sábado, 5 de diciembre de 2020

Marlon Brando, el Coronel Kurtz y el Horror

 

"He visto horrores... horrores que usted ha visto. Pero no tiene derecho a llamarme asesino, tiene derecho a matarme. Tiene derecho a hacerlo, pero no tiene ningún derecho a juzgarme." (Coronel Kurtz)

Marlon Brando, que ya se había sacado de la chistera la caracterización de Don Vito Corleone para regalársela a Coppola y a los aficionados al buen cine en "El padrino", volvió a lograrlo en Apocalypse Now con el Coronel Kurtz. Cuando Brando llegó al rodaje  de la película aquello era una verdadera pesadilla para Coppola y el actor iba a ser un nuevo problema más. Brando se presentó totalmente pasado de kilos para dar vida a un personaje que se supone estaba en los huesos, literalmente consumido por la jungla. Llegó sin haberse leído ni una página de "El corazón de las tinieblas", el libro de Joseph Conrad en el que se inspiraba la película, ni de haberse molestado en aprenderse, ni tan siquiera mínimamente , sus líneas de guion. Y sin embargo, a pesar de que todo pintaba muy negro, la recreación que Brando realizó del Coronel Kurt hizo que se ganara cada uno de los tres millones y medio de dólares que había firmado por las tres semanas y media que dedicó al rodaje (ni un minuto más). Coppola no sabía como lidiar con Brando. Intentó reconducir su personaje a un ser que comía desesperadamente para justificar su sobrepeso ante la cámara, pero Brando avergonzado por su aspecto se negaba. La solución vino de la mano del director de fotografía Vittorio Storaro que propuso hacer uso de una iluminación que disimulaba el aspecto del actor y que realzaba principalmente su cara. Brando, que sabía que toda la potencia del personaje se concentraría en su voz y su rostro, se presentó vestido de negro y con el cráneo totalmente rasurado para hacerlo aún más fuerte. El actor amenazaba continuamente con abandonar el rodaje y un Coppola desesperado, que llegó a perder tantos kilos como los que le sobraban a Brando, no logró que este se aprendiera los monólogos que le preparó. Cambiando de estrategia, demoró el momento de rodar sus escenas, mantuvo muchas conversaciones con el "divo", hablándole del personaje, de sus motivaciones, le recitaba el diálogo que le había preparado, le aconsejaba y orientaba sibilinamente, pero finalmente hubo de aceptar que Brando improvisaría gran parte de su actuación. Llegado el momento de rodar, un Brando en estado de gracia, juntó todos sus pensamientos e ideas, las conversaciones con Coppola, partes de lo que se supone que tenía que decir, lo mezcló todo en la batidora de su cabeza, añadió una buena dosis de talento y forjó su personal visión de Kurtz delante de la cámara, frente a los ojos de un Coppola que estaba admirado y asustado a partes iguales por la osadía del actor. Cuando terminó su parlamento dejó el plató diciéndole a Coppola: "No se me ocurren más frases, si no te gusta, puedes contratar a otro". El resultado es un monólogo en gran parte improvisado, inmenso, genial, potentísimo, que lograba de la breve actuación de Brando un monumento al talento actoral. 

El monólogo completo rezaba así:

"He visto horrores... horrores que usted ha visto. Pero no tiene derecho a llamarme asesino, tiene derecho a matarme. Tiene derecho a hacerlo, pero no tiene ningún derecho a juzgarme. No creo que existan palabras para describir todo lo que significa, a aquellos que no saben qué es, el horror. El horror. El horror tiene rostro. Tienes que hacerte amigo del horror. El horror y el dolor moral deben ser amigos, si no lo son se convierten en enemigos terribles, en auténticos enemigos. Recuerdo que cuando estaba en las fuerzas especiales... parece... que han pasado mil siglos... fuimos a un campamento a vacunar a unos niños. Dejamos el campamento después de vacunarlos a todos contra la polio. Un viejo vino corriendo, lloraba, sin decir nada. Regresamos al campamento. Ellos habían ido y habían cortado todos los brazos vacunados. Vimos allí un enorme montón de bracitos. Y recuerdo que yo... yo lloré también como... como una abuela. Quería arrancarme los dientes, no sé lo que quería hacer. Y me esfuerzo por recordarlo, no quiero olvidarlo nunca, no quiero olvidarlo. Entonces vi tan claro, como si me hubieran disparado, disparado con un diamante, con una bala de diamante en la frente, y pensé: Dios mío, eso es pura genialidad, ¡es genial! ¡Tener voluntad para hacer eso! Perfecto, genuino, completo, cristalino... ¡puro! Y entonces me di cuenta de que ellos eran más fuertes porque podían soportarlo: no eran monstruos, eran hombres, tropas entrenadas. Esos hombres que luchaban con el corazón, que tenían familia, hijos, que estaban llenos de amor, habían tenido la fuerza, el valor, para hacer eso. Si contara con diez divisiones de hombres así, nuestros problemas se resolverían en poco tiempo. Se necesitan hombres con principios que al mismo tiempo sean capaces de utilizar sus instintos, sus instintos primarios para matar. Sin sentimientos... sin pasión... sin prejuicios.... sin juzgarse a sí mismos. Porque juzgar es lo que nos derrota."


Coppola comentaba sobre su trato con Brando en la película: “En cierto modo estoy en un cuarto con el suelo lleno de vaselina. Todas las novedades se me tiran encima. Intento mantenerme ahí, pero tengo a Marlon y es un comodín muy difícil de jugar. Él es como una fuerza única, no le importa nada. Y yo quería un personaje de una naturaleza monumental que luchara con los extremos de su alma. Y luchara con ellos a tal nivel, que a ti te aterrorizara y a él lo destrozara”.

Imagen: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro. Fuente Original

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