Homero nos cuenta en la Odisea como después de veinte largos años, diez luchando en Troya y
otros diez para poder encontrar el camino que le permita volver a su tierra, el
rey Ulises (Odiseo) llega a Ítaca, donde habrá de enfrentarse a la legión de pretendientes
que aspiran a casarse con su esposa, la supuestamente viuda Penélope.
Para poder estudiar que ocurre en su hogar y llevar finalmente a cabo su plan contra los desaforados que campan a sus anchas en su hogar, decide presentarse en el mismo, transfigurado en un viejo y miserable mendigo que se apoyaba en un bastón y lleva pobres vestiduras, mientras que sus facciones han sido disimuladas por Atenea, resultando irreconocible a los ojos de los demás.
Cuando llega a su casa, acompañado de su amigo Eumeo que, por supuesto, tampoco lo ha reconocido, se encuentra con su fiel perro Argos, que será el único que logre vislumbrar, bajo el elaborado disfraz, al añorado amo que lealmente espera desde hace tanto tiempo. Derrotado ya por los años, Argos solo tiene fuerzas para dedicar a su amo una amorosa mirada, bajar las orejas y mover el rabo de alegría. Ulises que no puede detenerse a acariciarlo para no delatarse ante los demás, deja escapar una furtiva lagrima ante la lealtad de su viejo amigo, que morirá, después de reencontrarse con su amo, tan pronto como este adelante sus pasos.
Homero nos relata el encuentro en canto XVII de la Odisea:
"Y un perro que estaba echado, alzó la cabeza y las orejas:
era Argos, el can del paciente Odiseo, a quien éste había criado, aunque luego
no se aprovechó del mismo porque tuvo que partir a la sagrada Ilión (Troya).
Anteriormente llevábanlo los jóvenes a correr cabras montesas, ciervos y
liebres; mas entonces, en la ausencia de su dueño yacía abandonado sobre mucho
fimo de mulos y de bueyes que vertían junto a la puerta a fin de que los siervos
de Odiseo lo tomasen para estercolar los dilatados campos: allí estaba tendido
Argos, todo lleno de garrapatas. Al advertir que Odiseo se aproximaba, le
halagó con la cola y dejó caer ambas orejas, mas ya no pudo salir al encuentro
de su amo; y éste cuando lo vio enjugóse una lágrima que con facilidad logró
ocultar a Eumeo, a quien hizo después esta pregunta:
¡Eumeo! Es de admirar que este can yazga en el fimo, pues su cuerpo es hermoso; aunque ignoro si, con tal belleza, fue ligero para correr o como los que algunos tienen en su mesa y sólo por lujo los crían sus señores.
Y tú le respondiste así, porquerizo Eumeo:
—Ese can perteneció a un hombre que ha muerto lejos de
nosotros. Si fuese tal como era en el cuerpo y en la actividad cuando Odiseo lo
dejó al irse a Troya, pronto admirarías su ligereza y su vigor: no se le
escapaba ninguna fiera que levantase, ni aun en lo más hondo de intrincada
selva, porque era sumamente hábil en seguir un rastro. Mas ahora abrúmanle los
males a causa de que su amo murió fuera de la patria, y las negligentes mozas
no lo cuidan, porque los siervos, así que el amo deja de mandarlos, no quieren
trabajar como es razón; que el largovidente Zeus le quita al hombre la mitad de
la virtud el mismo día en que cae esclavo.
Diciendo así, entróse por el cómodo palacio y se fue derecho a la sala, hacia los ilustres pretendientes. Entonces la Parca de la negra muerte se apoderó de Argos después que tornara a ver a Odiseo al vigésimo año."
Hasta ahora siempre había pensado que si alguna vez llegaba a tener un perro lo llamaría "Scraps", el perro de Charlot en el film "Vida de perro", pero ahora tendré como mínimo que echarlo a cara o cruz con Argos... igual hasta hago alguna trampilla en favor del segundo.
El dibujo de cabecera, titulado "El retorno de Ulises" (1884) es obra de Louis-Frederic Schützenberger.
Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original
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