viernes, 25 de julio de 2025

Ray Charles y el nacimiento del "Soul"

 

En estos días en los que mi coche se mueve al ritmo de Ray Charles parece que es el momento indicado para contar la historia de su temazo "What'd I Say", una de esas canciones icónicas en la historia de la música moderna, al resultar este el tema que da carta de nacimiento a un nuevo estilo, nada menos que el soul, una mezcla entre Rhythm & blues y gospel, aderezado con una pizca de doo-wop que hará las delicias de muchos. Una canción que logrará por fin conquistar las emisoras de radio por las voces de color. Asuntos como estos, relacionados con el  nacimiento de un estilo musical siempre son complicados y por supuesto no falta  quien mantiene que más que Ray Charles, el padre del invento sería Solomon Burke, James Brown o incluso Sam Cooke. Ya los traeremos de visita en cualquier momento. Hoy vamos con Ray.

Según contaba el propio Ray Charles en su autobiografía “Brother Ray” la canción nació en un concierto dado en un club nocturno de Milwaukee en 1959:

  “Sucedió que estábamos tocando una de las últimas piezas de baile y todavía teníamos que “cubrir” otros 12 minutos antes de que finalizara la sesión. Un concierto típico de esta clase, incluyendo los 30 minutos del intermedio, se prolongaba unas cuatro horas. Era cerca de la una de la madrugada y recuerdo que ya habíamos acabado todo nuestro repertorio. No quedaba nada que se me pudiera ocurrir y entonces le dije a la banda y a las "Raelettes”: ¡Escuchen, voy a tratar de jugar un poco, tocando y cantando. Ustedes solamente síganme en lo que yo haga! Entonces, comencé a tararear algo, unos pequeños compases que estaban flotando dentro de mi cabeza. Me sentí bien y seguí tocando. Una cosa llevó a la otra, y me encontré cantando y pidiéndoles a las chicas que repitieran después de mí…Luego, al poco tiempo, podía sentir como toda la estancia retumbaba y se agitaba ferozmente”.

La canción tuvo un éxito inmediato y todos los asistentes empezaron a demandarle el disco en el que pudieran volver a escucharla. Los productores tenían serias dudas por su larga duración y por lo atrevido de su letra y baile. Y es que la sociedad americana, puritana hasta la médula, consideraba muy atrevidos los bailes y contoneos pélvicos de las "Raelettes" (así se llamaban las sensacionales coristas que acompañaban a Ray), que cargaban de sexualidad el tema. Evidentemente la canción terminó grabándose, aunque eso sí, eliminando algunas frases como aquella de “mueve esa cosa” y dulcificando un poco la letra.

Ray Charles contaba: “La canción se prestaba a ser controvertida, no la digería todo el mundo” (…) “Fue prohibida en varias estaciones de radio. Decían que era muy sugestiva. Bueno, estoy de acuerdo. No debo ser yo quien juzgue mis propias canciones, pero, si no puedes comprender “What’d I Say”, entonces, es que algo está mal”.

Ray tenía 27 años cuando compuso este tema que llegó al nº 6 el Billboard Hot 100 y al nº 1 del afamado Hot R&B Songs. Aún hoy se la sigue considerando como una de las 10 mejores canciones de todos los tiempos en algunas listas como la de la revista Rolling Stone. 

Y como las fiestas y los conciertos siempre se cierran con alegría, con algo enérgico y de lo mejor del repertorio, una pieza que haga vibrar a los asistentes y les haga llevarse buen sabor de boca, Ray Charles escogió este tema para cerrar sus conciertos. Y tenía sus razones:

“What’d I say” es mi último número en un escenario porque la canto cuando siento que he llegado al final. Es algo así como mi último aliento. Después, ya no soy nada”. “Lo que quieres hacer es subirle el entusiasmo a la gente. Les comienzas a calentar, y lo haces durante la primera mitad, entonces, sus pies comienzan a moverse. Seguidamente, comienzan a mover sus cabezas y, después, tienen sus bocas abiertas y están gritando y aclamando donde cada uno puede saltar y pasar un muy buen rato. Es una gran sensación cuando puedes tener a tu audiencia envuelta y compenetrada contigo… Cuando canto “What’d I Say” no tienes de qué preocuparte, ¡¡ese es mi final!!; no habrá ninguna repetición, no hay nada. ¡¡He terminado!!”

Ray Charles, que provenía de una familia muy humilde, tenía la tradición personal de celebrar sus grandes éxitos comprándose un Cadillac nuevo. Su carrera musical le llevó a tener nada menos que diecisiete. Imagínense su cochera. “What’d I say” lo llevó directo al séptimo de ellos. El de la suerte. “Nada me entusiasmaba como aquel Cadillac de 1960″, decía el Sr. Charles. El mismo entusiasmo que han sentido generaciones enteras con su música, aunque sonara en un humilde pero valiente Seat 600.

Mejor escucharlo:

jueves, 24 de julio de 2025

Edgar Degas, Leonardo da Vinci y el valor del arte

 

Se cuenta que en cierta ocasión el pintor francés Edgar Degas (1834-1917) fue invitado a la boda de una de sus modelos. Cuando llegó el momento de felicitar al marido, no se le ocurrió otra cosa que decirle:

"Es la primera vez que veo a su mujer vestida y casi le diré que me gusta más así. Le felicito"

No sé si la chica sería la modelo del famoso cuadro "El barreño" que abre esta anécdota, ni si realmente las palabras de Degas eran un cumplido y mucho menos acertar a saber cómo se lo tomaría el marido... En cualquier caso, la anécdota solo servía de aperitivo para hablar de la manera harto curiosa en la que Edgar Degas valoraba su obra. 

Actualmente Degas es uno de los artistas más cotizados en el mercado del arte y el cuadro de una de sus famosas bailarinas: "Danseuse au repos" fue subastado en Sotheby's en 1999 por aproximadamente 28 millones de dólares, lo que para seguir con el artículo más adelante y poder comparar equivaldría (sin actualización inflacionaria) a unos 150 millones de marcos franceses. 

