Hay personas que resultan sorprendentes hasta en la hora de su muerte. Se imaginan una persona que desesperada no encuentra otra salida que suicidarse y ante la duda de si ahogarse o ahorcarse decide tirar una moneda al aire y como esta cae de canto (es posible) opta por pegarse un tiro. Pues esto ocurrió en realidad, por muy extraño que parezca. El protagonista del suceso es Jeremiah Clarke, un compositor inglés prácticamente olvidado si no fuera porque es el autor de una pieza que solemos escuchar muy a menudo en nuestras celebraciones e indispensable para los amantes de la música clásica, un exitazo que hace de Clarke todo un "One hit wonder" como dicen por ahí, el famoso "Trumpet Voluntary" del que hablaremos después.
El caso es que el bueno de Jeremiah Clarke (1654-1707), como hombre de buen gusto que era, se enamoró perdidamente de una señora bellísima, pero como el corazón no atiende a determinados impedimentos, no reparó en que aquella beldad era de una clase muy superior a la suya, algo que en aquella sociedad inglesa tan compartimentada lo descalificaba absolutamente para poder acceder a casarse con esta por mucho que se quisieran. De nada servía su puesto como director de la Capilla Real, o el predicamento de sus hoy olvidados himnos, salmos, odas y otras piezas. La vida de pronto dejó de tener sentido para el compositor y un día que regresaba a Londres a caballo, después de una visita a un amigo a las afueras, su animo se ensombreció totalmente e internándose en el bosque llegó a un lago en el que tomó la determinación de quitarse la vida, aunque dudaba en la forma de morir, si ahorcándose de la rama de un árbol o adentrándose en el lago y morir ahogado. Ni corto ni perezoso tomó una moneda que lanzó al aire a la orilla del lago y que al caer sobre el fango se clavó de canto. Cualquier persona en el mundo griego o romano habría tenido esto por un augurio, por una señal o muestra de que los dioses no querían su muerte, pero Clarke, tan solo pensó, supongo, que aquello quería decir que no había de morir ni ahogado ni ahorcado, por lo que continuó cabalgando hasta el cementerio de la Catedral de San Pablo y allí se disparó un tiro en la cabeza, dando cima a su negro propósito a los 32 años. Aunque normalmente a los suicidas no se les permite el descanso en sagrado, la tumba de Clarke quedó en la misma Catedral de San Pablo.
El referido "Trumpet Voluntary" de Clarke, en un estilo muy británico, ya saben, ese tipo de obras aparentemente solo aptas para celebraciones y grandes ceremonias, es una pieza para teclado titulada originalmente "Marcha del Principe de Dinamarca" y que durante largo tiempo estuvo atribuida a Henry Purcell. En citada obra, más que el órgano de fondo, que aparentemente debía ser el instrumento principal, terminó por tomar protagonismo la airosa trompeta que inunda la atmósfera de una elegante solemnidad, tanto que es uno de los temas preferidos para los bodorrios de quienes quieren parecer innovadores y huyen de los manidos Wagner y Mendelsshon. Y ahora solo queda escuchar y disfrutar el tema en cuestión, que seguro que habría presidido la boda del pobre Clarke y aquella lady con la que los tiempos que les tocó vivir le impidieron ser feliz. La versión es de Wynton Marsalis un maravilloso trompetista de Jazz que dejó al mundo boquiabierto cuando decidió demostrar que también sabía tocar la trompeta clásica tan bien como el mejor.
Nota: Según las reseñas sobre el suicidio de Clarke, este, cuando salió de la casa de su amigo, iba acompañado de un criado de aquel, que preocupado por el estado del compositor impuso su presencia. Supongo que el relato de lo que ocurrió en el lago parte de este.
La fotografía de cabecera aparece reseñada en la fuente original como "Ángel del apocalipsis tocando la trompeta", sin que haya podido encontrar más datos sobre autor o ubicación.
Imágenes: Img 1 de Flickr (CC0)
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