Aristófanes de Bizancio (257 a.C. - ca. 180 a.C.), erudito griego que no debemos confundir con el famoso Aristófanes dramaturgo, bastante anterior, tenía una memoria prodigiosa. Como buen ratón de biblioteca había escudriñado con absorbente atención toda obra que se ponía ante sus ojos, una pasión por el saber que le llevó a formar parte del Museion (el Templo de las Musas) de Alejandría. El citado templo fue un lugar dedicado al arte y el saber en el que se había concentrado todo lo necesario para que los mejores escritores, poetas y científicos de la época vivieran y trabajaran fructíferamente y fueran visitados con asiduidad por las ansiadas musas. Para que no les faltara de nada, entre las dependencias del Museion estaba la famosa Biblioteca de Alejandría, templo del saber antiguo en el que tantas maravillas consultó nuestro protagonista.
Se cuenta que en Alejandría, durante el Festival de las Musas y del Dios Apolo se celebraba un concurso literario en el que los miembros del Museion participaban como jurado. En tiempos de Ptolomeo V, Aristófanes hubo de formar parte de los que habían de dar el premio al mejor poeta concursante. Todos sus compañeros coincidieron en premiar al poeta que había sido más aplaudido, salvo Aristófanes que se decantó por otro participante mucho menos celebrado. Sus razones eran claras; en tiempos en los que todavía no existían los temidos programas antiplagio, Aristófanes, que sabía de memoria muchos de los libros de la mítica Biblioteca de Alejandría, demostró que todos los demás concursantes habían copiado sus obras de famosos poetas de la antigüedad y su mérito y talento eran por tanto nulos. Solo aquel que señaló Aristófanes, aunque menos luminoso, podía presumir de que los versos que habían salido de su boca, eran realmente suyos. Él fue por supuesto el vencedor. Del resto de participantes cuenta Vitrubio que Ptolomeo V ordenó que fuesen tratados como ladrones, y tras ser condenados, los despidió con vergüenza y deshonor públicos. No se olvidó de Aristófanes, al que convirtió en sucesor del famoso Eratóstenes, y por tanto en su bibliotecario mayor, el guardián de los tesoros de la Biblioteca de Alejandría, por los que él, más que ningún otro de los presentes, había demostrado una pasión e interés sin medida.
En la fotografía de cabecera aparece un grabado decimonónico de como imaginaba la Biblioteca de Alejandría el artista O. Von Corven.
Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original
Excelente historia. ¡Gracias por compartir!
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