Decía James Dean: "Creo que sólo hay una forma de grandeza para el hombre. Es cuando un hombre puede salvar la brecha entre la vida y la muerte. Quiero decir, si puede vivir después de que ha muerto, entonces tal vez fue un gran hombre. Para mí el único éxito, la única grandeza, es la inmortalidad." Y parece que la consiguió.
Hay otra frase famosa que le es adjudicada al actor, aquella de "Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver" aunque esta es una atribución errónea por mucho que venga como anillo al dedo al actor por cumplir escrupulosamente cada una de sus palabras. En realidad esta frase forma parte de un guion de Nicholas Ray para la película "Llamad a cualquier puerta".
James Dean, nacido en 1931, tenía una imagen adelantada a su tiempo, poseía, o cuando menos aparentaba, una rebeldía muy moderna que pronto lo convirtió en todo un icono para muchos jóvenes. Hay quien afirma que uno de los símbolos de la relajación en la forma de vestir de los jóvenes de entonces y que continua en nuestros días, el pantalón vaquero, debe su popularización a este jovencito que falleció en 1955, con 24 años y después de tan sólo 3 películas: "Al este del Edén" (la única estrenada en vida del actor), la sensacional "Gigante" y "Rebelde sin causa". Tras el accidente que le quitó la vida, su imagen, su forma de vivir y el éxito en forma de dos nominaciones póstumas al Oscar, hizo que se convirtiera en un mito intemporal, circunstancia a la que sin duda ayudó notablemente, como en tantos otros casos, la visita un tanto madrugadora de su muerte. La segunda muerte que puede tener una persona, la del olvido, no le está permitida por las personas que gestionan sus derechos de imagen, y de esta manera James Dean sigue vendiendo y produciendo millones de beneficios desde la tumba para aquellos que siguen manoseando su imagen. Se empezó a hacer caja desde el mismo instante de su muerte.
James Dean era aficionado a las carreras de coches e incluso en alguna de ellas había logrado puestos destacados. Su coche era un Porsche Spyder 550 que fue bautizado como "Little Bastard", y sería en este "Pequeño Bastardo" en el que encontraría la muerte tras un choque frontal con otro vehículo. Curiosamente días antes del choque había rodado un anuncio pidiendo prudencia en la carretera, un anuncio que después de su accidente nunca se emitió.
Pero más allá de todos los detalles del accidente, a lo que quiero llegar es al manoseo de la imagen de Dean. Ciertamente el conductor del coche que chocó contra el de Dean, un tal Donald Turnupseed, fallecido en 1995, no se lucró durante todos esos años de las suculentas cifras que podría haber conseguido contando la experiencia y paseándose por los platós de televisión como a buen seguro habría ocurrido en esta España nuestra que nos ha tocado vivir. Siempre guardó un respetuoso silencio. Pero no todos fueron tan respetuosos. Una vez muerto empezaba el festín con los despojos del actor. El primer buitre en aparecer en el horizonte fue un tal William Eschirisch que tuvo la genial idea de hacerse con los restos destrozados del coche de Dean y compró en el Servicio de Recuperación de Carreteras el amasijo de hierros en el que quedó "Little Bastard" por la cantidad de 1000 dólares y que en muy poco tiempo revendió por 2500 dólares a una compañía publicitaria de Hollywood. Tras un tiempo el coche terminó exhibiéndose en un escaparate con un cartel a modo de reclamo en el que podía leerse con unas letras de color rojo sangre: "Esta es la estrella vertiginosa en la que James Dean halló la muerte. Precio de admisión 35 centavos". Y si ese era el precio, 35 centavos, módica cantidad por la que cualquier curioso morboso podía sentarse durante 15 segundos en el mismo asiento en el que se había sentado James Dean y podría tocar el volante y los asientos que todavía se encontraban manchados con la sangre del actor. Uno podría pensar que nadie puede ser tan macabro como para sentarse en ese lugar, pero la raza humana es realmente sorprendente y el primer día acudieron al reclamo la significativa cantidad de 3000 personas, ritmo que se mantuvo a un nivel considerable durante bastante tiempo. El negocio fue redondo.
Otro americanito tuvo la idea de hacer cojines con el rostro de James Dean y lo bautizo con el nombre de "Almohadas del amor" y curiosamente vendió también una buena cantidad de ellos y después empezarían las revistas monográficas sobre su persona que se agotaban nada más salir. Otros tuvieron la idea de robar la ropa que el actor había usado en sus películas y después de trocearlas, fueron vendiendo los trocitos por cantidades desorbitadas para un trocito de tela.
En 2005, el 50 aniversario de la muerte del actor, la casa Porsche sacó una edición limitada de 1953 unidades de un modelo conmemorativo de aquel Porsche Spyder 550, con lo que todos los que tuvieran la módica cantidad de 59.900 dólares podía tener su propio "Pequeño Bastardo". Las cosas……
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