"Es imposible que yo sea insultado o ultrajado de alguna forma. Yo no hago nada que merezca ser censurado, y no me importan las falsedades que sobre mí se escriban."
Son palabras del Emperador Tito, sucesor de su padre Vespasiano y segundo emperador de la Dinastía Flavia. Con el recuerdo reciente de los desmanes de Calígula o Nerón todavía en la memoria, Tito logró granjearse por su bondad y buen juicio una gran popularidad y el cariño del pueblo romano, tal como se refleja en las palabras que al respecto le dedicó Suetonio en su obra "Vidas de los doce césares":
"Tito, llamado del mismo modo que su padre, fue querido por todo el pueblo romano, cosa muy difícil. Era tan superior que era un placer para la raza humana, fueron estas características lo que le hicieron ganarse los afectos de la población."
Hay quien achaca esta visión tan positiva a que este emperador no tuvo prácticamente tiempo para hacer el mal. Murió de unas fiebres a los 41 años, tras solo 2 años escasos en el poder. En cualquier caso, Tito, en su corta vida si que tuvo tiempo de demostrar su capacidad y valentía en el campo de batalla, de legar al pueblo romano obras públicas como el famoso Coliseo y de mostrarse sumamente generoso con los necesitados, tal como hizo con las víctimas de la erupción del Vesubio o el incendio de Roma ocurridos durante su gobierno. El emperador gustaba de hacer favores a quien lo necesitara y acudiera a él en busca de ayuda, de tal modo que según recogía el ya citado historiador Suetonio, cuando un día llegaba a su fin y no había tenido oportunidad de hacer algo bueno por al menos una persona, solía decir con tristeza: "Hoy ha sido un día perdido", pues más allá de todas sus obligaciones como emperador, sentía que en esa jornada que acababa no había hecho nada realmente importante.
La escultura de la entrada, en la que Tito aparece con una coraza militar es conocida como "Titus Herculaneum" y se expone en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. En la segunda aparece el rostro del emperador sobre una escultura que adopta la clásica postura del Doríforo de Polícleto que se expone en los Museos Vaticanos.
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