"Se ha dicho que mi réquiem no expresa el miedo a la muerte y ha habido quien lo ha llamado "un arrullo de la muerte". Pues bien, es que así es como veo yo la muerte: como una feliz liberación, una aspiración a una felicidad superior, antes que una penosa experiencia. La música de Gounod ha sido criticada por sus sobreinclinación hacia la ternura humana. Pero su naturaleza le predispone a sentirlo de esa manera: la emoción religiosa toma esta forma dentro de sí. ¿No es necesario aceptar la naturaleza del artista? En cuanto a mi Réquiem, quizás también he querido yo escapar del pensamiento más habitual, ¡después de tantos años acompañando al órgano servicios fúnebres! Me lo sé todo de memoria. Yo quise escribir algo diferente"
Son palabras del compositor francés Gabriel Fauré (1845-1924) acerca de su hermosísimo Requiem en re menor opus 48, uno de los más bellos de la historia de la música, al que dotó de toda esa sensibilidad y esa musicalidad tan propias de este compositor que nunca será suficientemente reivindicado dada la extraordinaria belleza de muchas de sus obras. Fue tremendamente innovador en este Requiem que bien se puede decir que lo escribió a su manera; le quitó el "Dies Irae" y el "Rex tremendae", haciendo desaparecer de la obra el horror a la ira de Dios y por contra introdujo el "Libera me" y un bellísimo "In Paradisum" que otorga una serena, pacífica y confortable visión del Cielo, que de este modo cuadraría más con la traducción de la palabra "Requiem" (descanso) que deriva de las primeras palabras del introito: "Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis" o lo que es lo mismo: "Concédeles el descanso eterno, Señor, y que brille para ellos la luz perpetua". Un sentimiento de gracia y amor que puede que estuviera muy presente en el compositor dada la circunstancia de que cuando Fauré empezaba a escribir la obra en 1886 acababa de fallecer su padre y antes de terminarla en 1888 perdió a su madre. No cabe duda de que su espíritu se encontraba ciertamente condicionado y sensibilizado por estas pérdidas y le movieron a volcar todo su amor y dolor en esta obra dotándola de una belleza absoluta. Por supuesto esta obra sonó en el funeral del gran Gabriel Fauré, uno de mis compositores "menores" (si eso se puede decir) preferidos.
Prueba de ello son las piezas "Pie Jesu" que dejamos abajo
en la incomparable y cristalina voz de Philippe Jaroussky
y el tema "In paradisum" con el coro del Winchester Cathedral Choir:
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