“Porque la vida real, la vida verdadera nunca ha sido ni será bastante para colmar los deseos humanos. Y porque sin esa insatisfacción vital que las mentiras de la literatura a la vez azuzan y aplacan, nunca hay auténtico progreso.
La fantasía de que estamos dotados es un don demoníaco. Está continuamente abriendo un abismo entre lo que somos y lo que quisiéramos ser, entre lo que tenemos y lo que deseamos.
Pero la imaginación ha concebido un astuto y sutil paliativo para ese divorcio inevitable entre nuestra realidad y nuestros apetitos desmedidos: la ficción. Gracias a ella somos más y somos otros sin dejar de ser los mismos. En ella nos disolvemos y multiplicamos, viviendo muchas más vidas de la que tenemos y de las que podríamos vivir si permaneciéramos confinados en lo verídico, sin salir de la cárcel de la historia.
Los hombres no viven sólo de verdades; también les hacen falta las mentiras: las que inventan libremente, no las que les imponen; las que se presentan como lo que son, no las contrabandeadas con el ropaje de la historia. La ficción enriquece su existencia, la completa, y, transitoriamente, los compensa de esa trágica condición que es la nuestra: la de desear y soñar siempre más de lo que podemos realmente alcanzar."
El fragmento pertenece a "La verdad de las mentiras", un ensayo del escritor peruano Mario Vargas Llosa publicado en 1990 en el que reflexiona sobre varias obras literarias y su capacidad de ofrecer esa pizca de ficción que falta a la vida real. Para ilustrar el fragmento encabeza la entrada la obra "Pensamientos" (1883) del pintor inglés John Henry Henshall.
Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original
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