sábado, 24 de abril de 2021

Gluck, el dinero, el vino y la gloria

 

El gran compositor alemán Christoph Willibald Gluck (1714-1787) era una persona amante de los placeres refinados; es más, el músico pensaba que algunas de las tentaciones ante las que gozosamente sucumbía tenían mucho que ver con el éxito de su preciosa música. Se cuenta que en cierta ocasión dijo que las tres cosas que más amaba en la vida y por orden decreciente de importancia eran: "El dinero, el vino y la gloria". Era fácil de entender que en esta triada de predilecciones estuvieran el dinero y la gloria, pero ¿qué hacía allí el vino?  El compositor lo explicaba así:

- "Con el dinero compro el vino, el vino despierta mi genio y este me comporta la gloria"

A este genio de la música debemos uno de los grandes giros dados a la historia de la Opera, al abogar por un tipo de representaciones más poéticas y dramáticas que las que hasta entonces ofrecía la imperante ópera italiana, obras que normalmente se rendían fácilmente a la superficialidad, al exhibicionismo de los cantantes y a una poderosa ornamentación melódica. Gluck abogaba por unas representaciones más completas, en las que los sentimientos tuvieran más presencia, intentando hacer partícipe a los espectadores del significado de la obra y del motivo por el que fue realizada. Además reivindicó la opera en otro idioma que no fuera el italiano y de ahí nacieron obras como las sensacionales "Orfeo y Euridice" o "Alceste". En este sentido, en la dedicatoria de esta última obra, el propio Gluck, decía: 

"Busqué confinar la música en su verdadera función de servir a la poesía en la expresión de los sentimientos en las situaciones de la trama sin interrumpir ni enfriar la acción mediante inútiles y superfluos ornamentos. Soy de la creencia de que la música debe dar a la poesía lo que la viveza de los colores y las luces y sombras bien dispuestas contribuyen a un dibujo bien compuesto, animando las figuras sin alterar sus contornos. Además, también soy de la creencia de que la mayor parte de mi labor era buscar la sencillez hermosa y evitar la exhibición de dificultades a expensas de la claridad (…) Cuando me dispuse a escribir la música de Alceste me propuse desnudarla enteramente de todos esos abusos que, introducidos por la vanidad mal entendida de los cantantes, o por una complacencia exagerada de los maestros, desfiguran desde hace tiempo la ópera italiana, y que la convierten, del más pomposo y bello de los espectáculos, en el más ridículo y aburrido."

No sé qué cantidad de vino tuvo que tomar Gluck (arriba retratado por Joseph-Siffrein Duplessis) para componer la conocida pieza "Danza de los espíritus bienaventurados" de  su "Orfeo y Euridice", pero lo que es innegable es que le reportó gloria eterna:


Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

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