Entre los directores de cine que al parecer tenían un desmedido apetito por el sexo femenino ocupa un lugar de honor el todopoderoso Cecil B. DeMille, ese que más que 10 mandamientos, todos podrían pensar que debería observar 20, puesto que rodó dos veces el peplum del mismo nombre.
El caso es que al parecer algunos de aquellos mandatos no lograba digerirlos bien, aunque también es cierto que se sirvió de los mismos cuando le fue necesario. En el estreno de "Los 10 mandamientos" y como estrategia publicitaria colocó una gran cantidad de tablas de piedra con esas leyes divinas en las puertas de tribunales y otros edificios públicos de todo Estados Unidos, muchas de las cuales aún se conservan en la actualidad.
Pero a lo que íbamos, DeMille era un ser investido de un poder desmesurado en el mundo del cine, su despacho estaba decorado con vidrieras de colores, su escritorio elevado sobre el nivel de los simples mortales y el suelo adornado con pieles de oso polar, una pieles que si hablaran de quienes retozaron por ellas nos dejarían boquiabiertos con el exclusivo palmarés alcanzado. Tenía un criado que tocaba el violín y que buscaba encontrar las melodías adecuadas para acompañar sus idas y venidas, así como un filipino que seguía al director por todos sitios transportando su silla para que Cecil pudiera usarla cuando deseara sentarse.
Su aguante al dolor parece ser también legendario y se cuenta que durante el rodaje de "Buffalo Bill" (1936), Jean Arthur no dominaba como él deseaba una escena en la que debía manejar el látigo, por lo que le proporcionó su propia espalda para que practicara con él repetidamente, hasta que lo manejara con soltura y decisión. Parece que su espalda quedó un poco maltrecha de estas lecciones, pero Jean Arthur terminó fustigando en su escena como una verdadera profesional. El alegó que se había prestado a ello para no perder más tiempo y dinero o un extra en enseñarla.
Su colección de literatura erótica era mítica en Hollywood y en sus fiestas, el colmo de la atención que podía procurarse a un asistente a las mismas era el ser invitado a pasar a sus habitaciones privadas, estilo cabaña, en el que agasajaba a sus invitados con la danza de los siete velos que unas sugerentes mujeres desnudas interpretaban al ritmo del bolero de Ravel. Hay incluso alguno de aquellos invitados que cuentan que aquellas ladies no ponían ningún reparo a la hora de satisfacer los "apetitos gastronómicos" de los hombres que por allí pasaban.
Pero la gran pasión del maestro DeMille, ese que de 70 películas sólo dejo de conseguir beneficios en 7 de ellas, tal era su habilidad para crear grandes éxitos, era la atracción que sentía por los pies de las mujeres. Parece que todo comenzó cuando leyó que la actriz Julia Faye tenía "los pies y tobillos más hermosos de Estados Unidos", algo que parece que le despertó una curiosidad desbordada por esta parte de la anatomía de la mujer. Una atracción que llegó a tal punto que una de sus amantes, la actriz Bebe Daniels, reveló que a pesar de sus evidentes encantos, nunca había mantenido unas relaciones sexuales "normales" con el director, y que este se limitaba a lamerle los tobillos mientras que él se autosatisfacía manualmente. En esta línea parece que Paulette Goddard sabedora de estas tendencias y decidida a conseguir un papel en la película "Policía Montada del Canadá", tras varias "visitas" a la oficina del director, logró finalmente el papel tras colocar su pie desnudo sobre el escritorio de este catador de calcañares. No son pocos los que cuentan que fue DeMille quien le dio al empresario Sid Grauman la idea de que las huellas de las manos y ojito, también "los pies" de las estrellas quedarán inmortalizadas sobre el cemento. Me lo imagino mirando todas aquellas huellas con ojos libidinosos, pensando que pies pudo acariciar y cuales "todavía" no.
