"El productor Frank Taylor presenció uno de aquellos aquelarres que se celebraban en la trastienda del club (el club era el "Dirty Dicks" o lo que es lo mismo "Pollas Sucias"), entre olor a orines y cervezas. Una treintena de descargadores de muelle, homosexuales y travestís rodeaban a Monty, quien yacía inconsciente sobre una mesa "mientras muchachos con chaquetas de cuero negro se arrastraban sobre su cuerpo como insectos. Unos le besaban el cuello, otros le acariciaban la entrepierna… Creí que iba a vomitar. Cuando me lo llevé de allí, la multitud estalló en un espasmo de ira y hostilidad: "¡No, no! ¡No te lo lleves! ¡No puedes llevártelo!"
Estas crudas palabras sobre el admirado actor Monty Clift, aparecen recogidas por Luis Fernández en su libro "Monty Clift. Pasión secreta" así como en la sección ¿Sabías que…? del nº 345 de la Revista "Imágenes". Ciertamente Montgomery Clift, que nunca reconoció su supuesta homosexualidad, fue siempre una persona angustiada, de carácter huidizo y con tendencias al aislamiento que le hacían a veces desaparecer durante meses, un cuadro que se hizo aun más severo tras el fatídico accidente de coche en el que se le desfiguró el rostro y del que fue salvado in extremis por Elizabeth Taylor, como ya contábamos en un artículo anterior (Link: El día que Liz Taylor salvó la vida de Montgomery Clift). El descenso a los infiernos que protagonizó en sus últimos años de vida, lanzándose en los brazos de las drogas, los calmantes para el dolor y el alcohol ha sido calificado en muchas ocasiones como "el más lento suicidio de Hollywood" y puede que en esa línea se enmarquen las palabras que abren esta entrada.
"La más valiosa posesión que un actor puede tener es el coraje para fracasar" (Montgomery Clift)
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