" (1967 - Jean Pierre Melville), una de las obras cumbre del cine policíaco francés y que curiosamente tuvo como título alternativo "El silencio de un hombre".

Ese control gestual que impone Gosling en sus escenas forma parte de su magia, tanto que le  vienen como anillo al dedo las palabras que le dedicó Melville a Alain Delon a raíz de su papel en "Le Samouraï": "No necesita palabras, un gesto vale por un poema. Su rostro contiene la violencia de un asesino y la tristeza de un niño perdido". No es nada fácil conseguir ser un maestro en el arte de actuar en la atmósfera de lo sutil y a la vez evidente, en el dominio de lo aparentemente invisible. Lograr que una mirada resulte contenida cuando es patente para el espectador que por dentro del personaje arde un volcán de emociones.

Gosling siempre ha sido un actor metódico a la hora de preparar sus papeles, tanto si tenía que ensayar una sonrisa especialmente fría para su papel como replicante en "Blade Runner 2049", aprender a tocar las piezas de piano que aparecen en la deliciosa "La La Land" para interpretarlas el mismo, así como lograr dominar decentemente las coreografías de baile de ese mismo film. Aunque ha sido muy alabado por su rol de Ken en "Barbie" y ha demostrado con creces su adaptabilidad, no creo, personalmente, que esté a la altura de anteriores trabajos suyos. 

Sobre su forma de abordar sus personajes, el propio actor confesó en una entrevista sobre "Blue Valentine":

"Todos mis personajes son como yo. No soy lo suficientemente buen actor como para convertirme en un personaje. Oigo hablar de actores que se convierten en el papel y pienso: "Me pregunto qué se siente". Porque para mí, todos son como yo. Me identifico con estos personajes porque aspectos de su personalidad se asemejan a mí. Y simplemente realzo las partes de mí que son ellos y rechazo las que no lo son".

Parece que el actor es, en sí mismo, toda una caja de sorpresas. Silenciosas pero poderosas.

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sábado, 19 de julio de 2025

Las cartas de despedida de Virginia Woolf

 

28 de Marzo de 1941

Queridísimo,

     Estoy segura de que me estoy volviendo loca de nuevo. Siento que no podremos superar otro de aquellos terribles tiempos. Y no voy a recuperarme esta vez. Empiezo a oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en cada aspecto todo lo que se podría ser. No creo que otras dos personas hayan sido más felices hasta el momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. Ya no puedo enfrentarla. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mi podrías trabajar. Y lo harás, lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte... que todo el mundo lo sabe. Si alguien hubiera podido salvarme, habrías sido tú. En mí no queda nada más que la certidumbre de tu bondad. no puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.

    No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.

V.

Esa fue la carta que dejó a su marido en un sobre azul en la mesa del salón, a su lado había otra carta dirigida a su hermana Vanessa, en la que se expresaba en los siguientes términos:

Queridísima:

    No puedes imaginar cuánto me gustó tu carta. pero creo que he ido demasiado lejos esta vez como para volver nuevamente. Ahora tengo la certeza de que me estoy volviendo loca de nuevo. Es tal y como fue la primera vez, siempre estoy oyendo voces, y sé que no habré de superarlo ahora.

    Todo lo que quiero decir es que Leonard ha sido asombrosamente bueno, cada día, siempre; no puedo imaginarme que alguien haya podido hacer más por mí de lo que él ha hecho. Hemos sido perfectamente felices hasta las últimas semanas, cuando este horror comenzó. ¿Le harás saber esto? Siento que él tiene tanto por hacer que seguirá mejor sin mí, y tú lo ayudarás.

    Ya casi no puedo pensar claramente. Si pudiera te diría lo que tú y los niños han significado para mí. Creo que lo sabes.

     He luchado, pero ya no puedo más.

Después de que Virginia Woolf escribiera estas dolorosas cartas, como lo son todas las de suicidio, me la imagino caminando a paso lento con su abrigo hacia el río Ouse, cercano a su casa y ya junto a él, llenar sus bolsillos de piedras, dejar su bastón junto a la orilla, que sería lo único que encontraría su marido cuando salió a buscarla, para a continuación adentrarse poco a poco en las aguas del rio y ya sin solución, desaparecer en ellas. 

