martes, 30 de noviembre de 2021

Oscar Wilde: "Todos los hombres matan lo que aman"


 

"Aunque todos los hombres matan lo que aman, que lo oiga todo el mundo; algunos lo hacen con una mirada amarga, otros con una palabra zalamera; el cobarde lo hace con un beso, ¡el valiente con una espada! Algunos matan su amor cuando son jóvenes, y otros cuando son viejos; unos lo ahogan con la manos de la lujuria, otros con las manos del oro; el más piadoso usa un cuchillo, pues así el muerto se enfría antes. Unos aman muy poco, otros demasiado, algunos venden, y otros compran; unos dan muerte con muchas lágrimas y otros sin un suspiro: pero aunque todos los hombres matan lo que aman, no todos deben morir por ello."

El fragmento pertenece a "La balada de la cárcel de Reading" (1898) -originalmente en verso- una obra escrita por Oscar Wilde durante su estancia en la mentada prisión, lugar en el cumplió su condena a dos años de trabajos forzados, tras el proceso judicial en el que se vio envuelto por sus amores con Alfred Douglas, el hijo del marqués de Queensbury. Su temeraria oposición durante el proceso a los convencionalismos victorianos y a la aún poderosa, aunque decadente aristocracia inglesa, hizo que no se tuvieran reparos en su condena a pesar de su admirado talento. Durante el tiempo de prisión, escribió en la cárcel dos de sus más alabadas obras: "La balada de la cárcel de Reading" ya citada, y "De Profundis", una dolorosa carta a su amado Alfred Douglas. El juicio y la posterior condena por "sodomía y grave indecencia" que buscaba ser ejemplarizante y que recrudeció la intolerancia sexual ya imperante, le supuso a Oscar Wilde perder a su mujer y a sus hijos, que tuvieron que cambiar de apellido para siempre, perdió el derecho sobre sus obras y también sus propiedades, incluida su maravillosa biblioteca que fue dispersada en pública subasta y por si fuera poco, la cárcel, dónde fue duramente tratado, minó su salud. El escritor murió con tan solo 46 años, arruinado y olvidado en la triste habitación de un hotel de Paris. Ni siquiera le quedaba el orgullo de su nombre, antes de morir se hacía llamar Sebastián Melmoth. En "De profundis" decía:

"Todos los juicios son juicios para la vida, al igual que todas las sentencias son sentencias de muerte... La sociedad, tal como la hemos constituido, no tendrá un lugar para mí, no tiene ningún lugar para ofrecerme; solamente la Naturaleza, cuyas dulces lluvias caen sobre los justos y los injustos por igual, tendrá grietas en las rocas en las cuales podré esconderme..."

El poema inicial, uno de los que forman parte de "La balada de la cárcel de Reading", continúa así: 

"No todo hombre muere de muerte infamante en un día de negra vergüenza, ni le echan un dogal al cuello, ni una mortaja sobre el rostro, ni cae con los pies por delante, a través del suelo, en el vacío. No todo hombre convive con hombres callados que lo vigilan noche y día, que lo vigilan cuando intenta llorar y cuando intenta rezar, que lo vigilan por miedo a que él mismo robe su presa a la prisión.

No todo hombre despierta al alba y ve aterradoras figuras en su celda, al trémulo capellán con ornamentos blancos, al alguacil sombríamente rígido, y al director, de negro brillante, con el rostro amarillo de la sentencia.

No todo hombre se levanta con lastimera prisa para vestir sus ropas de condenado mientras algún doctor de zafia lengua disfruta y anota cada nueva crispación nerviosa, manoseando un reloj cuyo débil tictac suena lo mismo que horribles martillazos.

No todo hombre siente esa asquerosa sed que le reseca a uno la garganta antes de que el verdugo, con sus guantes de faena, franquee la puerta acolchada y le ate con tres correas de cuero para que la garganta no vuelva a sentir sed.

No todo hombre inclina la cabeza para escuchar el oficio de difuntos ni, mientras la angustia de su alma le dice que no está muerto, pasa junto a su propio ataúd camino del atroz tinglado.

No todo hombre mira hacia lo alto a través de un tejadillo de cristal, ni reza con labios de barro para que cese su agonía, ni siente en su mejilla estremecida el beso de Caifás."

Imagen: De Wikimedia Commons - (CC0) - Dominio Público - Fuente Original

No hay comentarios:

Publicar un comentario