"¿Dónde he leído -pensó Raskólnikov prosiguiendo su camino-, dónde he leído lo que decía o pensaba un condenado a muerte una hora antes de que lo ejecutaran? Que si debiera vivir en algún sitio elevado, encima de una roca, en una superficie tan pequeña que sólo ofreciera espacio para colocar los pies, y en torno se abrieran el abismo, el océano, tinieblas eternas, eterna soledad y tormenta; si debiera permanecer en el espacio de una vara durante toda la vida, mil años, una eternidad, preferiría vivir así que morir. ¡Vivir, como quiera que fuese, pero vivir!"
El fragmento pertenece a la obra "Crimen y castigo" (1866) de Fiodor Dostoievski, considerada como una de las obras fundamentales de la literatura rusa e incluso mundial, dada su influencia en las generaciones posteriores de escritores. Para un escritor tan celebrado como Stefan Zweig, los diálogos mantenidos entre Raskólnikov, el protagonista de la obra, y Porfiri Petrovich, el juez que investiga el crimen pendiente de castigo, son una de las cimas de la literatura universal.
Y si la novela citada es de todos conocida (aunque muy poco leída), la escultura que encabeza la entrada, es por contra, a pesar de su espectacularidad y su evidente dificultad (esos huesos sacados del mármol parecen un milagro) un trabajo poco visto de un escultor prácticamente desconocido, el italiano Rinaldo Carnielo (1853 - 1910) que como vemos en esta obra, titulada "Tenax vitae" ("la vida tenaz") en la que se nos muestra a un sujeto que se resiste a entregarse a la muerte, tenía una cierta sensibilidad hacia lo macabro en sus obras, resultando otro de sus grandes trabajos una sensacional escultura sobre la muerte de Mozart que en cualquier momento traeremos por aquí. Al final de la entrada queda una vista completa de la obra anterior que se expone en el Museo Cívico del Palazzo Vecchio de Florencia, ciudad en la que creció el escultor y a la que legó gran parte de su obra.
Para poner otro ejemplo que tenga que ver con la voluntad de vivir, dejamos este otro fragmento de la obra en la que Raskólnikov es de nuevo el protagonista:
"Ha perdido usted la confianza en todo y cree que vengo a halagarle con segundas intenciones. ¡Como si hubiera vivido usted mucho! ¡Como si entendiera muy bien lo que es la vida! Ha ideado una teoría y se avergüenza de haber fracasado, de no haber resultado muy original. El resultado ha sido infame, la verdad; pero, a pesar de todo, no es usted un miserable sin esperanza. (...). ¿Sabe en qué concepto le tengo? Le tengo por uno de aquellos que, si encuentran una fe o un Dios, son capaces de mirar sonriendo a los verdugos que les arranquen las entrañas. Bien, pues encuéntrelos y viva. En primer lugar, hace tiempo que necesita usted cambiar de aire. En realidad, el sufrimiento también es una cosa buena. Sufra usted. Quizá tenga razón Mikolka al querer sufrir. Ya sé que no es usted creyente, pero no se haga el listo filosofando; entréguese a la vida francamente, sin razonar. No se intranquilice, la vida le llevará en línea recta a una orilla y le levantará. ¿A qué orilla? ¡Cómo quiere usted que lo sepa! Lo único que creo es que aún ha de vivir usted mucho. (...). Sé que no es creyente, pero le juro que la vida le sacará a flote."
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