Su cuerpo no sería encontrado hasta veinte días después por unos chiquillos que paseaban con sus bicicletas junto al río y que en un principio confundieron su cuerpo con un tronco flotando. La policía anotó que su reloj se había parado a las 11'45 horas. Su doliente esposo, al que tanto intentó atenuar el golpe la escritora, enterró sus cenizas bajo un árbol. Virginia Woolf dijo en alguna ocasión: "La vida es sueño, es la realidad la que nos mata". Supongo que aquella realidad que se mostraba a sus ojos, en plena crisis por su enfermedad, le resultó más insufrible que nunca. Eran tiempos difíciles. No hacía mucho que su casa, en el londinense barrio de Bloomsbury, había quedado destruida por un bombardeo de los alemanes, obligándola a mudarse y a cambiar el entorno en el que se sentía arropada y segura, el propio estado de guerra total que vivía el mundo y el escaso éxito que obtuvo una de sus obras ayudaron a sumirla en aquel estado de profunda desesperanza. Una tremenda pérdida. Más allá de sus magníficos libros, con tan sólo su retrato, el de arriba, obra de George Charles Beresford, habría sido necesaria mantenerla en la memoria. Es una obra de arte. Preciosa en su languidez. 


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viernes, 18 de julio de 2025

Goethe, Beethoven y el orgullo

 

“Recomiendo que no te preocupes por la opinión del mundo: nunca he considerado necesario rogar a alguien que me quiera, y si tengo una cualidad que me distinga, es mi firmeza e independencia.” (Beethoven)

Goethe y Beethoven coincidieron en 1812 en el Balneario de Teplice (Teplitz), hoy en territorio de la República Checa. Beethoven solía frecuentar los balnearios para calmar sus dolencias físicas y Teplitz era famoso por su spa, con aguas termales muy apreciadas por sus supuestas propiedades curativas. Por la misma razón era también un lugar frecuentado por la nobleza y la alta sociedad austriaca, incluida la familia imperial y su corte.

Cierto día, Goethe y Beethoven decidieron dar un paseo juntos en coche de caballos. La calle estaba totalmente abarrotada de gente, que al reconocer a estos dos grandes genios los saludaban efusivamente. 

- Es molesto ser tan conocido y célebre -dijo Goethe al músico- ahora me saluda todo el mundo

- No les haga caso - contestó Beethoven-; tal vez me saludan a mí

Esta anécdota hay quien la refiere como ocurrida en el Balneario de Karlsbad en 1807, aunque es más famosa la conocida como "El incidente de Teplitz": 

Según relató Anton Schindler, el a veces demasiado imaginativo secretario de Beethoven, este y Goethe daban un paseo por un parque cuando sorpresivamente se encontraron con la familia imperial austríaca. Goethe se apartó bruscamente de su acompañante al que dejó con la palabra en la boca, y se cuadró casi como un militar para saludarlos. Beethoven, por el contrario, se encasquetó el sombrero todo lo que pudo, se ajustó el abrigo y cruzó sus manos a la espalda y siguió andando en línea recta por la avenida. Los príncipes no tuvieron otro remedio que apartarse para dejar paso al músico, el archiduque Rodolfo se quitó el sombrero, la emperatriz incluso esbozó una sonrisa y luego continuaron su paseo. Cuando Beethoven volvió la vista atrás, vio cómo Goethe se inclinaba ante la familia imperial y agitaba ligeramente é sombrero como muestra de respeto. 

Cuando volvieron a reunirse instantes después, Beethoven le recriminó a Goethe su gesto de la siguiente manera: 

- ¿Por qué has dejado el camino a estos hombres? Ellos no son nada. Morirán consigo mismos. Nosotros viviremos siempre. Los nombres de Goethe y Beethoven los repetirán muchas generaciones venideras.

Beethoven en estado puro. Abundando en esa opinión merece la pena recordar al compositor Carl Czerny, posiblemente el mejor alumno de Beethoven, quien al recordar a su maestro, citaba las siguientes palabras suyas: “El arte exige que uno no se doblegue ante príncipes: tengo mis propias cortes reales en mi mente”.

Sin duda Beethoven era un hombre de carácter consciente de su propia valía y de que las musas le susurraban al oído las mejores melodías como en la imagen de entrada. No es extraño que tras el citado encuentro, Goethe escribiera a Christiane von Goethe las siguientes palabras para resumir la impresión que le había producido el músico:

"Nunca he visto un artista más concentrado, lleno de energías e intenso. Puedo comprender muy bien que su relación con el mundo sea extraña".

