jueves, 28 de abril de 2022

Louise Brooks, la Pandora del Cine Mudo

 

"Una mujer bien vestida, aunque su cartera esté dolorosamente vacía, puede conquistar el mundo"

Y si encima es tan bella como Louise Brooks, a quien pertenecen esas palabras, ya me dirán ustedes las dificultades que podría encontrar en poner ese mundo a sus pies. En una época en la que las actrices aparecían en pantalla timoratas y débiles, casi como muñequitas de porcelana con grandes ojos, sumisas y llenas de afectación, surgió una vampiresa, rebelde e ingobernable de pelo negro que iba a romper todos los moldes: la fabulosa Louise Brooks, la actriz maldita que desafió a Hollywood, una actriz que fascinaba tanto a hombres como a mujeres. 

"Aprendí a actuar mirando bailar a Martha Graham y a bailar viendo actuar a Chaplin" decía una Brooks que en sus inicios pretendía ser bailarina y que a pesar de llegar a pertenecer a las Ziegfeld Follies de Broadway no pudo esquivar su indudable destino tras unas cámaras que adoraban su inigualable sonrisa, su desparpajo y el erotismo que emanaba su persona. Nadie reía ni amaba como la Brooks. Hay quien mantiene que ni tan siquiera mitos eróticos como Marilyn han sido capaces de sostener una mirada con una carga sensual como la de Louise Brooks, esa mirada hipnotizante enmarcada en los paréntesis negros de un peinado que marcaría época y que fue copiado hasta la saciedad por las mujeres de aquellos años.

"Tengo un don para enfurecer a la gente, pero si alguna vez te aburro, será con un cuchillo" decía la actriz. No cabía duda de que aquella morena estaba en las antípodas de todas las actrices de aquel cine sin palabras y muy adelantada a su tiempo. Louise era distinta, era independiente, una mujer liberada y dueña de si misma y de su sexualidad en una época en la que aquello era casi motivo de ir a la hoguera y para colmo era inteligente y devoraba libros como quien come pipas. No se podía esperar nada bueno de una actriz que se ponía a leer en los descansos de los rodajes y que por otro lado soltaba perlas del estilo: “Hacer el amor es sólo una forma petulante de pasar el tiempo esperando la llamada del estudio de cine”. Ingobernable y de un marcado carácter no tardo en ganarse la etiqueta de libérrima, antipática, caprichosa y esnob.

Los problemas con los estudios no tardaron en llegar, sobre todo con la inminente llegada del cine sonoro y cuando quisieron someterla, lejos de amilanarse, se fue a Europa donde se forjaría definitivamente el mito. En Alemania se estaba buscando una actriz para dar vida a la inclasificable "Lulú" de la "La caja de Pandora" (1928), una película para la que Wilhem Pabst ya había desechado a centenares de actrices en una búsqueda que solo encuentra ecos en el casting de la Scarlett O'Hara de "Lo que el viento se llevó". Cuando Pabst vió a Louise Brooks tuvo claro de inmediato quien sería "Lulú". El enfado de Marlene Dietrich, que creía tener seguro el papel fue de órdago. 

Lúlu era un personaje complejo, encarnaba a una vampiresa que era la perdición de los hombres, un papel que parecía estar hecho a la medida de la Brooks, un criatura insaciable que se mueve solo por el placer, libre de hipocresías y ataduras en un mundo reprimido sexualmente. Lulú es una mujer que comienza la película como amante, que pasa a ser esposa y luego adultera y que finalmente trabaja como prostituta, por supuesto sin asomo de culpa. Para que la sociedad terminara de llevarse las manos a la cabeza no faltaban algunos devaneos lésbicos e incestuosos. La cosa como entenderán no podía terminar bien y la pobre "Lulú" termina asesinada entre las brumas londinenses por el mismísimo Jack el Destripador.

La película resultó todo un escándalo y fue prohibida en casi todos los países por lo escabroso que resultaba el personaje de "Lulú" y al coincidir con la llegada del sonoro el film no tuvo demasiado eco. A pesar de ello Louise Brooks se convirtió en todo un mito en Europa y logró hacer alguna película más, de las que merece la pena recordar especialmente otro título rodado a las órdenes de Pabst: "Tres páginas de un diario"

No cabía duda de que la cámara amaba sus expresiones; Brooks era ya un mito, pero eso no bastó para que poco a poco su carácter la fuera alejando del cine y la hiciera pasar por etapas parecidas a las de su Lulú. Fue de nuevo bailarina, dependienta, escritora e incluso hay quien dice que "dama de compañía" de ricachones... Unas décadas después su imagen causó sensación en los jóvenes críticos de la Nouvelle Vague que de inmediato reivindicaron su figura, su belleza misteriosa y la fuerza y modernidad de sus papeles cinematográficos. Godard hizo que su musa Anna Karina llevara su peinado en una de sus películas; Henry Langlois, director de la Cinemateca francesa sentenciaría: "No hay Garbo. No hay Dietrich. ¡Solo está Louise Brooks!" y después completaría: "Aquellos que la han visto no la pueden olvidar. Es la actriz moderna por excelencia... Apenas aparece en la pantalla, la ficción se esfuma al tiempo con el arte, y uno tiene la impresión de estar viendo un documental. Es como si la cámara la hubiera tomado por sorpresa, sin su conocimiento. Es la inteligencia del proceso cinematográfico. Personificación perfecta de lo fotogénico, ella encarna todo lo que el cine redescubrió en sus últimos años de silencio: la naturalidad y la simplicidad completas. Su arte es tan puro que se vuelve invisible."

Su imagen transgresora y sus desnudos invitaron, ya en 1965 al dibujante italiano Guido Crepax, a utilizar su imagen para dar vida a Valentina, una personaje de cómic para adultos de fuerte carga sexual, que no provocó ningún enfado en la ya mayor actriz, al contrario terminó siendo gran amiga del dibujante con el que mantuvo una intensa correspondencia, de hecho se sentía orgullosa de haber sido una de las pocas actrices que habían inspirado un personaje ficticio.

Como imaginaran, una mujer como Louise Brooks, que cabalgaba a lomos de un tigre no tuvo una vida fácil lejos de las cámaras y llegada ya la vejez. Los años de fumar como un carretero y beber sin freno hicieron estragos. Sus últimos años los paso sola hasta fallecer en 1985 a los 78 años de un ataque al corazón. En Europa su muerte tuvo amplio eco en toda la prensa, todo lo contrario que en Estados Unidos donde estaba prácticamente olvidada. La propia Louise Brooks definió claramente su suerte: 

"Siempre vi mi belleza como una maldición que hacía que me identificaran más como una prostituta que como una actriz. Ahora, por lo menos, entiendo que mi belleza fue una bendición. Mi falta de entendimiento sobre cómo comercializarla fue la maldición"


Imágenes: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro: Img 1 - 2 - 3 -4 -5 - 6

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