viernes, 27 de mayo de 2022

Federico Fellini y el mundo del Cine


Con cinco premios Oscar en su haber, cuatro a la Mejor película extranjera con: "La Strada" (1954), "Las noches de Cabiria" (1957), "8½" (1963) y "Amarcord" (1975) -nadie ha ganado tantos como él en este apartado- y en 1993 un quinto en reconocimiento a su trayectoria profesional, todo lo que Federico Fellini pueda contarnos acerca del cine es interesante: 

Sobre los diálogos: "En el cine los diálogos no son importantes para mí. La utilidad del diálogo es únicamente facilitar información a los espectadores, y creo que en el cine es mejor utilizar otros elementos para eso, como la iluminación, los objetos, el decorado en que se produce la acción, porque contienen mucha más carga de expresión que una serie de páginas y más páginas de diálogos".

Sobre las películas: "Creo que hago películas porque no sé hacer otra cosa. Desde que grité por primera vez: '¡Cámara! ¡Acción! ¡Corten!', me pareció que lo había estado haciendo siempre, que no hubiera podido hacer otra cosa y que aquello era yo y aquella era mi vida. Por eso, al hacer cine no me propongo otra cosa que seguir esa inclinación natural de contar historias que me gustan. No podría haber vivido sin hacer películas. Si hay que tener remordimientos (cosa que, entre paréntesis, no creo), yo tengo el remordimiento de no haber hecho más películas. Quisiera haber hecho de todo lo que se mira: documentales, anuncios publicitarios, emisiones infantiles, funciones de marionetas en los jardines públicos...".

Sobre los productores: "La imbecilidad y la mediocridad de los productores de cine me han ayudado, en definitiva, a tomar conciencia sobre la naturaleza y la importancia de mi trabajo y a buscar un equilibrio sin el cual habría caído en un idealismo, en un desconocimiento de los problemas prácticos de cada día, a veces muy tontos, que constituyen la realidad del cine". 

Sobre el cine: "No voy nunca al cine. Pero cuando voy, sólo me interesa la historia de fondo. Nunca presto atención a los movimientos de la cámara, a los primeros planos, a los 'travellings'. No conozco los clásicos del cine: Murnau, Dreyer, Eisenstein; vergonzosamente nunca los vi. Al cine no iba mucho de niño. Muchas veces no tenía dinero, no me lo daban. Una vez que llegué a Roma, empecé a ir más al cine. Cuando no sabía adónde ir, siempre estaban las películas próximas al espectáculo de variedades. Los preliminares del espectáculo siempre me emocionaron, como el circo. El desbarajuste que precede al espectáculo de variedades, los directores que llegan a la orquesta, los acordes, la voz del cómico y los pasos de las chicas detrás del telón. Me gustaba ir por el ambiente: el ruido de la sala, el olor a pipí de niño, la salida de emergencia y el momento en que la gente, después de la película, llegaba a la calle. Ver a los hombres y las mujeres aturdidos todavía por el espectáculo y sorprendidos por el frío, alguien que canturrea el motivo de una película, risotadas, en cierto ambiente de fin del mundo, de desaire".

Sobre el hombre creativo: "Un hombre creativo es aquél que se coloca entre los cánones consoladores, reconfortantes, de la cultura consciente y el inconsciente, el magma original, la oscuridad, la noche, el fondo del mar. Son estas llamadas, esta mediumnidad, las que hacen al hombre creativo. Un hombre creativo habita, se sitúa, vive en esa zona, para operar una transformación, símbolo de vida; y lo que pone en juego es su propia vida o su salud mental".

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

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