Del mismo encuentro le escribió Goethe a Zelter de esta forma: 

"He conocido a Beethoven en Teplice. Su talento me asombra; por desgracia, tiene una personalidad completamente salvaje. Es posible que tenga algo de razón al considerar que el mundo es un lugar detestable, pero, seguramente, no lo vuelve un poco más agradable, ni para él ni para los demás, con su actitud. Se le puede perdonar fácilmente, por otro lado, y, en gran parte, se le compadece, porque su sentido del oído le está abandonando, circunstancia que perjudica menos la parte musical de su naturaleza que la social. Tiene un carácter lacónico, doblemente agravado por su enfermedad"

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jueves, 17 de julio de 2025

¿Por qué B.B. King llamaba "Lucille" a todas sus guitarras?


 "¿Sabes que me hace más feliz que nada? Dame seis cuerdas y seré feliz" (B.B. King)

Y tocándolas, como sólo él sabe hacerlo, nos hará feliz también a nosotros. No en vano, B.B. King es uno de los pilares fundamentales del blues y protagonista del mismo durante gran parte de su historia. 

Nadie habría imaginado que aquel chico de un pueblecito del sureño estado de Mississippi, marcado a fuego por la pobreza, el racismo y el duro trabajo en los campos de algodón algún día sería el indiscutible “Rey del Blues”. El mismo hablaba así de sus primeros años:  “Empecé a recoger algodón cuando tenía 7 años. Trabajaba desde el amanecer hasta el anochecer... Ganaba 35 centavos al día”. Con el tiempo lo que ganó fue el cariño, respeto y admiración de todos los amantes de la música y, no hay que olvidarlo, 15 premios Grammy.

Su verdadero nombre era Riley B. King y su apodo de B. B. King deriva de su etapa como DJ en un programa de radio de la emisora WDIA de Memphis. Allí se presentaba como "Beale Street Boy King", apodo que con los años acortó a “Blues Boy” y por último a su enigmático B.B. una marca acreditada que solo podría discutírsela Brigitte Bardot.

 Aunque por supuesto hubo una guitarra especialmente significativa en su vida, todas las que vinieron detrás de esta siempre tuvieron el mismo nombre: “Lucille”, pero pocos saben el motivo de tal fijación. ¿Un posible amor?

 El nombre les viene de un incendio que hubo en un local del poblado de Twist (Arkansas) sobre 1949, donde tocaba en sus inicios. El fuego se desató cuando se volcó un barril medio lleno de queroseno que ardía en medio del salón, una forma barata, y muy peligrosa, de calentar aquellos garitos en invierno. Todo el mundo salió huyendo ante el fuego y B.B. King también, pero cuando se dio cuenta de que había olvidado su preciosa guitarra Gibson L-30 en el local, volvió a recuperarla jugándose el pellejo por ella. El incendio fue tan repentino y virulento que dos personas murieron a consecuencia del mismo. Fue más tarde, tras saber B.B. King que el incidente había sido provocado por dos hombres que se peleaban por una muchachita llamada Lucille y que en el barullo golpearon el bidón, cuando pudo meditar sobre el serio peligro que había corrido su vida. Escarmentado por la experiencia decidió darle el nombre de aquella chica, Lucille, a la guitarra de tan solo treinta dólares que le llevó a internarse en las llamas. Por supuesto se lo mantuvo a las guitarras que vinieron después, con la clara intención de no olvidar nunca que no se debe arriesgar la vida tan alegremente.

Agradecido a su guitarra, sobre todo a la primera, le dedicó una canción, “Lucille”, que comenzaba diciendo: 

“El sonido que estás escuchando es el de mi guitarra. Se llama Lucille, y estoy loco por ella. Lucille me sacó de la plantación… podría decirse que fue ella quien me trajo la fama.”


miércoles, 16 de julio de 2025

Preminger: No hay isla desierta si uno se tiene a sí mismo

 

“Vivo en el presente. Cuando termino una película, queda atrás. Mi recompensa está en el trabajo, no en un montón de viejos recuerdos.”

Son palabras del gran director de cine Otto Preminger, aunque parece que no le era tan fácil desentenderse de todas las películas que había rodado y las tenía muy presentes. Eso se desprende de la siguiente anécdota. Cuando en febrero de 1980 acudió al famoso programa de radio británico "Discos en una isla desierta" como parte de la promoción de “El factor humano”, la que sería a la postre su última película. El presentador Roy Plomey se encontró con un irónico y difícil invitado, no en vano al director lo apodaban “Otto el Ogro” y que en base a sus respuestas parecía ser el centro de su propio universo.

