martes, 27 de abril de 2021

Haendel y la gula de un genio


"Haendel es el compositor más grande que ha existido jamás, me descubro ante él y me arrodillaría ante su tumba"

Son palabras de Beethoven sobre George Friedrich Haendel, la mayor gloria de la música inglesa, por mucho que naciera en Alemania, se formará en Italia y se llevara un buen ramillete de buenas ideas a su paso por Francia. Sir John Hawkins lo describía así: “Era en persona un hombre con gran porte. Sus andares, que siempre andaba con prisas, eran poco agraciados, pues tenía un cierto tipo de movimiento balanceante, que hacía ver que sus piernas estaban arqueadas. Sus rasgos estaban marcados con finura…” Por su parte el historiador británico Charles Burney apuntaba “la figura de Haendel era grande, y en cierto modo también corpulenta, y difícil de manejar en su movimiento, pero su carácter, el cual recuerdo como si lo hubiera visto ayer mismo, estaba lleno de ira y dignidad, e ideas de superioridad y de genio. Era impetuoso, rudo, y tajante en sus maneras y conversaciones, pero totalmente desprovisto de malicia.” Y en otro apunte el mismo Burney decía: “El aspecto general de Haendel era pesado y agrio, pero cuando sonreía, era como el señor del sol, saliendo de una nube negra. Había un repentino golpe de inteligencia, y de buen humor, sonriendo en su continencia, que no se veía en nadie más”. No cabe duda de que era un hombre con un temperamento acusado y como vemos su aspecto físico estaba también muy condicionado por un desmesurado amor por la comida que solo creo que sea comparable con el del glotón de Rossini.

Se cuenta que en cierta ocasión Haendel entró en una taberna e hizo una comanda suficiente para que cenasen tres comensales. El camarero viendo que no llegaban los supuestos invitados demoró la salida de la comida. Haendel impaciente llamó al responsable del local y con ese genio suyo (hambriento además) le dijo: "¿Por qué me hace esperar tanto?". El dueño le dijo "Estamos esperando a que llegue la compañía". Haendel dijo secamente: "Pues traiga la cena -prestissimo- yo soy la compañía". No es de extrañar, que como cualquiera de nosotros -y él con más razón- soltara un sonoro "Aleluya" a la llegada del camarero con los primeros platos. 

Evidentemente daría buena cuenta de la opípara cena y puede que incluso para sus adentros canturreara que cada plato que se mostraba ante él debía ser exaltado, jugando con la letra de esa maravillosa aria de su "Mesías" que es "Every valley shall be exalted", muestra de su grandioso talento como compositor y una de sus piezas más admiradas. Os dejo la mejor versión que he encontrado del tema, pero para disfrutarlo con la esplendorosa voz de Kurt Streit y la Orquesta liderada por Trevor Pinnock (The english Concert) hay que esperar solo 50 segundos. Merece la pena. 


Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

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