domingo, 10 de mayo de 2020

Frank Sinatra y la nariz de Ava Gardner


Nadie duda acerca del glamour que destilaban como pareja Ava Gardner y Frank Sinatra, dos fuerzas que se atraían con la misma intensidad con la que se repelían. Sus momentos de armonía debían de ser esplendorosos, pero sin duda los momentos de desencuentro habían de ser soberanamente difíciles, máxime con una mujer como Ava que se ufanaba de tener una forma de hablar capaz de intimidar a un camionero.

No duró mucho el matrimonio de estas dos estrellas del cine, se podría decir que su fin estaba “cantado”. Por mucho que “la voz” corriera tras Ava intentando retenerla, ella, ingobernable, siempre era capaz de quitarse los zapatos y caminar descalza una vez más en busca de aventura. Un punto de inflexión claro en su matrimonio fue cuando después de una gran borrachera se subieron a un descapotable desde el que iban disparando a las farolas mientras circulaban, la diversión era total, hasta que una de las balas rozó el estómago de un transeúnte. El asunto se arregló extrajudicialmente, mediante un acuerdo económico para que el herido no presentara ningún tipo de denuncia, pero la discusión en la que desembocó, consciente Ava de que habían estado a punto de matar a un hombre, fue determinante para su separación. 

La adoración que Sinatra sentía por la Gardner era manifiesta, incluso el director Joseph L. Mankiewicz, nada más terminar el rodaje de “La condesa descalza” en 1954, le regaló a Frankie la escultura que se hizo de Ava para la película, sabedor de que sería él quien más cariño le tendría a aquella réplica exacta de su esposa. Ni que decir tiene que Sinatra la colocó en el patio trasero de su vivienda, lugar al que no pocas veces encaminaba sus pasos, como si de un santuario se tratase,  una vez que su separación de la actriz fue ya un hecho. No era la única presencia de Ava en el día a día de Sinatra, muy al contrario Frankie tenía toda la casa repleta de fotografías de la Gardner, incapaz de romper amarras con sus recuerdos y sus sentimientos. En definitiva, se encontraba preso de una mujer que si que era capaz de vivir sin él.

Se cuenta que en cierta ocasión en la que Sinatra tenía montada una timba de cartas en su casa, sus amigos tras un rato de ausencia de este, lo encontraron llorando ante su retrato favorito de Ava mientras le dedicaba un brindis. Prudentemente sus amigos lo dejaron solo, pero no tardó en escucharse golpes en la estancia y volvieron preocupados, viendo como en un arrebato pasional había roto la fotografía en mil pedazos, y gritaba “¡No quiero volver a verla nunca más!” “¡Dejadme solo!”. 

Pero en el mundo de las pasiones nada es lo que parece y Frank Sinatra al igual que el movimiento de un péndulo, era capaz de pasar de un extremo al otro sin solución de continuidad. No tardaron sus amigos en encontrarlo intentando febrilmente recomponer aquel retrato que sin duda tanto representaba para él. Extremó el cuidado para intentar casar unas partes con otras hasta que el rostro de Ava fue tomando forma, pero faltaba su nariz, le faltaba un trozo que no era capaz de encontrar y que le hacía revolver toda la habitación de forma desesperada buscándolo. 

Sus amigos se pusieron todos a gatas para encontrar aquel pequeño trozo de fotografía pero tampoco lograban dar con el. Encontrándose ya Sinatra totalmente desquiciado, se abrió la puerta de la estancia y entró el chico de los recados y con él una corriente de aire que de forma mágica hizo aparecer “la nariz” de Ava. Inmensamente feliz, Frank Sinatra se quitó su reloj de oro de la muñeca y rebosante de gratitud se lo regaló al chico. No hay duda que Sinatra, tal como decía en la canción solo era un tonto enamorado.


Imagen: La fotografía es cortesía de la soberbia página Doctor Macro. Se enlaza la fuente original:
https://www.doctormacro.com/Images/Gardner,%20Ava/Annex/Annex%20-%20Gardner,%20Ava_36.jpg

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