- ¿Qué ocho discos se llevaría a una isla desierta, señor Preminger? -le preguntó Plomey.

Preminger, como si no tuviera abuela contestó: - Los discos de las bandas sonoras de "Éxodo", "Anatomía de un asesinato", "Porgy and Bess", "El hombre del brazo de oro", "Carmen Jones", "Laura", "La luna es azul" y "Tempestad sobre Washington".

Supongo que a Plomey no le pareció mal la respuesta. Sin duda todas ellas era películas excelentes, eso sí, dirigidas por el propio Preminger. Supongo que Plomey puno pensar que al fin y al cabo, la banda sonora de “Laura” es una verdadera delicia. La sorpresa vino con la siguiente pregunta:

- ¿Y qué libro se llevaría?

- Mi autobiografía - sentenció rotundo Preminger.

No cabía duda de que el director se tenía en gran estima, algo que terminó de confirmar con su respuesta a la última pregunta:

- ¿Y qué artículo de lujo llevaría con usted?

- Un espejo. (aunque según otras versiones dijo que se llevaría un bonito reloj)

Genio y figura hasta la sepultura. Quién necesita compañía cuando se tiene tanto amor por uno mismo.

Fuentes: "Imprimir la leyenda" - César Bardés y artículo "Desert Island Discs: 75 defining moments..." de The Guardian (Stephen Moss - 6-1-2017)  
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY-SA 3.0 - Fuente Original

martes, 15 de julio de 2025

Jacques Brel y la gran mentira de "Ne me quitte pas"


Pues sí, "Ne me quitte pas", una de las mejores canciones de amor de la historia, parece esconder una gran mentira, al menos eso mantiene el periodista Julián Ruiz en un artículo publicado en el Diario El Mundo en marzo de 2014. Según este, Jacques Brel estaba casado y con tres hijos cuando en 1959 rompió su relación con la que fue mucho más que su amante, la interesante Suzanne Gabriello, también conocida como "Zizou" (como Zinedine Zidane). Una actriz cómica francesa de maravillosa sonrisa que según se cuenta habría ayudado a Brel a introducirse en ambientes selectos de la cultura parisina. Fue ella quien ayudó al cantante belga de forma decisiva en la formidable puesta en escena de su famoso concierto en el Olimpia de Paris, lugar en el que Zizou era locutora. Este concierto resulta crucial en la carrera de Jacques Brel, el momento desde el cual empezaría a gozar del reconocimiento general como compositor y cantante.

Fueron cinco años de pasión y secretos, de separaciones y reconciliaciones entre Brel y Zizou, un amor que iba mucho más allá de la simple aventura y que terminaron abruptamente. Según recogen algunas fuentes, parece ser que Zizou habría quedado embarazada de Brel, quien incapaz de divorciarse por sus convicciones religiosas, reniega de dicha paternidad y de cualquier posibilidad de futuro juntos. Zizou, furiosa por el cobarde gesto del cantante, le habría amenazado con hacer pública la situación pero en vez de eso, tras verse abandonada, abortó. Brel por su parte se alejó todo lo que pudo alegando el deber que tenía para con su familia, la misma que tiempo atrás había alejado de sí mismo para vivir su amor con Zizou con mayor libertad.

Muchos apuntan a que la relación entre Brel y Zizou fue la inspiración, meses después de la ruptura, del famoso "Ne me quitte pas", una letra que pudiera parecer el cántico por excelencia del hombre que ruega e implora el no ser abandonado por la mujer amada, llegando a la más rotunda humillación de aceptar convertirse en una sombra de ella o incluso de la de su perro; pero la verdad parece ser otra, esas palabras, si no las mismas muy parecidas, bien pudieron haber salido de la boca de Zizou; no en vano era ella la abandonada a su suerte después de su turbulento romance.

Para Brel fue siempre una canción dolorosa, una especie de castigo y humillación que se imponía a sí mismo por su reprobable comportamiento con Suzanne Gabriello. Edith Piaf, que también cantó la canción (versionada miles de veces), parece que dijo tras escucharla por primera vez: "Un hombre no debería cantar cosas así" y según se apunta en el artículo de Julián Ruiz, esta nunca habló bien de Brel pues sabía de la historia real que había tras la canción.