El caso es que, encontrándose Degas aún con vida, supo que su famoso cuadro "Danseuses à la barre" se había vendido por 500.000 francos de la época. El pintor al enterarse dijo: "El que pintó este cuadro no es necesariamente un imbécil; pero el que ha pagado ahora quinientos mil francos por el cuadro es, necesariamente, un idiota"

Uno no sabría muy bien como valorar las palabras del pintor si no fuera por otra anécdota que deja muy claro cuál era el fiel con el que valoraba sus propias obras. Degas, al parecer siempre despreció el dinero y sus cuadros los vendía ciertamente baratos. De hecho, se enfadaba notablemente si llegaba a saber que uno de sus cuadros había sido revendido por un valor superior. Es lo que sucedió con un amigo suyo que le había comprado un cuadro por 3000 francos y que tiempo después lo vendió por 30.000. Un negocio redondo para el vendedor y una verdadera traición para el pintor que le dijo a su amigo: ¿Es que no te gusta mi pintura? El amigo, que no se atrevía a confesarle que había aprovechado la ocasión para hacer negocio, balbuceó: "Me lo han pagado bien y....". Degas no lo dejó terminar y sentenció:

Y como a ti ya no te gusta, lo has vendido. Desengáñate, pagaste tres mil francos porque te gustaba; y el que ha pagado ahora treinta mil, no lo ha hecho porque le guste el cuadro, sino porque lleva mi firma. Es triste para un pintor que se pague más por su firma que por su pintura.

 Hay quien quiere presumir de que tiene "Un Picasso" o "Un Van Gogh" y da igual si es una obra principal o secundaria. Así, si la suerte revelara que un cuadro sombrío al que nadie mira, colgado en un rincón de un antiguo palacete, que fue pintado por Leonardo da Vinci pasaría de inmediato a ser la admiración de todos y a cotizarse por las nubes, incluso si se encontrara en un estado de conservación deplorable. Es más importante quien lo hizo, que el cuadro en sí, a pesar de ser el mismo al que antes nadie prestaba atención. Es exactamente lo que ocurrió con el cuadro por el que se ha pagado más dinero hasta la fecha, la obra de Leonardo da Vinci, titulada "Salvator Mundi" por el que se pagó la friolera de 450 millones de dólares en 2017 y eso que no existe una certeza absoluta de que sea obra de dicho pintor y que con tanta restauración está repintado en un 90%. Su propietario anterior había pagado por él en 1958 tan solo 45 libras. Este sin duda no fue necesariamente un idiota, como postulaba Degas. ¡Todo lo contrario!



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miércoles, 23 de julio de 2025

La Roldana vence a su marido o "El Arcángel San Miguel venciendo al demonio"

 

En la historia del arte no han sido demasiadas las mujeres que han logrado trascender. Una de ellas es la sevillana Luisa Ignacia Roldan Villavicencio, hija del escultor Pedro Roldán y conocida por este hecho como "La Roldana". Ya en el taller de su padre demostró su habilidad desde temprana edad y con solo catorce años firmaba y vendía pequeñas esculturas por su cuenta. Más singular y extraordinario para una mujer es que lograra, en pleno siglo de oro español, conseguir ser escultora de cámara del Rey de España Carlos II, algo realmente insólito. Algunas veces, y esta es la prueba, el talento logra abrirse camino.

A pesar de su aparente éxito, La Roldana paso siempre muchas estrecheces económicas. Poco antes de morir en la completa indigencia, llegó a firmar una declaración de pobreza y años antes había escrito al Rey, para el que trabajaba, una súplica que decía: "Me hallo con mi marido e hijos faltos de todo, hasta del pan de cada día...". Nunca fue fácil la vida de los artistas y menos en España.

Pero si en algo le sobraba era talento y una prueba portentosa del mismo es su "Arcángel San Miguel venciendo al demonio" (1692), obra maravillosamente policromada y tallada en madera de cedro que además encierra una sorprendente anécdota. Como quiera que según la tradición los ángeles no tienen sexo, La Roldana decidió dar a San Miguel cuerpo y rostro de mujer. Aunque no hay una evidencia documental de la época, si hay investigadores modernos que sostienen la atractiva teoría de que la escultora talló su propio rostro en el Arcángel y que como venganza por el mal comportamiento y falta de apoyo en todos sentidos que su marido, Luis Antonio de Arcos, tuvo siempre con ella, utilizó el rostro de este en el demonio que tiene a sus pies, por supuesto desnudo, con cuernos y rabo. Para algunos puede ser éste el demonio más asustado de la historia del arte. Allí le tienen, ya derrotado y vencido, mirando desesperado al Arcángel San Miguel transfigurado en su esposa, que a pesar de su rostro sereno se muestra decidida a darle el golpe de gracia con su espada flamígera. Como decía Serrat "Harta ya de estar harta…". 

Su marido, que firmaba más de un contrato por su esposa rezando con ello como autor, provocó que La Roldana, orgullosa como estaba de esta majestuosa escultura de más de dos metros y medio de altura, se asegurara de firmarla, no una sino hasta dos veces. Supongo que no quería que nadie dudara que aquella maravilla tenía alma de mujer.

Puede que solo sea una leyenda, una interpretación moderna del empoderamiento de la mujer, pero es de esas leyendas, tan bien traídas, que gustan tenerlas por verdad.

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martes, 22 de julio de 2025

Esquilo y el destino: La muerte más curiosa de la historia



"Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar, puede el hombre escapar a la sentencia de su destino." (Esquilo)

Son palabras de Esquilo, creador de la "Orestiada" entre otras obras y considerado por muchos como el padre de la tragedia griega. A pesar de esta máxima suya, intentó sin suerte eludir el destino que le había sido pronosticado, resultando su forma de morir una las más curiosas e increíbles de la historia, haciendo de ella su última tragedia.

Esquilo tuvo numerosas ocasiones para morir de forma gloriosa, no en vano podía vanagloriarse de haber participado en tres de las grandes batallas de la antigüedad, luchando tanto en la batalla de Maratón (490 a. C) como en las de Salamina (480 a. C.) y muy posiblemente en la de Platea (479 a.C.). Pero el destino es caprichoso y le tenía reservado un final, literalmente increíble. La historia de su muerte es del todo sorprendente y suena más a leyenda que a otra cosa. Según se cuenta esta se produjo en Sicilia en el 456 a.C. cuando Esquilo quiso huir de la predicción recibida de uno de los famosos oráculos de la antigüedad, por el que supo que su muerte sería causada por la caída de una casa sobre su cabeza. Temeroso de dicha sentencia decidió ir a vivir al campo, alejado de casas que pudieran caer sobre él y darle la razón al oráculo. Lo que no pudo prever fue que un quebrantahuesos (para otros un águila o un buitre) que pasaba por allí dejara caer la tortuga que llevaba entre sus garras (seguramente para que se estrellara contra las rocas y poder comer su interior) y esta fuera a caer precisamente en la cabeza del escritor. El golpe fue fatal y produjo efectivamente la muerte de Esquilo. Y como en toda buena tragedia, en la que el destino es inexorable, se cumplió lo predicho, pues la tortuga lleva su casa a cuestas. Nos queda la duda sobre si el ave confundió la calva de Esquilo con un roca, o simplemente fue coincidencia…

Completamos la entrada con algunas frases suyas:

"La verdad es la primera víctima de la guerra"

"Pocos hombres tienen como natural inclinación el rendir homenaje, sin un cierto movimiento de envidia, al amigo que consigue el éxito."

