"La sabiduría sirve de freno a la juventud, de consuelo a los viejos, de riqueza a los pobres y de adorno a los ricos"
Son palabras de uno de los filósofos más singulares y atrayentes de la antigüedad: Diógenes de Sinópe (412 a.C. – 323 a.C.), también conocido como "El cínico". Se cuenta que desde su ciudad natal viajó a Atenas con la firme intención de conocer y convertirse en discípulo del sabio Antístenes, el más antiguo de los pupilos de Sócrates y fundador de la escuela cínica. No estaba por la labor Antístenes de tomar como discípulo a nuestro protagonista y abrumado por su asfixiante insistencia, terminó por amenazar con golpearle con su bastón si seguía dándole la tabarra. No sabía Antístenes de la determinación de Diógenes, de su deseo infinito de aprender y se sorprendió cuando este, terco como el solo, se limitó a responderle:
"No existe bastón tan duro como para conseguir apartarme de ti mientras siga pensando en todo lo que puedes enseñarme"
Evidentemente, con este afán de atesorar conocimientos, Diógenes logró convertirse en discípulo de Antístenes y con el tiempo, Epícteto recordaría su figura como un modelo de sabiduría.
En el cuadro, obra de Jean-Léon Gérôme (1824-1904), podemos ver al famoso filósofo en su pobre tonel, rodeado de sus queridos perros y observando el farol con el que, según la leyenda, un día caminó por las calles de Atenas mientras repetía: "Busco un hombre". Iba en su paseo, apartando a los hombres que encontraba en su camino, diciendo que sólo tropezaba con escombros, cuando su deseo era encontrar al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra. Tal era el desprecio que el tiempo y la experiencia le había llevado a profesar hacía la mayoría de las personas. ¿Exagerado?
Diógenes era un ser singular que no se doblaba ante nadie, que nada ambicionaba y que huía de lo superfluo, de hecho vivía en una tinaja y hacía de la pobreza extrema una virtud. Se cuenta que por únicas pertenencias tenía un manto, un zurrón, un bastón y un cuenco, pero que en su determinación de vivir con lo mínimo, cuando vio a un chico beber de una fuente ahuecando sus manos, supo que el cuenco no le era necesario y lo tiro. Evitando la famosa anécdota que tuvo con Alejandro Magno y el sol, me viene a la memoria, como prueba de su valía, aquella otra que cuenta como al pasar un ministro del Emperador ante él, le dijo:
"¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas."
Diógenes solo le contestó: "Si tú aprendieras a comer lentejas no tendrías que ser sumiso y adular tanto al emperador"
Algunas de sus frases:
"Probablemente los asnos se rían de ti, pero no te importa. Así, a mí no me importa que los demás se rían de mi."
"El único medio de conservar el hombre su libertad, es estar siempre dispuesto a morir por ella."
"Las mordeduras más peligrosas son las del calumniador entre los animales salvajes y las del adulador entre los animales domésticos."
"Los malvados obedecen a sus pasiones, como los esclavos a sus dueños."
"No os preguntéis como sobreviviré sin mi esclavo, preguntad a mi esclavo como sobrevivirá sin mí."
"Cuando estoy entre locos, me hago el loco."
"Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro."
"El elogio en boca propia desagrada a cualquiera."
"El insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe."
"Todo se consigue con el trabajo, hasta la virtud"
Y para terminar:
"Un pensamiento original vale mil citas insignificantes."
Imagen: La fotografía está tomada de los fondos de Wikimedia Commons donde figura etiquetada como Dominio Público (CC0). Se enlaza la fuente original:
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Jean-L%C3%A9on_G%C3%A9r%C3%B4me_-_Diogenes_-_Walters_37131.jpg
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Jean-L%C3%A9on_G%C3%A9r%C3%B4me_-_Diogenes_-_Walters_37131.jpg
No hay comentarios:
Publicar un comentario