Sir Derek Jules Gaspard Ulric Niven van den Bogaerde, ese era nada más y nada menos que el nombrecito real de Dirk Bogarde, uno de los más sobresalientes actores británicos. Persona de gustos refinados y gran sensibilidad (ya retirado del cine se volcó en la escritura -con cierto éxito-, la poesía y la pintura) sufrió un duro embate durante su servicio en la Segunda Guerra Mundial. Sirvió en la Unidad de Inteligencia Fotográfica Aérea y alcanzó el rango de mayor -comandante-. Apodado "Pippin" y "Pip" durante la guerra, recibió siete medallas en sus cinco años de servicio activo. Cuando rodó "Un puente lejano" (1977), era el único miembro del rodaje que había participado en las batallas que se describen en la película.
El actor resultó ser uno de los primeros oficiales en participar en la liberación del campo de exterminio de Bergen-Belsen. Los horrores que allí presenció, cerca de 60.000 prisioneros, la mayor parte de los cuales estaban medio muertos de hambre y enfermos; y la dantesca visión de 13.000 cadáveres, desnudos y esqueléticos tirados por el campamento aún sin enterrar, le marcaron profundamente y eran recuerdos que intentaba evitar a toda costa. Con el tiempo contaba: "A los 24 años, la edad que tenía entonces, la conmoción profunda permanece registrada para siempre. Un tatuaje interno que solo se puede quitar mediante cirugía, no puede eliminarse convenientemente solo con el paso del tiempo". Para el actor, comprender lo que allí ocurrió, era en sus palabras como "investigar el Infierno de Dante". Más abajo dejamos varios extractos de sus memorias al respecto de sus vivencias de guerra. La traumática experiencia en Bergen-Belsen le provocó una cierta aversión hacia todo lo alemán, lo que le llevó a frases tan drásticas como aquella en la que mantenía que "con un alemán no compartiría ni el ascensor", una posición que sin embargo no le impidió enfundarse el uniforme alemán en más de una película. Baste recordar su papel como oficial de las SS en "El portero de noche" (1974), película que según el actor le dejó emocionalmente agotado y le llevó a considerar retirarse del cine, cosa que no hizo hasta 1990.
Para Dirk Bogarde, que ya había hecho algún papel antes del conflicto, fue terminar la guerra y empezar una exitosa carrera como actor: “Primero fue la guerra y después la paz, y de repente yo era una estrella de cine. Todo sucedió muy pronto”. Poco importaba su delgadez: “Estaba tan flaco como una gallina desplumada. La Rank Organization me abastecía con pesas. Me ponía dos jerseys debajo y encima la camisa”, su talento natural ante las cámaras y su capacidad para dar credibilidad a los más diversos personajes hicieron de el un actor muy cotizado, que siempre daba buen juego en la taquilla. Para el recuerdo quedan sus interpretaciones en "El sirviente", "Portero de noche", "La caída de los dioses", "Darling" y sobre todo su papel de Gustav von Aschenbach en la obra maestra de Luchino Visconti: "Muerte en Venecia" (1971), una obra sobre la cual Dirk Bogarde contaba una divertida anécdota que le fue contada por Visconti.
Al parecer, al finalizar una proyección de "Muerte en Venecia" a unos ejecutivos cinematográficos de Los Ángeles, todos quedaron en un incomodo silencio que al principio Visconti interpretó de manera positiva, aunque pronto se dio cuenta que más bien no habían entendido nada de nada. Bogarde describía la situación así: "aparentemente se quedaron atónitos en un horrorizado silencio ... Un grupo de hombres desplomados con trajes de nailon miraba con tristeza la pantalla en blanco". Un ejecutivo nervioso, sintiendo que había que decir algo, se levantó y preguntó: "Signore Visconti, ¿quién fue el responsable de la banda sonora de la película?"
" Gustav Mahler ", respondió Visconti.
"¡Simplemente genial!", Dijo el hombre nervioso. "Creo que deberíamos ficharlo".
Lástima que el gran Mahler, el compositor de ese maravilloso Adagietto que ya por siempre ira unido a las imágenes de la película, llevase ya 60 años fallecido. No es casualidad que Visconti eligiera ese tema de la quinta sinfonía de Mahler para la película, de hecho Thomas Mann, el autor del libro en el que se basa el film, amaba tanto la música de este compositor que el personaje central, Aschenbach, se llama Gustav en homenaje a él. Es más, Visconti mutó la profesión de escritor que en la novela tiene Aschenbach por la de músico para todavía resaltar más este homenaje.
Algunas frases de Dirk Bogarde:
"¿Televisión? ¡Nunca! No quiero que mi público se orine o prepare té mientras yo trabajo duro."
"El cine es solo una forma de masturbación. Alivio sexual para personas decepcionadas. Las mujeres que me escriben me dicen: "Dejé que mi marido lo hiciera porque fantaseaba con que eras tú el que estaba encima de mí".
"Simplemente amo la cámara y ella me ama a mí. Pero la cantidad de concentración que tienes que usar para alimentar la cámara es tan enorme que al final del día estás absolutamente destrozado después de hacer algo simple, como mirar."
"El tipo de actuación que solía hacer ya no existe porque su consideración principal es el presupuesto, el tiempo de ejecución, el costo, y si lo entenderán en Milwaukee."
"Después de la guerra siempre supe que nada, nada, podría ser tan malo... nada podría asustarme más, quiero decir, ningún hombre podría asustarme más, ningún director... nada podría ser tan malo como la guerra, o las cosas que vi en la guerra "
Sobre la entrada en Bergen-Belsen en sus memorias: “Creo que fue el 15 de abril, no estoy muy seguro de cuál era la fecha, cuando abrimos el campo de Belsen, el primero que veíamos. Ni siquiera sabíamos lo que eran. Habíamos escuchado vagos rumores, pero nada podía ser peor que eso. Las puertas se abrieron y me di cuenta que estaba ante el Infierno de Dante: nunca había visto nada tan espantoso. Y nunca lo haré. Se acercó una chica que hablaba inglés, porque reconoció una de las insignias, y sus pechos eran como una especie de carteras vacías. No tenía la parte superior del cuerpo cubierta, sólo llevaba un pijama de hombre, pero sabía que era una chica por sus pechos, que estaban vacíos. Supongo que tendría 24 o 25 años, hablamos y ella estaba emocionada, mientras alrededor había montañas de muertos hundidos en el barro, tanto que cuando caminabas pasabas sobre ellos sin darte cuenta. Un superior me dijo que me retirara porque casi todos los sobrevivientes tenían tifus y era muy contagioso. Pero la chica vio en la parte trasera del jeep una porción de ración diaria envuelta en un diario. Preguntó si podía dárselo, pero mi superior me ordenó que no le diera comida, porque se la comería de inmediato y moriría en diez minutos. Pero ella no quería la comida, quería el pedazo de diario, porque no había visto ninguno durante cinco años. Era estonia, y eso era todo lo que quería. Me dio un beso, que fue muy conmovedor, pero mi superior me sacó a rastras. No la volví a ver, por supuesto, porque murió. Supongo que todos murieron. Pasé luego por algunas de las chozas y había montañas de gente putrefacta, pero mezclados quedaban algunos con vida, levantando la cabeza intentando sobrevivir. Eso fue lo peor. Después de eso supe que nada, nunca, podría ser tan nefasto, que nada podría asustarme más, que ningún hombre podría asustarme más, ningún director, ni siquiera el más exigente podría ser tan horrible como las cosas que vi en la guerra”. (Autobiografía)
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