"Hombre no afortunado aquel que de nadie es envidiado."

"La voz de un pueblo es peligrosa cuando está cargada de ira."

"Es una especie de enfermedad natural de los poderosos no poder fiarse de los amigos"

"En el dolor está la escuela de la vida. Con él nos hacemos sabios."

"Las palabras son médicos de la enfermedad de la cólera."

"Mejor es morir de una vez que sufrir miserablemente todos los días."

"Es innato en los hombres pisotear al más caído."

"El último momento del tiempo es el de más valor."

"Es útil aprender a ser sabio en la escuela del dolor."

"No es bueno llorar ni quejarse, no sea que se engendre un lamento más agobiante."

"La victoria, incluso sin gloria, los dioses la honran."

En la foto  que abre la entrada se puede ver el busto en bronce de Esquilo que se expone en el Museo Arqueológico de Florencia. 

Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0 - Fuente Original

lunes, 21 de julio de 2025

El debut del joven Chopin: Un pianista de "cuello" blanco

 

“La simplicidad es el logro final. Tras haber tocado una gran cantidad de notas y más notas, emerge la simplicidad como la recompensa suprema del arte.” (Frédéric Chopin)

El talento musical de Chopin a los siete años era prodigioso, tanto que no pocos lo comparaban con Mozart. A esa corta edad ya componía polonesas, era capaz de improvisar al piano fluidamente y por supuesto era un hábil pianista. Antes de cumplir ocho años, el 24 de febrero de 1818, Chopin, al que su familia llamaba Frycek, dio su primer concierto público en Varsovia durante una gala benéfica celebrada en el palacio de la familia Radziwill. Ejecutó un concierto para piano del ya hoy casi olvidado Adalbert Gyrowetz, pero que en aquel entonces era tan popular como Haydn o Mozart.

Cuenta la leyenda, repetida en algunos textos románticos, que su madre lo vistió para ocasión tan especial con un trajecito que iba adornado con una elegante chorrera de encaje alrededor de su cuello. Antes de tocar todos le alabaron su elegante presencia, incluso el joven Chopin se sentía esplendoroso con aquellas ropas.

Cuando terminó el concierto el éxito fue inmenso y la gente aplaudía de forma entusiasta al joven genio del piano que se mostraba por primera vez ante sus ojos. 

Ulrich Rühle en su libro "Locos por la música - La juventud de los grandes compositores" lo cuenta así:

"El concierto fue una sensación. Príncipes y condesas, melómanos y expertos estaban entusiasmados de la perfecta interpretación de aquel niño de ocho años. De pie aplaudían frenéticamente.
-¡Bravo al nuevo Mozart! -se oía gritar al público.
Todo el mundo quería estrechar la mano del joven pianista, y Nicolas tuvo que proteger a su hijo de las damas embelesadas.
De vuelta a casa contó cómo había sido el concierto.
-Ven Frycek, siéntate aquí, a mi lado -dijo la madre-, y cuenta lo que ha pasado. ¿Qué es lo que más ha gustado al público?
-Mi cuello blanco, máma, mi cuello blanco nuevo, exclamo contentísimo Frédéric.
Justyna tuvo que sonreír.
-Y, fíjate, mamá, siete personas muy distinguidas me han invitado a tocar en su casa. Todos quieren verme y oírme otra vez. ¿Me dejarás llevar el traje nuevo?”

Las damas de la alta sociedad le llamarían cariñosamente "Chopinek" y no hubo salón o palacio de cierto rango en Varsovia en el que no fuera invitado en su calidad de nueva sensación musical. Chopin acudía seguro de su éxito, puede que no tanto por sus probadas habilidades musicales, sino por poder vestir de nuevo su cuello blanco, al que el siempre humilde Chopin, arriba retratado por María Wodzynska, atribuía la razón de su éxito.

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domingo, 20 de julio de 2025

Ryan Gosling: Entre el silencio y el arte de lo sutil


“Creo que los momentos que más importan son los que no se dicen. Muchas veces, lo que intento es crear espacio en una interpretación. Espacio para que el espectador sienta algo o piense algo.” 

“Creo firmemente en el silencio, especialmente en el cine. Creo que el silencio tiene mucho más poder del que la gente imagina. Si puedes transmitir todo lo necesario con una mirada, eso basta.”

Son palabras de Ryan Gosling, un actor al que se le empezó a tomar en serio con "El diario de Noa" (The Notebook, 2004), un exitoso melodrama romántico en el que, curiosamente, consiguió el papel de Noah por no ser especialmente guapo. El actor declaró en una entrevista: 

“Me eligieron para The Notebook porque el director pensó que yo no era como los otros actores de Hollywood. Dijo (Cassavetes): ‘Tú no eres guapo, no eres cool, eres un poco raro. Eres perfecto para este papel’".

El director Nick Cassavetes lo confirmaba cuando decía: “No quería a alguien convencionalmente guapo. Quería a alguien con alma”. Y no cabe duda de que el chico, además de alma, atesoraba unos recursos que pronto le harían singularmente atractivo para la gran pantalla. Guardaba su encanto en pequeños matices que poco a poco fue haciendo valer, hasta conseguir papeles de gran intensidad dramática.

El actor no necesita mucho para resultar altamente expresivo. Denis Villeneuve, que lo dirigió en la sensacional "Blade Runner 2049", lo definió como "el actor del milímetro emocional", un actor que según añadía el director: "Puede expresar un terremoto interno con un leve movimiento de los ojos". Esa contención emocional es ya una seña de identidad para el actor, algo que resulta muy evidente en "Drive" (2011 - Nicolas Winding Refn), en el que logra mantener la tensión y la fuerza del personaje sin articular apenas palabras, recordando mucho a aquel ser imperturbable al que dio vida Alain Delon en "Le Samouraï" (1967 - Jean Pierre Melville), una de las obras cumbre del cine policíaco francés y que curiosamente tuvo como título alternativo "El silencio de un hombre".

Ese control gestual que impone Gosling en sus escenas forma parte de su magia, tanto que le  vienen como anillo al dedo las palabras que le dedicó Melville a Alain Delon a raíz de su papel en "Le Samouraï": "No necesita palabras, un gesto vale por un poema. Su rostro contiene la violencia de un asesino y la tristeza de un niño perdido". No es nada fácil conseguir ser un maestro en el arte de actuar en la atmósfera de lo sutil y a la vez evidente, en el dominio de lo aparentemente invisible. Lograr que una mirada resulte contenida cuando es patente para el espectador que por dentro del personaje arde un volcán de emociones.

