- Enfermera: ¿Qué pasa, Anthony? ¿Qué pasa?
- Anthony: (llorando) Me siento como si estuviera... Siento como si estuviera perdiendo todas mis hojas.
- Enfermera: ¿Tus hojas?
- Anthony: Si
- Enfermera: ¿Qué quieres decir?
- Anthony: Las ramas, el viento, la lluvia. Ya no sé ni qué está pasando. ¿Tú sabes lo que está pasando? (...) Yo... ya no tengo dónde apoyar la cabeza. Pero sé que mi reloj esta en mi muñeca, eso sí lo sé. Para mi viaje. Si no yo... no se si voy a... estar preparado para... para...
Una soberbia escena esta de Anthony Hopkins en "The Father" (2020 - Florian Zeller) para la que no tengo palabras... En un año muy singular cinematográficamente y en el que han sido muy contadas las obras de gran calado que llegaron a los Oscar, estoy seguro de que el premio al mejor actor principal se lo habría llevado igualmente el actor británico si el año hubiese sido completamente normal, tal es la excelencia lograda con este papel suyo que nos lleva a la mente de Anthony (como el actor), un hombre devastado por el Alzheimer y que desde la luminosidad pretérita de su persona, se va introduciendo a pasos agigantados en las sombras de una enfermedad inmisericorde que no solo roba la identidad y los recuerdos hasta dejar al ser sufriente desnudo como un árbol sin sus hojas expuesto al viento y la lluvia, si no que también le roba la mínima dignidad que todo ser humano debería poder conservar hasta el final.
Y entrelazando la historia suenan de fondo notas de Einaudi, de Purcell, de Puccini, pero sobre todas ellas destaca con especial belleza el aria "Je crois entendre encore", la pieza compuesta por Bizet para su opera "Los pescadores de perlas" (1863), una joya que habla también de recuerdos dorados. En el vídeo aparece cantada por Cyrille Dubois, el mismo tenor que la interpreta en la banda sonora de la película.
La letra más o menos dice:
Todavía creo escuchar, oculto bajo las palmeras, su voz tierna y sonora como un canto de palomas. Oh, noche hechicera, éxtasis divino. Oh, recuerdo encantador, loca embriaguez, ¡dulce sueño! En la claridad de las estrellas todavía creo verla entreabrir sus largas velas en la cálida brisa de la tarde. Oh, noche hechicera, éxtasis divino. Oh, recuerdo encantador, loca embriaguez, ¡dulce sueño!
Posiblemente una de las arias más hermosas de Georges Bizet.
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