Brel pensaba que las letras y los pensamientos no eran suficientes para llegar a lo más profundo de sus oyentes y que era necesario darle un toque más. Tras recibir clases con Philippe Clay, famoso actor y cantante francés, Brel decidió teatralizar sus interpretaciones, algo que se convirtió en un punto determinante en "Ne me quitte pas", hasta el punto de convertirla en una combinación perfecta entre la letra y lo que nos transmite la dolorosa expresión del cantante que hasta parece llorar al cantarla.

Supongo que Zizou cuando lo veía tan afectado pedir que no se le abandonara se acordaría de aquella otra canción de la Lupe que decía:

"Teatro... lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro. Fue tu mejor actuación, destrozar mi corazón y hoy que me lloras de veras, recuerdo tu simulacro. Perdona que no te crea, me parece que es teatro y acuérdate que según tu punta de vista yo soy la mala!"

Pero dejémonos de Lupes, y vamos a la canción, sin duda maravillosa. La canción parece estar trufada de pequeñas influencias, conscientes o inconscientes para el autor. Brel mezcló magistralmente sus sentimientos con una pizca de Liszt y algún pasaje de su Rapsodia húngara nº 6, su pieza favorita cuando era solo un niño que aprendía a tocar el piano, añadió unos ecos que recuerdan vagamente a Beethoven y su sonata nº 17 para piano, y le insufló algunos pensamientos de Dostoievski que hacía que uno de sus personajes se ofreciera como un perro a la mujer perdida. Finalmente, como amante de la poesía que era, lo aderezó todo con algunos versos de Lorca singularmente parecidos a ciertos pasajes de la canción.

Zizou siempre mantuvo que Brel escribió "Ne me quitte pas" para ella e incluso mantenía que se la cantó en presencia de amigos. Por contra Brel lo negaba rotundamente, calificando la canción como "la historia de un imbécil y un fracaso. No tiene nada que ver con ninguna mujer" y abundaba en otra entrevista: “No es una canción de amor, es una canción sobre la cobardía de los hombres.” Dijera lo que dijera Brel, es evidente que el tema tiene que ver con una mujer y es una canción de amor, o de desamor si ustedes quieren, que no deja de ser la otra cara de la misma moneda.

El tema apareció en septiembre de 1959 en el álbum de Jacques Brel titulado "La valse à mille temps", y aunque no fue un éxito instantáneo, con el tiempo se convertiría en todo un himno al amor perdido, versionado por los mejores cantantes que cayeron igualmente rendidos a la magia y belleza de esta incomparable canción.

No me dejes...
deberíamos olvidarlo,
todo puede olvidarse,
lo que ya se fue,
olvidar aquel tiempo de malentendidos
y el tiempo perdido,
aprendamos cómo
olvidar aquellas horas
que a veces mataban
a golpes de porqués
el corazón de la felicidad.
No me dejes
No me dejes
No me dejes

Te ofreceré
perlas de lluvia
que vienen del país
donde nunca llueve.
Escarbaré la tierra
incluso después de muerto
para cubrir tu cuerpo de oro y luz.
Crearé un reino
donde el amor será el rey,
donde el amor será la ley
y tú serás la reina.
No me dejes
No me dejes
No me dejes

No me dejes.
Inventaré para ti
palabras sin sentido
que sólo tú entenderás.
Te hablaré
de aquellos amantes
que vieron por dos veces
sus corazones abrazarse.
Te contaré
la historia de aquel rey
que murió por no haber
podido conocerte.
No me dejes
No me dejes
No me dejes

¿Acaso no se ha visto
renacer el fuego
de un antiguo volcán
que se creía demasiado viejo?
¿Acaso no existen
tierras quemadas
que dan más trigo
que el mejor de los abriles?
Y cuando llega el atardecer,
para que un cielo se inflame,
¿acaso el rojo y el negro
no se abrazan también?
No me dejes
No me dejes
No me dejes

No me dejes.
No lloraré más,
no hablaré más,
me esconderé
para verte bailar, sonreír
y para escucharte
cantar, y después reír.

Déjame ser
la sombra de tu sombra,
la sombra de tu mano,
la sombra de tu perro. Pero...
No me dejes
No me dejes
No me dejes

Fuente: Principalmente La triste historia de "Ne me quitte pas" (El Mundo - Julián Ruiz)
Imagen: Tomada de Pinterest - Fuente Original