Gosling siempre ha sido un actor metódico a la hora de preparar sus papeles, tanto si tenía que ensayar una sonrisa especialmente fría para su papel como replicante en "Blade Runner 2049", aprender a tocar las piezas de piano que aparecen en la deliciosa "La La Land" para interpretarlas el mismo, así como lograr dominar decentemente las coreografías de baile de ese mismo film. Aunque ha sido muy alabado por su rol de Ken en "Barbie" y ha demostrado con creces su adaptabilidad, no creo, personalmente, que esté a la altura de anteriores trabajos suyos. 

Sobre su forma de abordar sus personajes, el propio actor confesó en una entrevista sobre "Blue Valentine":

"Todos mis personajes son como yo. No soy lo suficientemente buen actor como para convertirme en un personaje. Oigo hablar de actores que se convierten en el papel y pienso: "Me pregunto qué se siente". Porque para mí, todos son como yo. Me identifico con estos personajes porque aspectos de su personalidad se asemejan a mí. Y simplemente realzo las partes de mí que son ellos y rechazo las que no lo son".

Parece que el actor es, en sí mismo, toda una caja de sorpresas. Silenciosas pero poderosas.

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sábado, 19 de julio de 2025

Las cartas de despedida de Virginia Woolf

 

28 de Marzo de 1941

Queridísimo,

     Estoy segura de que me estoy volviendo loca de nuevo. Siento que no podremos superar otro de aquellos terribles tiempos. Y no voy a recuperarme esta vez. Empiezo a oír voces y no me puedo concentrar. Por lo tanto, estoy haciendo lo que me parece mejor. Tú me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en cada aspecto todo lo que se podría ser. No creo que otras dos personas hayan sido más felices hasta el momento en que sobrevino esta terrible enfermedad. Ya no puedo enfrentarla. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mi podrías trabajar. Y lo harás, lo sé. Te das cuenta, ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte... que todo el mundo lo sabe. Si alguien hubiera podido salvarme, habrías sido tú. En mí no queda nada más que la certidumbre de tu bondad. no puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.

    No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.

V.

Esa fue la carta que dejó a su marido en un sobre azul en la mesa del salón, a su lado había otra carta dirigida a su hermana Vanessa, en la que se expresaba en los siguientes términos:

Queridísima:

    No puedes imaginar cuánto me gustó tu carta. pero creo que he ido demasiado lejos esta vez como para volver nuevamente. Ahora tengo la certeza de que me estoy volviendo loca de nuevo. Es tal y como fue la primera vez, siempre estoy oyendo voces, y sé que no habré de superarlo ahora.

    Todo lo que quiero decir es que Leonard ha sido asombrosamente bueno, cada día, siempre; no puedo imaginarme que alguien haya podido hacer más por mí de lo que él ha hecho. Hemos sido perfectamente felices hasta las últimas semanas, cuando este horror comenzó. ¿Le harás saber esto? Siento que él tiene tanto por hacer que seguirá mejor sin mí, y tú lo ayudarás.

    Ya casi no puedo pensar claramente. Si pudiera te diría lo que tú y los niños han significado para mí. Creo que lo sabes.

     He luchado, pero ya no puedo más.

Después de que Virginia Woolf escribiera estas dolorosas cartas, como lo son todas las de suicidio, me la imagino caminando a paso lento con su abrigo hacia el río Ouse, cercano a su casa y ya junto a él, llenar sus bolsillos de piedras, dejar su bastón junto a la orilla, que sería lo único que encontraría su marido cuando salió a buscarla, para a continuación adentrarse poco a poco en las aguas del rio y ya sin solución, desaparecer en ellas. 

Su cuerpo no sería encontrado hasta veinte días después por unos chiquillos que paseaban con sus bicicletas junto al río y que en un principio confundieron su cuerpo con un tronco flotando. La policía anotó que su reloj se había parado a las 11'45 horas. Su doliente esposo, al que tanto intentó atenuar el golpe la escritora, enterró sus cenizas bajo un árbol. Virginia Woolf dijo en alguna ocasión: "La vida es sueño, es la realidad la que nos mata". Supongo que aquella realidad que se mostraba a sus ojos, en plena crisis por su enfermedad, le resultó más insufrible que nunca. Eran tiempos difíciles. No hacía mucho que su casa, en el londinense barrio de Bloomsbury, había quedado destruida por un bombardeo de los alemanes, obligándola a mudarse y a cambiar el entorno en el que se sentía arropada y segura, el propio estado de guerra total que vivía el mundo y el escaso éxito que obtuvo una de sus obras ayudaron a sumirla en aquel estado de profunda desesperanza. Una tremenda pérdida. Más allá de sus magníficos libros, con tan sólo su retrato, el de arriba, obra de George Charles Beresford, habría sido necesaria mantenerla en la memoria. Es una obra de arte. Preciosa en su languidez. 


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viernes, 18 de julio de 2025

Goethe, Beethoven y el orgullo

 

“Recomiendo que no te preocupes por la opinión del mundo: nunca he considerado necesario rogar a alguien que me quiera, y si tengo una cualidad que me distinga, es mi firmeza e independencia.” (Beethoven)

Goethe y Beethoven coincidieron en 1812 en el Balneario de Teplice (Teplitz), hoy en territorio de la República Checa. Beethoven solía frecuentar los balnearios para calmar sus dolencias físicas y Teplitz era famoso por su spa, con aguas termales muy apreciadas por sus supuestas propiedades curativas. Por la misma razón era también un lugar frecuentado por la nobleza y la alta sociedad austriaca, incluida la familia imperial y su corte.

Cierto día, Goethe y Beethoven decidieron dar un paseo juntos en coche de caballos. La calle estaba totalmente abarrotada de gente, que al reconocer a estos dos grandes genios los saludaban efusivamente. 

- Es molesto ser tan conocido y célebre -dijo Goethe al músico- ahora me saluda todo el mundo

- No les haga caso - contestó Beethoven-; tal vez me saludan a mí

Esta anécdota hay quien la refiere como ocurrida en el Balneario de Karlsbad en 1807, aunque es más famosa la conocida como "El incidente de Teplitz": 

Según relató Anton Schindler, el a veces demasiado imaginativo secretario de Beethoven, este y Goethe daban un paseo por un parque cuando sorpresivamente se encontraron con la familia imperial austríaca. Goethe se apartó bruscamente de su acompañante al que dejó con la palabra en la boca, y se cuadró casi como un militar para saludarlos. Beethoven, por el contrario, se encasquetó el sombrero todo lo que pudo, se ajustó el abrigo y cruzó sus manos a la espalda y siguió andando en línea recta por la avenida. Los príncipes no tuvieron otro remedio que apartarse para dejar paso al músico, el archiduque Rodolfo se quitó el sombrero, la emperatriz incluso esbozó una sonrisa y luego continuaron su paseo. Cuando Beethoven volvió la vista atrás, vio cómo Goethe se inclinaba ante la familia imperial y agitaba ligeramente é sombrero como muestra de respeto. 

