domingo, 31 de mayo de 2020

Edward G. Robinson y su ácida visión de Hollywood


De nada le sirvieron a Edward G. Robinson, uno de los grandes de la pantalla, sus maravillosas actuaciones en películas como: "Hampa dorada", "La Mujer del Cuadro", "Perversidad", "Perdición", "Cayo Largo" o "El rey del juego", para la Academia era totalmente invisible, de hecho, nunca fue ni tan siquiera nominado al Oscar. Robinson era dueño de una gestualidad y un ritmo muy particular actuando y durante un tiempo fue el arquetipo del tipo duro en el cine de gánsters; pero igual que era capaz de crear y hacer creíble un personaje a todas luces peligroso también podía encarnar con la misma verosimilitud a una persona cargada de humanismo y vulnerabilidad. Puede que este segundo rol se acercara más a la personalidad real de este rumano, nacido en Bucarest, que después de vivir en una comunidad yiddish y llegar a Nueva York a los diez años, casi se hace rabino antes que actor. Edward G. Robinson (la G. es de Goldenberg) fue una persona de exquisita cultura y poseedor de una sensacional colección de pinturas. 

Nada más comenzar la década de los 50, cuando Robinson venía de rodar joyas como "Cayo Largo" u "Odio entre hermanos", llegó McCarthy con aquella infame caza de brujas que hizo temblar todo Hollywood. Robinson se vio en el ojo del huracán, y si bien al principio se mostró duro e incluso ofreció su casa y su dinero para preparar la defensa de los perseguidos, la presión del sistema sobre su persona le hizo tener que aceptar dar algunos nombres ante la Comisión, entre ellos el del gran guionista Dalton Trumbo. A pesar de su delación, su carrera se resintió durante años, los papeles que le llegaban eran muy pobres y para colmo, tuvo que hacer frente a un duro divorcio que le obligó a vender su colección de arte. Solo cuando ya se abocaba a refugiarse en el mundo del teatro, fue salvado en 1956 por Cecil B. DeMille para que trabajara con él en "Los diez mandamientos". En el futuro le llegarían de nuevo papeles sensacionales como los de "Millonario en ilusiones" (1959 - Frank Capra) o "El rey del juego" (1965 - Norman Jewison). Al respecto de las supuestas ideas que Edward G. Robinson tenía acerca del capitalismo en la meca del cine hay una interesante cita en las memorias del poderoso ministro de asuntos exteriores ruso Andrei Gromiko:

Me impresionó mucho una conversación que tuve con (...), Edward G. Robinson. Su conversación, (...) fue íntima y sincera y, durante ella, Robinson nos pintó un cuadro asombroso de la industria cinematográfica americana. «Aquí, en América, la industria cinematográfica la maneja un puñado de millonarios inhumanos. Lo único que les importa es el beneficio. Para ellos, auténticos caciques del cine, la forma de ganar millones es secundaria. Todo vale, con tal que se gane varias veces el coste de una película, una vez que se distribuye. Esa gente no sabe lo que es moralidad ni justicia social. Puede que yo no sea un experto en economía o finanzas, pero, desde luego, he observado un descenso en las normas morales que se muestran en las pantallas.» Estaba algo agitado y se veía que era un tema doloroso para él. «Más de una vez —prosiguió- me he preguntado si, desde mi punto de vista moral, debía aceptar un papel. No puedo decir que siempre haya acertado al hacer mi elección. Algunas veces no me he sentido satisfecho de mis actuaciones, en lo que al género de vida que muestro en la pantalla se refiere y al personaje al que doy vida. Sin embargo, me he resistido la mayoría de las veces a las condiciones impuestas por los amos de Hollywood.» «Las películas americanas están sobrepasando el límite de vulgaridad y corrupción —se lamentó—. Se le llama naturalismo y lo más triste es que a los espectadores los están educando con este producto y que les gusta. Así, pues, los productores se esfuerzan por satisfacer la demanda que ellos mismos han creado. Es difícil luchar contra ellos y, de todas formas, ¿quién iba a hacerlo? La lucha es desigual.» Yo le pregunté: «¿No hay ningún grupo de actores conocidos, como usted mismo, y quizá de productores, que pudieran intentar influir en el cine de forma más positiva?» «No hay grupos organizados de ese tipo —contestó él—. Y tampoco durarían mucho en los Estados Unidos. Cualquier actor que lo intentara no tardaría en morirse de hambre.» (...). «Eso es lo que les sucede a muchos actores de cine —dijo, finalmente—, que a diario tienen que exhibir un comportamiento que es un insulto para todo lo bueno y decente del ser humano.»

Imagen: La fotografía está tomada de los fondos de Wikimedia Commons donde figura etiquetada como Dominio Público (CC0). Se enlaza la fuente original: 

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