“Error funesto es decir que hay que comprender la música para gozar de ella. La música no se hace, ni debe jamás hacerse para que se comprenda, sino para que se sienta”
Y yo, humildemente, estoy totalmente de acuerdo con el gran maestro Manuel de Falla, uno de los pocos compositores de primerísima linea a nivel mundial que ha dado nuestro País. Era Falla un ser atenazado en cierta manera por sus manías, fobias y rarezas. Una de sus fijaciones más llamativa era el horror que le producía la más mínima suciedad. Falla siempre fue muy proclive a los catarros y enfermedades pulmonares y puede que por eso tuviera declarada la guerra total al polvo e hiciera lo indecible por no entrar en contacto con el. Su primer biógrafo, el compositor Jaime Pahissa, contaba que habiendo ido a visitar a Falla el pintor Manuel Ángeles Ortiz, este lo vio al final de la calle donde vivía. Falla le hizo señas de que esperase y eso hizo. Lo curioso es que Falla tampoco avanzaba, permanecía parado en la calle quieto, tapándose la boca con un pañuelo. La raíz de aquel extraño comportamiento estaba en que acababan de barrer la calle y Falla esperó para encontrarse con su amigo un buen rato, hasta que estuvo seguro de que había desaparecido del ambiente la última mota del polvo removido por el barrendero. La cosa no quedaba aquí, se cuenta que cada vez que se encontraba ante el compromiso de tocar en un piano que no era el suyo no podía evitar el ritual previo a posar sus manos en el mismo de limpiar metódicamente cada una de las teclas del instrumento con alcohol para evitar así entrar en contacto con el polvo o los vestigios que aún pudieran encontrarse allí de anteriores pianistas. Su compulsión por la limpieza le llevaba a limpiarse compulsivamente las manos lo que le provoco una severa dermatitis.
Pero más allá de todas estas manías, que en mayor o menor grado tenemos todos, ha de reseñarse también el otro lado de la monedea, su increíble talento para la composición. A él le debemos obras como "Noches en los jardines de España", "El amor brujo", "El sombrero de tres picos" o "La vida breve" por mentar solamente los títulos más populares. Este gaditano de nacimiento frecuentó la compañía y amistad de otros genios de la música como Debussy, Ravel, Albeniz o Dukas, quedando muy patente en su obra las influencias recibidas del impresionismo francés que hacen de su música una obra refinada y colorista.
Hoy, evitando las piezas más populares, ilustraremos esta entrada con una obra de juventud del Maestro Falla, seguramente desconocida para la mayoría (como gran parte de nuestro patrimonio musical), un delicioso nocturno para piano, muy del estilo de su admirado Chopin y que compuso con veinte años -data de 1896-. De la pieza decía el propio Falla:
"...Lo que publiqué antes de 1904 no tiene el más mínimo valor. Todas son tonterías, algunas escritas entre los 17 y 20 años, aunque publicadas después. Un Nocturno, por ejemplo, que escribí siendo apenas un niño. Cuando se lo enseñé, mucho tiempo después, a un editor de Madrid, pensó que podía interesar y lo publicó, y esto fue todo..."
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