Cuando volvieron a reunirse instantes después, Beethoven le recriminó a Goethe su gesto de la siguiente manera: 

- ¿Por qué has dejado el camino a estos hombres? Ellos no son nada. Morirán consigo mismos. Nosotros viviremos siempre. Los nombres de Goethe y Beethoven los repetirán muchas generaciones venideras.

Beethoven en estado puro. Abundando en esa opinión merece la pena recordar al compositor Carl Czerny, posiblemente el mejor alumno de Beethoven, quien al recordar a su maestro, citaba las siguientes palabras suyas: “El arte exige que uno no se doblegue ante príncipes: tengo mis propias cortes reales en mi mente”.

Sin duda Beethoven era un hombre de carácter consciente de su propia valía y de que las musas le susurraban al oído las mejores melodías como en la imagen de entrada. No es extraño que tras el citado encuentro, Goethe escribiera a Christiane von Goethe las siguientes palabras para resumir la impresión que le había producido el músico:

"Nunca he visto un artista más concentrado, lleno de energías e intenso. Puedo comprender muy bien que su relación con el mundo sea extraña".

Del mismo encuentro le escribió Goethe a Zelter de esta forma: 

"He conocido a Beethoven en Teplice. Su talento me asombra; por desgracia, tiene una personalidad completamente salvaje. Es posible que tenga algo de razón al considerar que el mundo es un lugar detestable, pero, seguramente, no lo vuelve un poco más agradable, ni para él ni para los demás, con su actitud. Se le puede perdonar fácilmente, por otro lado, y, en gran parte, se le compadece, porque su sentido del oído le está abandonando, circunstancia que perjudica menos la parte musical de su naturaleza que la social. Tiene un carácter lacónico, doblemente agravado por su enfermedad"

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jueves, 17 de julio de 2025

¿Por qué B.B. King llamaba "Lucille" a todas sus guitarras?


 "¿Sabes que me hace más feliz que nada? Dame seis cuerdas y seré feliz" (B.B. King)

Y tocándolas, como sólo él sabe hacerlo, nos hará feliz también a nosotros. No en vano, B.B. King es uno de los pilares fundamentales del blues y protagonista del mismo durante gran parte de su historia. 

Nadie habría imaginado que aquel chico de un pueblecito del sureño estado de Mississippi, marcado a fuego por la pobreza, el racismo y el duro trabajo en los campos de algodón algún día sería el indiscutible “Rey del Blues”. El mismo hablaba así de sus primeros años:  “Empecé a recoger algodón cuando tenía 7 años. Trabajaba desde el amanecer hasta el anochecer... Ganaba 35 centavos al día”. Con el tiempo lo que ganó fue el cariño, respeto y admiración de todos los amantes de la música y, no hay que olvidarlo, 15 premios Grammy.

Su verdadero nombre era Riley B. King y su apodo de B. B. King deriva de su etapa como DJ en un programa de radio de la emisora WDIA de Memphis. Allí se presentaba como "Beale Street Boy King", apodo que con los años acortó a “Blues Boy” y por último a su enigmático B.B. una marca acreditada que solo podría discutírsela Brigitte Bardot.

 Aunque por supuesto hubo una guitarra especialmente significativa en su vida, todas las que vinieron detrás de esta siempre tuvieron el mismo nombre: “Lucille”, pero pocos saben el motivo de tal fijación. ¿Un posible amor?

 El nombre les viene de un incendio que hubo en un local del poblado de Twist (Arkansas) sobre 1949, donde tocaba en sus inicios. El fuego se desató cuando se volcó un barril medio lleno de queroseno que ardía en medio del salón, una forma barata, y muy peligrosa, de calentar aquellos garitos en invierno. Todo el mundo salió huyendo ante el fuego y B.B. King también, pero cuando se dio cuenta de que había olvidado su preciosa guitarra Gibson L-30 en el local, volvió a recuperarla jugándose el pellejo por ella. El incendio fue tan repentino y virulento que dos personas murieron a consecuencia del mismo. Fue más tarde, tras saber B.B. King que el incidente había sido provocado por dos hombres que se peleaban por una muchachita llamada Lucille y que en el barullo golpearon el bidón, cuando pudo meditar sobre el serio peligro que había corrido su vida. Escarmentado por la experiencia decidió darle el nombre de aquella chica, Lucille, a la guitarra de tan solo treinta dólares que le llevó a internarse en las llamas. Por supuesto se lo mantuvo a las guitarras que vinieron después, con la clara intención de no olvidar nunca que no se debe arriesgar la vida tan alegremente.

Agradecido a su guitarra, sobre todo a la primera, le dedicó una canción, “Lucille”, que comenzaba diciendo: 

“El sonido que estás escuchando es el de mi guitarra. Se llama Lucille, y estoy loco por ella. Lucille me sacó de la plantación… podría decirse que fue ella quien me trajo la fama.”


miércoles, 16 de julio de 2025

Preminger: No hay isla desierta si uno se tiene a sí mismo

 

“Vivo en el presente. Cuando termino una película, queda atrás. Mi recompensa está en el trabajo, no en un montón de viejos recuerdos.”

Son palabras del gran director de cine Otto Preminger, aunque parece que no le era tan fácil desentenderse de todas las películas que había rodado y las tenía muy presentes. Eso se desprende de la siguiente anécdota. Cuando en febrero de 1980 acudió al famoso programa de radio británico "Discos en una isla desierta" como parte de la promoción de “El factor humano”, la que sería a la postre su última película. El presentador Roy Plomey se encontró con un irónico y difícil invitado, no en vano al director lo apodaban “Otto el Ogro” y que en base a sus respuestas parecía ser el centro de su propio universo.

- ¿Qué ocho discos se llevaría a una isla desierta, señor Preminger? -le preguntó Plomey.

Preminger, como si no tuviera abuela contestó: - Los discos de las bandas sonoras de "Éxodo", "Anatomía de un asesinato", "Porgy and Bess", "El hombre del brazo de oro", "Carmen Jones", "Laura", "La luna es azul" y "Tempestad sobre Washington".

Supongo que a Plomey no le pareció mal la respuesta. Sin duda todas ellas era películas excelentes, eso sí, dirigidas por el propio Preminger. Supongo que Plomey puno pensar que al fin y al cabo, la banda sonora de “Laura” es una verdadera delicia. La sorpresa vino con la siguiente pregunta:

- ¿Y qué libro se llevaría?

