"Roscoe ("Fatty"Arbuckle) me mostró mi primera cámara de cine para que entendiese cómo funcionaba y qué se podía hacer con aquel aparato. Me mostró cómo se revelaba la película, cómo se cortaba y luego se empalmaba. Pero para mí, lo más fascinante del cine era que superaba de golpe los límites físicos del teatro. En el escenario, incluso en uno inmenso como el del New York Hippodrome, lo que se puede mostrar tiene un límite. La cámara de cine, en cambio, no tenía límites. Su escenario era el mundo entero. Si como fondo se querían ciudades, desiertos, el océano Índico, Persia o las Montañas Rocosas, bastaba llevar allí la cámara. En el teatro había que crear la ilusión de hallarse a bordo de un barco, de un tren o un avión. La cámara de cine en cambio, permitía mostrar al público la verdad: trenes, caballos y carros verdaderos, tormentas de nieve, inundaciones. Nada de lo que se alcanzaba a oír o ver quedaba fuera de las posibilidades de la cámara de cine..."
No cabe duda que la visión que tuvo el siempre serio Buster Keaton, Pamplinas o Cara de palo, como ustedes prefieran llamarlo, acerca de las posibilidades del cine en este fragmento de "My wonderful world of slapstick" fue mucho más certero que aquella otra de los creadores de la criatura, los Hermanos Lumière, que no estuvieron precisamente muy lucidos cuando al ser preguntados sobre la potencial utilidad del cine sentenciaron: «Será útil a efectos de entretenimiento doméstico o fines militares, pero de cara al gran público es un invento sin demasiado futuro»
Y es que ya lo decía el director Jean Epstein, en fecha tan temprana como 1929: "Después de la triste aventura de Babel, el cine es la única lengua universal posible".
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