domingo, 19 de abril de 2020

Rita Hayworth y Santa Rita


Hasta hace muy poco, encontrar un lugar donde poder comprar una mascarilla era una tarea imposible en estos tiempos del coronavirus. Casi diría que en eso seguimos igual y como remedio, han sido muchas las personas que en sus hogares han decidido fabricar las suyas propias recordando olvidadas labores de costura. Incluso entre trabajadores de hospitales o de policía escaseaban. Hace un par de días me contaban de unas monjas de mi ciudad, que en su infinita voluntad de ayudar, cosían primorosamente unas sencillas mascarillas de tela para ofrecerlas a esos profesionales que luchaban en primera línea de batalla desprotegidos. Lo inaudito es que cuando a estas monjas se les acabó la tela utilizaron las sábanas de sus camas y terminaron durmiendo sobre sus colchones desnudos. Y no solo eso, en atención a aquellas familias necesitadas y duramente golpeadas por esta crisis sanitaria, que se acercaban al convento para pedir comida y ayuda, las monjas terminaban dándole la suya propia y llegaron a estar unas jornadas casi sin alimento hasta que otras almas bondadosas acudieron en su auxilio.

Esta anécdota me recordó otra muy sencilla, pero muy ilustrativa, protagonizada por Rita Hayworth, una mujer maltratada en muchos aspectos y que durante un tiempo fue injustamente considerada como la viva imagen del pecado. Gilda casi le robó su propia identidad. El caso es que Rita Hayworth visitó en cierta ocasión una leprosería y tras observar el sufrimiento y los padecimientos de los enfermos; el peligro de contagio que aquella enfermedad suponía y la entrega absoluta de las monjas que los cuidaban les dijo:

- Es algo admirable la labor que hacen ustedes aquí. Yo no sería capaz de hacer esto ni por un millón de dólares.
Y la monjita, con ese tono dulce, del que solo ellas son capaces, le contestó:
- Nosotras tampoco.

Y es que, aunque soy un poco descreído y no me motivan mucho los humos de los altares, no dejo de reconocer, por esta y por otras historias conocidas de personas que entregaron su vida a Dios, que hay seres especiales, singularmente dotados para la entrega y el amor al prójimo. No cabe duda de que una estampa como la que encabeza esta entrada no serviría para representar a Santa Rita, la abogada de las causas desesperadas y los imposibles, pero hay otros ángeles que con sus hábitos es a esa Santa a la que rezan mientras cosen mascarillas.

La fotografía de Rita Hayworth es de "Bailando nace el amor" (1942 - Ted Tetzlaff)

Imagen: La fotografía ha sido tomada de los fondos de la estupenda página Doctor Macro, de la que hemos recibido permiso expreso para el uso de sus fondos en este blog:
https://www.doctormacro.com/Movie%20Summaries/Y/You%20Were%20Never%20Lovelier.htm

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