- Mi autobiografía - sentenció rotundo Preminger.

No cabía duda de que el director se tenía en gran estima, algo que terminó de confirmar con su respuesta a la última pregunta:

- ¿Y qué artículo de lujo llevaría con usted?

- Un espejo. (aunque según otras versiones dijo que se llevaría un bonito reloj)

Genio y figura hasta la sepultura. Quién necesita compañía cuando se tiene tanto amor por uno mismo.

Fuentes: "Imprimir la leyenda" - César Bardés y artículo "Desert Island Discs: 75 defining moments..." de The Guardian (Stephen Moss - 6-1-2017)  
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY-SA 3.0 - Fuente Original

martes, 15 de julio de 2025

Jacques Brel y la gran mentira de "Ne me quitte pas"


Pues sí, "Ne me quitte pas", una de las mejores canciones de amor de la historia, parece esconder una gran mentira, al menos eso mantiene el periodista Julián Ruiz en un artículo publicado en el Diario El Mundo en marzo de 2014. Según este, Jacques Brel estaba casado y con tres hijos cuando en 1959 rompió su relación con la que fue mucho más que su amante, la interesante Suzanne Gabriello, también conocida como "Zizou" (como Zinedine Zidane). Una actriz cómica francesa de maravillosa sonrisa que según se cuenta habría ayudado a Brel a introducirse en ambientes selectos de la cultura parisina. Fue ella quien ayudó al cantante belga de forma decisiva en la formidable puesta en escena de su famoso concierto en el Olimpia de Paris, lugar en el que Zizou era locutora. Este concierto resulta crucial en la carrera de Jacques Brel, el momento desde el cual empezaría a gozar del reconocimiento general como compositor y cantante.

Fueron cinco años de pasión y secretos, de separaciones y reconciliaciones entre Brel y Zizou, un amor que iba mucho más allá de la simple aventura y que terminaron abruptamente. Según recogen algunas fuentes, parece ser que Zizou habría quedado embarazada de Brel, quien incapaz de divorciarse por sus convicciones religiosas, reniega de dicha paternidad y de cualquier posibilidad de futuro juntos. Zizou, furiosa por el cobarde gesto del cantante, le habría amenazado con hacer pública la situación pero en vez de eso, tras verse abandonada, abortó. Brel por su parte se alejó todo lo que pudo alegando el deber que tenía para con su familia, la misma que tiempo atrás había alejado de sí mismo para vivir su amor con Zizou con mayor libertad.

Muchos apuntan a que la relación entre Brel y Zizou fue la inspiración, meses después de la ruptura, del famoso "Ne me quitte pas", una letra que pudiera parecer el cántico por excelencia del hombre que ruega e implora el no ser abandonado por la mujer amada, llegando a la más rotunda humillación de aceptar convertirse en una sombra de ella o incluso de la de su perro; pero la verdad parece ser otra, esas palabras, si no las mismas muy parecidas, bien pudieron haber salido de la boca de Zizou; no en vano era ella la abandonada a su suerte después de su turbulento romance.

Para Brel fue siempre una canción dolorosa, una especie de castigo y humillación que se imponía a sí mismo por su reprobable comportamiento con Suzanne Gabriello. Edith Piaf, que también cantó la canción (versionada miles de veces), parece que dijo tras escucharla por primera vez: "Un hombre no debería cantar cosas así" y según se apunta en el artículo de Julián Ruiz, esta nunca habló bien de Brel pues sabía de la historia real que había tras la canción.

Brel pensaba que las letras y los pensamientos no eran suficientes para llegar a lo más profundo de sus oyentes y que era necesario darle un toque más. Tras recibir clases con Philippe Clay, famoso actor y cantante francés, Brel decidió teatralizar sus interpretaciones, algo que se convirtió en un punto determinante en "Ne me quitte pas", hasta el punto de convertirla en una combinación perfecta entre la letra y lo que nos transmite la dolorosa expresión del cantante que hasta parece llorar al cantarla.

Supongo que Zizou cuando lo veía tan afectado pedir que no se le abandonara se acordaría de aquella otra canción de la Lupe que decía:

"Teatro... lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro. Fue tu mejor actuación, destrozar mi corazón y hoy que me lloras de veras, recuerdo tu simulacro. Perdona que no te crea, me parece que es teatro y acuérdate que según tu punta de vista yo soy la mala!"

Pero dejémonos de Lupes, y vamos a la canción, sin duda maravillosa. La canción parece estar trufada de pequeñas influencias, conscientes o inconscientes para el autor. Brel mezcló magistralmente sus sentimientos con una pizca de Liszt y algún pasaje de su Rapsodia húngara nº 6, su pieza favorita cuando era solo un niño que aprendía a tocar el piano, añadió unos ecos que recuerdan vagamente a Beethoven y su sonata nº 17 para piano, y le insufló algunos pensamientos de Dostoievski que hacía que uno de sus personajes se ofreciera como un perro a la mujer perdida. Finalmente, como amante de la poesía que era, lo aderezó todo con algunos versos de Lorca singularmente parecidos a ciertos pasajes de la canción.

Zizou siempre mantuvo que Brel escribió "Ne me quitte pas" para ella e incluso mantenía que se la cantó en presencia de amigos. Por contra Brel lo negaba rotundamente, calificando la canción como "la historia de un imbécil y un fracaso. No tiene nada que ver con ninguna mujer" y abundaba en otra entrevista: “No es una canción de amor, es una canción sobre la cobardía de los hombres.” Dijera lo que dijera Brel, es evidente que el tema tiene que ver con una mujer y es una canción de amor, o de desamor si ustedes quieren, que no deja de ser la otra cara de la misma moneda.

El tema apareció en septiembre de 1959 en el álbum de Jacques Brel titulado "La valse à mille temps", y aunque no fue un éxito instantáneo, con el tiempo se convertiría en todo un himno al amor perdido, versionado por los mejores cantantes que cayeron igualmente rendidos a la magia y belleza de esta incomparable canción.

