El Museo de Bellas Artes de Sevilla guarda entre sus numerosos tesoros una espectacular escultura de San Jerónimo, obra del florentino Pietro Torrigiano (1472-1528), un escultor que más allá de su indudable talento ha pasado a la historia por un puñetazo que en su día propino al celebérrimo Miguel Ángel y que le dejó a este la nariz rota, tal y como aparece en todas las imágenes que se conservan de él. Al parecer era un escultor de carácter violento, fogoso y apasionado, puede que tanto como Benvenuto Cellini con el que también tuvo relación y que lo menciona en sus entretenidísimas memorias.
Al parecer Torrigiano murió encarcelado por el Santo Oficio, según Vasari, el escultor no tuvo mejor idea que, encolerizado, destruir una escultura de la Virgen que había realizado por encargo tras considerar que no había sido bien pagado por ella. Hacer añicos una Virgen en Sevilla no es buena idea aunque haya salido de tus propias manos y por tal sacrilegio fue acusado al Santo Oficio. Ya en la cárcel del sevillano Castillo de San Jorge, torturado y sin esperanza, el escultor decidió dejar de comer lo que le llevaría a la muerte, momento que recoge el grabado de 1886 que dejamos más abajo, aunque también hay que mencionar las leyendas que apuntan que Torrigiano, aún estando muy debilitado por la falta de alimentos, logró escapar disfrazado con los hábitos de un monje amigo que acudió en los que parecían sus últimos momentos para darle la extremaunción, marchando el escultor y quedando el monje ocupando su lugar en la celda.
Pero más allá de esta anécdota hay que reconocerle la pericia en su labor de escultor y poder contemplar de cerca esta escultura del San Jerónimo, una magnifica obra de estilo renacentista italiano, da una perfecta idea de su talento. La escultura esta realizada en barro cocido y policromado, un método que estaba de moda en Sevilla por aquella época. En la obra, de un gran dinamismo, cada musculo parecer tomar vida, y las venas, el pelo, y todo el conjunto en si muestra un realismo sobrecogedor, resultando un estudio perfecto sobre los efectos de la edad en la anatomía de una persona. La fuerza e intensidad de la obra se ven reforzadas por sus dimensiones resultando un poco más grande que el tamaño natural. Se dice que Pietro Torrigiano tomó como modelo a un viejo criado de los comerciantes florentinos Botti que se encontraban afincados en Sevilla. La escultura como podemos observar nos muestra al Santo con una cruz en la mano izquierda, con una de sus rodillas en tierra, mientras que con la mano derecha sujeta una piedra que le servía para mortificarse golpeándose con ella. Goya fue un gran admirador de esta obra e incluso escribió sobre ella admirativamente en algunas cartas a amigos. Yo recuerdo también la gran admiración que me provocó la obra cuando pude contemplarla.
Imágenes: De Wikimedia Commons - Imagen 1 - Imagen 2: (CC BY-SA 4.0) - Imagen 3 (CC0)
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