Se cuenta que en cierta ocasión un periodista, durante una entrevista, le preguntó al gran escritor estadounidense William Faulkner, autor de obras como "El ruido y la furia", "Luz de agosto" o "Santuario" si existía alguna fórmula que fuera posible seguir para ser un buen novelista. Faulkner le explicó la suya así:
"99% de talento... 99% de disciplina... 99% de trabajo. El novelista nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Lo que se hace nunca es tan bueno como podría ser. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que uno puede apuntar. No preocuparse por ser mejor que sus contemporáneos o sus predecesores. Tratar de ser mejor que uno mismo. Un artista es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué ellos lo escogen y generalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de realizar la obra."
Cuando el periodista le preguntó si con esas palabras quería decir que el artista debe ser completamente despiadado, apostilló:
"El artista es responsable sólo ante su obra. Será completamente despiadado si es un buen artista. Tiene un sueño, y ese sueño lo angustia tanto que debe librarse de él. Hasta entonces no tiene paz. Lo echa todo por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad, todo, con tal de escribir el libro. Si un artista tiene que robarle a su madre, no vacilará en hacerlo..."
No le fue mal con su fórmula y actualmente Faulkner está considerado uno de los más grandes talentos de la literatura universal, de hecho consiguió merecidamente el Nóbel en 1949 por la calidad de su obra, una obra que para muchos es, más allá de su innegable calidad, realmente difícil de leer, puede que por no haber dejado sitio en la fórmula, aunque fuera testimonial, a la inspiración.
Desde luego no estuvo muy inspirado durante una visita a Japón en 1955. Se cuenta que durante la misma, ante un público expectante, contó una larga y enrevesada anécdota que el encargado de traducirla al auditorio seguía con dificultad. Cuando hubo de trasladarla a los oyentes estos respondieron con una carcajada. Faulkner, al ver la reacción del público, quedó extrañado por la capacidad de resumen del traductor y le preguntó: "¿Cómo lo ha podido abreviar tanto?". A lo que el traductor le contesto: "Lo que yo les he dicho es: El señor Faulkner acaba de contar algo muy gracioso. Ríanse por cortesía, por favor".
Estoy seguro de que si, por poner solo una minúscula muestra de su talento, hubiese traducido palabra por palabra la comparación que Faulkner hace de la literatura con una simple cerilla le habrían aplaudido sinceramente durante minutos:
"La Literatura es lo que hace una pobre cerilla cuando se la enciende en mitad de la noche en medio de un campo. No sirve para iluminar nada, sólo sirve para ver un poco mejor cuánta oscuridad hay alrededor"
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original
Gracias por su exquisito aporte! Yo soy devoto de William FAULKNER desde los 18 años. No puedo vivir sin leerlo, la obra de FAULKNER es una enorme ventana para observar el alma humana
ResponderEliminarMe alegra que pueda disfrutar de tan hermosas ventanas. Gracias por su comentario.
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