No me dejes...
deberíamos olvidarlo,
todo puede olvidarse,
lo que ya se fue,
olvidar aquel tiempo de malentendidos
y el tiempo perdido,
aprendamos cómo
olvidar aquellas horas
que a veces mataban
a golpes de porqués
el corazón de la felicidad.
No me dejes
No me dejes
No me dejes

Te ofreceré
perlas de lluvia
que vienen del país
donde nunca llueve.
Escarbaré la tierra
incluso después de muerto
para cubrir tu cuerpo de oro y luz.
Crearé un reino
donde el amor será el rey,
donde el amor será la ley
y tú serás la reina.
No me dejes
No me dejes
No me dejes

No me dejes.
Inventaré para ti
palabras sin sentido
que sólo tú entenderás.
Te hablaré
de aquellos amantes
que vieron por dos veces
sus corazones abrazarse.
Te contaré
la historia de aquel rey
que murió por no haber
podido conocerte.
No me dejes
No me dejes
No me dejes

¿Acaso no se ha visto
renacer el fuego
de un antiguo volcán
que se creía demasiado viejo?
¿Acaso no existen
tierras quemadas
que dan más trigo
que el mejor de los abriles?
Y cuando llega el atardecer,
para que un cielo se inflame,
¿acaso el rojo y el negro
no se abrazan también?
No me dejes
No me dejes
No me dejes

No me dejes.
No lloraré más,
no hablaré más,
me esconderé
para verte bailar, sonreír
y para escucharte
cantar, y después reír.

Déjame ser
la sombra de tu sombra,
la sombra de tu mano,
la sombra de tu perro. Pero...
No me dejes
No me dejes
No me dejes

Fuente: Principalmente La triste historia de "Ne me quitte pas" (El Mundo - Julián Ruiz)
Imagen: Tomada de Pinterest - Fuente Original

domingo, 13 de julio de 2025

La extraña visita de Hemingway a un moribundo Pío Baroja

 

Encontrándose ya Pío Baroja gravemente enfermo y cercana la muerte, fue a visitarlo a su domicilio el ya por entonces Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway, gran admirador de su obra. Julio Caro Baroja, sobrino de Don Pío, se refirió al encuentro de forma breve en su obra "Los Baroja":

"Antes, en septiembre, tuve el aviso de que Hemingway quería hacerle una visita. Advertí al que me comunicó esto que el tío no conocía a nadie. Hemingway se presentó con Castillo Puche (...) Le pasé al cuarto y estuvo un rato. El fotógrafo sacó la imagen del escritor norteamericano sentado junto a mi tío en la cama, con su gorro blanco, sin expresión. Mi tío no se enteró de la visita, como tampoco de que Hemingway dejó una botella de whisky y una labor de punto. Yo apenas hablé con él, ni con Castillo Puche. Las anécdotas entonces no sólo no me interesaban, sino que me molestaban. Entonces mi preocupación fundamental era que se dejara morir a mi tío tranquilamente."

Pero, José Luis Castillo-Puche, escritor y biógrafo de Hemingway, puede que más atento a la anécdota del momento relató el encuentro años después en Hemingway entre la vida y la muerte”, fuente de la que se hace eco Cesar Cervera en un artículo de ABC y que es la que  seguiremos ampliamente en esta entrada. Señalaba Castillo-Puche que el autor de "El viejo y el mar" acudió a visitar a Pío Baroja de la forma más respetuosa posible:

"Lo más curioso de todo es que nunca he visto, ni en vivo ni en retrato, a un Hemingway como el de aquel día. El hombre que rompía con todos los convencionalismos y a quien nadie era capaz de sujetar a ninguna etiqueta, ni siquiera la propia Mary (última esposa de Ernest Hemingway) se presentó con un traje grave, peinado casi como un niño un poco travieso, con corbata y muy circunspecto. Desde el primer momento le dio a la visita no sólo la solemnidad, sino la trascendencia que tenía"

Hemingway se presentó en el dormitorio de Pío Baroja, tan humilde como la celda de un monje, y encontró a un Baroja totalmente abstraído, sumido en los pensamientos propios de alguien que se encuentra en tan difícil trance. Parece que Baroja reaccionó vagamente a la visita y "Con voz cavernosa, pero con cierto acento de gratitud, aunque sin perder su natural desenfado, comentó:

«—Caramba, ¿y a qué viene ese tío?".

Hemingway se acercó a la cama de un muy debilitado Baroja y quiso estrecharle la mano, se acomodó en una silla e inclinándose sobre el enfermo, dando la impresión de que casi se ponía de rodillas le dijo:

"Don Pío, yo estoy aquí, pero hubiera querido siempre venir antes, porque todos tenemos motivos de gratitud con usted, yo he ido siempre de allá para acá y aunque uno es casi un aventurero no olvida, y yo no olvido que usted ha sido el maestro para muchos jóvenes y yo he aprendido, como muchos jóvenes, de usted y estoy seguro de que usted hubiera merecido el Premio Nobel, antes que yo y que muchos, y  lo lamento de verdad porque lo merece, pero usted ha sido y es un gran ejemplo y es un testimonio grande, por eso yo quiero dedicarle este libro mío (Adiós a las armas) como a quien me ha enseñado tanto en esto de escribir, que todos somos aprendices, y por eso me siento confuso en este momento. Porque esta cosa del Premio Nobel es verdad que antes se la debieron de dar a usted y a otros escritores españoles, también maestros, Miguel de Unamuno, Valle Inclán..." (hay quien incluye a Azorín y Antonio Machado en los nombres mencionados por Hemingway).

En ese momento parece que Pio Baroja, se giró un poco en la cama, como si hubiera perdido un tanto el interés por "aquel gigantón que se inclinaba hacia él como un alumno sumiso y asustado", mientras susurraba un lacónico: "¿Usted cree...?". Hay quien indica que lo que dijo fue: - Bueno, basta, basta, que como siga Ud. repartiendo el Premio así vamos a tocar a muy poco.

La visita, no dio para mucho más. "Ahí estaba más que fulminado, barrido, él que había sido el gran escobón de la literatura española. Todo transcurría emocionadamente y hasta el mismo silencio de don Pío, cuando los demás decíamos vaguedades o tonterías, daba al acto una elocuencia insospechada. Ernest se mantenía doblado y conmovido"Antes de marcharse Hemingway le dejó unos presentes: una bufanda, unos calcetines y una botella de whisky, una bebida que al parecer no era del agrado de Baroja: "Si don Pío alguna vez había tomado algún whisky había sido casi por fuera de la botella, oliéndolo tan solo"Don Pío miró aquellos regalos con elegante gratitud y al mismo tiempo con indiferencia.

«—Está bien, está bien —repetía».

Hemingway dudaba si aquellos presentes, junto al libro que le había dedicado, serían poca cosa, por lo que le preguntó a su amigo Castillo-Puche:

"—Si tú crees que es poco, me lo dices y le dejo mi reloj, este reloj —y comenzó a quitárselo de la muñeca, añadiendo—: Es un reloj que me ha acompañado la parte más hermosa de mi vida". Incluso parece, que preocupado por el estado del escritor llegó a plantearse darle unos cuantos «billetes grandes» por si el dinero podía ayudarle en su situación.