Hasta aquí los chismes y habladurías que a saber si son verdad. Evidentemente también hay mucho positivo que contar de Don Cecilio. Así, hay quien recuerda a DeMille de la siguiente forma:
"Yo sucumbí a sus encantos cuando el cine no tenía sonido, como decía mi personaje de "Sunset Boulevard", solo cuando los actores poseíamos imagen, movimiento, garra...... No necesitábamos diálogos, teníamos expresión….. Era uno de los hombres más nobles, educados y rectos de cuantos he conocido en mi larga vida, y puedo asegurar que he conocido un buen número de ellos. Cuando me llegaba una propuesta para trabajar con DeMille, todo en mí se transformaba, era como si el cielo mismo entrase en mi residencia y todo se iluminara. No me importaba el dinero, o el personaje a interpretar, solo pensaba que Cecil me dirigiría, es todo. Cuando Wilder añadió en el guion de "El crepúsculo de los dioses", la secuencia en que Norma va a los Estudios Paramount, le di tantos besos en su rostro, que tuvo que lavarse la cara, para borrar parte de mi maquillaje. Wilder hizo una crítica tremenda sobre Hollywood, pero puedo asegurar que todo era cierto, casi idéntico al film, pero al entrar Cecil en escena, esa acidez fue tan dulce que aún hoy, al cabo de muchos años, siento ese encuentro como algo muy querido por mí. No me cabe la menor duda de que trabajar con él, fue lo más gratificante que me sucedió en mi carrera" (Gloria Swanson).
"Tenía el encanto del hombre maduro y del niño que todos los hombres llevan tras de sí. Fue un lujo estar a sus órdenes y rodar "El mayor espectáculo del mundo". No solo me divertí haciéndolo, sino que lo recuerdo como un juego más que un trabajo. Mi personaje tenía mucho de mí, mucho más de lo que nadie tal vez vio, pero él con su ternura y su elegancia hicieron que me sintiera orgullosa de tener 29 años y ser como soy". (Gloria Grahame).
"Tenía el atractivo de los mismos personajes que llevó a la pantalla. Debo confesar que por más que me insinué, por más situaciones que puse para comprometerle, nunca conseguí nada. Estaba demasiado enamorado de su esposa..! Fue una lástima!.. Como cineasta nadie como él para extraer todo el erotismo que había en mí y para hacer que Dalila fuera el mismo demonio. Estaba pendiente hasta de los más mínimos detalles sobre mi vestuario, si veía un pliegue que no le convencía de mi túnica, repetía la escena hasta estar convencido de que su caída era perfecta. Jamás conocí a alguien como Cecil, era único". (Hedy Lamarr).
"Atravesaba uno de los peores momentos de mi vida cuando trabajé con él. Se puede decir que me daba igual todo, fueron días terribles que prefiero olvidar, pero bastó con charlar con él durante una hora para inyectar a mi vida todo el ánimo y la fuerza para interpretar mi personaje en "Las Cruzadas", con la seguridad que DeMille exigía. Fue un hombre inolvidable". (Loretta Young).
"Fue mi amigo, mi confidente, mi maestro....nunca le olvidaré. Sus películas son autenticas joyas del cine, yo creo que hasta su nombre posee algo de cinematográfico. De todo lo que he hecho, "Los diez Mandamientos" y "El mayor espectáculo del mundo", las considero mis mejores aportaciones a mi carrera. Hablábamos largo, durante horas y horas, cuando no trabajábamos. Sabía que podía contar con él siempre. Era como un padre para todos, no conozco a nadie que pueda hablar mal de él, y si alguno lo ha hecho, no merece la pena decir quien ha sido. Me dejó total libertad para interpretar a Moisés, nunca me dijo si estaba bien o mal, simplemente sonreía. Decía que nadie podía ser el profeta más que yo. A esto denomino amistad.". (Charlton Heston).
"Le amé profundamente, y le recuerdo a cada instante como un regalo que la vida me dio. Consiguió que pareciera una Reina de Egipto tremendamente atractiva, cuando no lo soy en absoluto" (Claudette Colbert)
"He llegado a envidiar dentro de mi profesión a muchos compañeros, quizá sea normal, pero con DeMille era lo contrario, él me hacía siempre ver que lo que estaba haciendo era perfecto, que nadie como yo podía representarlo. Le debo mucho y eso no puedo olvidarlo...Cuando fue a verme a Broadway, mientras representada "El rey y yo" coincidía en que precisamente no era uno de mis mejores días, pero las palabras que me dijo elevaron mi espíritu, fue lo mejor que me dijeron nunca, siempre las recordaré...!era un ser excepcional!." (Yul Brynner).
Las anécdotas arriba reseñadas están basadas en el perfil reflejado en el capítulo que sobre Cecil B. DeMille aparece en el libro "Vidas secretas de Grandes Directores de cine" - 2011 (Océano)
Imagen: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro
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