viernes, 12 de enero de 2024

James Cagney, un ángel con cara sucia

 

Entre los actores legendarios de la historia del cine elaborada por la American Film Institute, el duro de James Cagney, al que ayer disfrutaba viendo "Corazón de hielo" (1950 - Gordon Douglas), figura nada más y nada menos que en el octavo lugar, por delante de otros grandes como Spencer Tracy, Charles Chaplin, Gregory Peck, John Wayne y tantísimos otros. No en vano Orson Welles decía de él: "Quizás el mejor actor que jamás haya aparecido delante de una cámara", mientras Bogart mantenía: "Es el actor con más carácter que he conocido, sin duda la mayor personalidad de la historia del cine". No era amigo de métodos para crear sus personajes, no entendía todas aquellas complejidades del Actor's Studio. Al respecto de su forma de hacer ante la cámara decía: "Todo lo que trato de hacer es comprender plenamente al hombre que estoy interpretando y luego poner todo lo que puedo en mi actuación. Para hacerlo, recurro a todo lo que he conocido, oído, visto o recuerdo.". "Aprende tus líneas, encuentra tu marca, míralos a los ojos y diles la verdad". 

Su estilo estaba cargado de una energía arrolladora, de súbitos arrebatos de furia y crueldad, todo ello aderezado con esa actitud suya constante de "aquí estoy yo". "No hay mucho que decir sobre la actuación excepto esto. Nunca te quedes quieto. Nunca te relajes. Si tú te relajas, el público se relaja." decía el actor.  Para el gran público era el arquetipo del gánster, del tipo duro e irascible, del joven que quiere comerse el mundo de un rápido bocado, una idea que queda perfectamente respaldada con títulos como: "Al rojo vivo" (1949), "El enemigo público" (1931), "Los violentos años 20" (1939), "Ángeles con caras sucias" (1938)... Pero Cagney era mucho más, era un gran bailarín, tanto que se llevó su único Oscar por una película como "Yankee Doodle Dandy" (1942), y que a la vez era capaz de adentrarse sin reparos en los terrenos del western o de la comedía sin mayores problemas, sirva de ejemplo la sensacional "Un, dos, tres" (1961) a las órdenes de Billy Wilder. Y en cambio esa supuesta dureza suya es la que ha marcado a fuego al actor. Cuando se conocen algunos detalles más de él, esa dureza se matiza mucho, es como si él mismo fuera en  realidad un ángel con cara sucia.

James Cagney provenía de una familia humilde de orígenes irlandeses, criado en uno de los barrios más conflictivos de Nueva York en unos tiempos nada fáciles. Sabía lo que costaba ganar un dólar: "de donde yo vengo, si puedes ganar un dólar no haces preguntas, simplemente vas y lo haces". Puede que por eso, en no pocas películas, abandonaba el rodaje temprano, cuando quedaba todavía trabajo por hacer, alegando encontrarse indispuesto, treta con la que buscaba conseguir que los extras y el equipo de filmación a los que consideraba mal pagados, pudieran tener un día adicional de salario.

En sus inicios, en un coro musical, cuando solo ganaba 55 dólares a la semana, no olvidaba enviar 40 a casa de su madre. Y más o menos siempre se mantuvo en la misma línea aun siendo ya una gran estrella. Cuando hizo "Enemigo Público" ya ganaba 400 dólares a la semana y 300 iban a la casa materna. Hasta que falleció su madre nunca se quedó con más de la mitad del dinero que ganaba. La madre tenía que ser de armas tomar, tan temperamental como los personajes de su hijo, así, animó a su hijo a aprender a boxear para defenderse en el ambiente difícil en el que vivía, pero cuando Cagney le dijo que quería pasar a ser profesional, la madre se colocó sus guantes y le dijo: "Si quieres convertirte en luchador profesional, tu primera pelea tendra que ser contra mi". Ya os supondréis como terminó la cosa...

En los terrenos de la fidelidad entre las grandes estrellas siempre nos quedamos en el ejemplar Paul Newman, pero hay otros casos y James Cagney es uno. Siendo estrella absoluta durante unos años en los que Hollywood era lo más parecido a Sodoma y Gomorra, no se le conocen aventuras con otras mujeres y fue fiel a su esposa Frances durante 64 años, hasta su muerte.

Pero tampoco tan buenazo... El chico por supuesto tenía carácter y no arredraba ante los poderosos. La mafia por ejemplo quiso atentar contra él y lo tenía ya todo preparado para darle matarile, porque desde su presidencia del Sindicato de actores estaba decidido a impedir que esa organización se infiltrara en el mundo del cine como ya había logrado en otros sectores. Si no llega a interceder por él George Raft, que tenía buenos contactos en ese mundillo, seguramente la carrera de Cagney hubiese sido mucho más corta. Tampoco tuvo reparos para enfrentarse a Jack Warner a fin de mejorar sus condiciones de trabajo, de hecho, en una época en la que resultaba casi imposible desligarse de los grandes estudios, Cagney llego a crear -aunque efímeramente- una productora propia.

No cabe duda de que hubo un momento en su carrera en el que, cuando el éxito le sonreía, pudo con razón  gritar sin quemarse: "Lo conseguí Madre, La cima del mundo", una de las frases míticas de la historia del cine, pronunciada por Cagney como Cody Jarret en "Al rojo vivo".

Fuentes: IMDB y Diccionario de Actores Cinematográficos (Manuel Gutiérrez Silva)
Imagen: Cortesía de la Página Doctor Macro 

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