Alfred Hitchcock, al que vemos en la imagen preparando una escena de su película "Los pájaros" ("The birds" - 1963), era un maestro en jugar con las emociones de los demás, en crear inquietud y desasosiego incluso en las situaciones más inverosímiles. Un ejemplo es la broma que solía representar el director cuando se subía a un ascensor con otras personas desconocidas. Al arrancar el mecanismo empezaba a contarle a su acompañante, que ya sabía de la broma:
"La sangre había salpicado las paredes, se vació sobre el suelo, no dejaba de manar de su boca y su nariz”.
Continuaba el relato dando otros datos de una situación verdaderamente macabra, y regulaba su extensión para concluir en el piso donde se tenían que bajar con un comentario del tipo:
“Así que tuve que cogerle la cabeza y le pregunté qué le había pasado”.
Evidentemente cuando el ascensor llegaba a su destino y se abrían las puertas nadie quería salir del ascensor, todos estaban presos de la curiosidad por saber que le podía haber ocurrido a aquel pobre desdichado del que se hablaba. Tras un par de intensos segundos, una vez conseguido el efecto, era Hitchcock el que abandonaba el ascensor, sin hablar nada más y dejando a todo el mundo plantado allí, intrigados y sorprendidos. Los dejaba en su terreno. Todo un personaje.
Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original
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