¿Qué se puede decir de una persona que atesoraba una
colección de 62 orinales? Ese personaje no es otro que el premio Nobel de
Literatura de 1989, el indefinible Camilo José Cela, autor de joyas como “La
Colmena”, “La familia de Pascual Duarte” o “Mazurca para dos muertos”. Su
secretario, Gaspar Sánchez Salas, lo intentó, describiéndolo en una entrevista
en "El País" como "poliédrico y caprichoso" y habría que añadir que
también un poco travieso —por no decir, en cierta medida, algo gamberro—.
En cualquier anécdota en la que se dé voz al escritor hay que recordar su gesto adusto y su voz profunda y sentenciosa para completar la imagen. Se cuenta que en los años en los que ingresó en la Real Academia Española, allá por 1957, Don Camilo lucía una barba muy poblada que, por no ser muy habitual en la época, llevó a discusiones sobre si sería postiza o no. Una tarde de tertulia en el Café Gijón se le acercó un joven y le dijo:
—Mire usted, señor Cela, acabo de apostarme mil duros a que
soy capaz de tirarle de la barba; ayúdeme a ganarlos, por favor.
Cela, sin inmutarse lo más mínimo, dio una última calada a
su cigarrillo y se dignó a responderle:
—Joven, le diré lo que gana y lo que pierde usted con esto:
pierde los mil duros y se gana una patada en los cojones.
El ya citado Gaspar Sánchez Salas, que según el mismo
contaba, hubo de sufrir la limpieza metódica de la colección de orinales del
escritor que no se fiaba del ama de llaves, refirió otra anécdota jugosa del
escritor. Cela asistía muy poco a las sesiones de la Real Academia, pero con
ocasión de una de sus visitas se encontró con que la entrada estaba en obras y
una zanja dificultaba enormemente el paso. El chófer le planteó la posibilidad
de entrar por la puerta trasera, algo que el escritor rechazó de inmediato y
bajándose del coche en la puerta principal, retiró decidido la cinta que
acotaba la obra para abrirse paso. Un obrero que estaba en el lugar le dijo
indignado:
— Pero, ¿quién se cree usted que es?
Cela, que seguía adelante con paso firme y la cabeza erguida
le replicó:
— ¿Yo? Yo soy cultura general... ¿Y usted?
Qué más se puede esperar de alguien como Don Camilo, que en
1983, en el programa de televisión “Buenas noches” de Mercedes Milá, como buen
coleccionista de orinales que era, tras definirse como pedorro domiciliario, defendió que tenía la supuesta
"habilidad" de "absorción de un litro y medio de agua de un solo
golpe por vía anal" con "agua que no esté demasiado fría".
Cuando la periodista añadió, totalmente sorprendida: "¿Qué no tenga cloro,
no?", el escritor mostró con sorna su indiferencia a ese matiz diciendo:
—Mis papilas del gusto no las tengo en ese conducto sino en
otro.
Su ingenio era relampagueante y por eso mismo era muy difícil
dejarlo fuera de juego. En 1977, Cela ocupaba un escaño en el Senado por designación
real. El 19 de junio, según cuenta la tradición parlamentaria, tuvo lugar una
anécdota muy difundida que tiene a Cela como protagonista. Parece que el
escritor llevaba un poco de sueño atrasado y tras dar algunas cabezadas en su escaño, el
presidente de la Cámara, D. Antonio Fontán le llamó un par de veces lo que hizo
que el escritor terminara por despertarse. El presidente en tono serio le dijo:
—El senador Cela estaba dormido…
—No, señor presidente, no estaba dormido sino durmiendo...
—¿Acaso no es lo mismo estar dormido que durmiendo?
—No, señor presidente, como tampoco lo es estar jodido que
jodiendo.
Todo un personaje. Hoy nuestras instituciones son sin duda
mucho menos ingeniosas y por supuesto más aburridas.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY SA-4.0