Pío Baroja, tan ocupado en morirse como estaba, mostró durante todo el encuentro una gran perplejidad ante aquella visita, mientras Hemingway se mostró cabizbajo y contraído frente a la vejez y la muerte, temas que tanto le aterraban.

"Ernest y don Pío se habían juntado en el punto básico de las decepciones, porque en realidad, aunque Ernest todavía era un luchador, se podía notar que empezaba a no estar en forma o por lo menos que llevaba ya en las alas el presentimiento del plomo, mientras don Pío era un vencido sin desesperación. Allí presentes, don Pío era el clásico y Ernest el romántico".

Cuando se marcharon, al fin, bajando por las escaleras, Hemingway y Castillo-Puche se pararon a charlar sobre la reunión:

«—Me alegro mucho de haber venido.

—Ya sabía yo que te alegrarías –contestó Castillo-Puche.

—No estoy arrepentido de haber venido. Si acaso de no haber venido antes o de no poder hacer nada por el viejo. Lo que sí te digo también —y puso mucha atención en la palabra y en el gesto— es que esta visita me ha hecho bastante daño aquí —y se puso la mano sobre el corazón».

Pio Baroja falleció pocos días después. Hemingway estuvo también presente en su entierro. Como siempre, el talento de los nuestros es más valorado y reconocido fuera de nuestras fronteras que dentro. Nada nuevo.

Fuente: ABC: La verdad sobre la triste visita de Hemingway a Pio Baroja... - Autor Cesar Cervera
Imagen: Tomada de esta página 

sábado, 12 de julio de 2025

El curioso duelo entre Marlon Brando y Anthony Quinn a orillas del Río Grande


No pocas veces, esas estrellas de cine que tanto respetamos tienen comportamientos realmente pueriles y resuelven sus disputas como si de dos chiquillos jugando en la calle se tratara. Hay una anécdota muy extendida, desde IMDb hasta el estupendo libro "Imprimir la leyenda" de César Bardés, que, aunque no es del todo verificable en fuentes primarias, resulta lo suficientemente jugosa como para hacernos eco de ella.

Anthony Quinn llevó realmente mal no haber conseguido el papel de Emiliano Zapata en la película "¡Viva Zapata!", dirigida por Elia Kazan en 1952 con guion de John Steinbeck. Quinn era mexicano y no podía entender cómo el papel podía recaer en manos de Marlon Brando y él debía conformarse con el de Eufemio Zapata, el hermano del héroe mexicano. Es cierto que Brando se esforzó en darle acento mexicano a su personaje y que el maquillaje logró darle al actor un aspecto idóneo para el papel, pero Quinn seguía insistiendo ante todos en que él era la mejor opción, e incluso mantenía que era mejor actor que Brando. Hay que recordar que Quinn asumió el papel de Stanley Kowalsky en la gira por Estados Unidos de "Un tranvía llamado deseo" y hubo voces que alabaron su trabajo por encima incluso del de Marlon Brando que fue quien estrenó la obra de teatro en Broadway y posteriormente la llevó al cine.

Elia Kazan, por su parte, no ayudaba mucho y parece que alentaba en cierta manera ese ambiente de confrontación, que a su juicio le iría bien a la película por la tensión emocional que debía existir entre los personajes que interpretaban.

Se dice que Brando, al principio escuchaba y callaba ante los comentarios de Anthony Quinn, pero llego un momento en el que no pudo más y según algunas fuentes se jugaron el papel de una curiosa manera. César Bardés dice que Brando le dijo a Quinn

-Ya que tienes ese instinto tan competitivo conmigo deberíamos resolverlo de una vez por todas y ver quién es el mejor.

-Yo creo que deberíamos medir quien la tiene más larga.

La leyenda cuenta que, ni cortos ni perezosos, ambos se encaminaron a la orilla del Río Grande, junto al que se rodaba la película, y decidieron que quien fuera capaz de orinar más lejos en el rio sería el que se haría con el papel principal, o cómo dice Bardés, sería simplemente “mejor” que el otro.

Según el relato, Marlon Brando ganó por muy poco aquella infantil apuesta, tras la cual, diríase que humillado y vencido por tan estúpida prueba, Anthony Quinn se conformó.

A pesar de todo, no le fue mal a Quinn. Pudo perder a orillas del Río Grande, pero se llevó el Óscar a mejor actor secundario por su papel de Eufemio Zapata, mientras que Brando, aún nominado, no logró llevarse la estatuilla dorada.

Imagen: Tomada de Doctor Macro - CC0 en Wikimedia Commons - Fuente Original

Margot Robbie y el bofetón que lanzó su carrera


“Ninguno de los guiones que me ofrecían me daba ganas de interpretar a la chica, siempre prefería al hombre. Los personajes femeninos suelen ser un catalizador para la historia del hombre, lo cual es insatisfactorio”

Son palabras de la australiana Margot Robbie, una actriz con las ideas claras y que lucha desesperadamente porque se le reconozca su valor como interprete más allá de su maravillosa sonrisa y sus expresivos ojos, incluso ha creado su propia productora, LuckyChap Entertainment, junto a su marido y algunos amigos para tener mayor control sobre su trabajo y como dice la actriz: “dar poder a las voces femeninas tanto delante como detrás de la cámara” "No quiero ser solamente la cara de la película sin tener voz en cómo está escrita, reescrita, dirigida, presupuestada o promocionada”. Títulos como “Yo, Tonya” o “Barbie” son fruto de esa iniciativa. 

El papel que lanzó a la fama a Margot Robbie fue el de Naomi Lapaglia en "El Lobo de Wall Street" (2013 - Martin Scorsese) como pareja de Leonardo di Caprio. El casting tuvo un desarrollo, cuando menos, algo inesperado.

La actriz, que ya había brillado en "Focus" junto a Will Smith, era consciente de que tenía una sola bala para lograr captar el interés tanto de Martin Scorsese como de di Caprio. Su agente le había avisado de que no se hiciera ilusiones, pero que era buena idea intentarlo. La prueba consistía en una discusión. Margot Robbie lo cuenta así en Vanity Fair: 

“Empiezo a gritar y él me grita a mí. Él es realmente aterrador y apenas podía mantener el ritmo”, entonces el actor le dijo “debes estar feliz por tener un marido como yo. Ahora ven aquí y dame un beso”. Margot buscaba en su cabeza cómo resolver la escena de una forma diferente y atractiva mientras se acercaba mucho a la cara de Leonardo. “Pensé, ‘tal vez debería darle un beso. ¿Cuándo tendré otra oportunidad de besar a Leo DiCaprio? Pero en lugar de eso le pegué en la cara. Él me gritó, ‘¡que te jodan!’. Y eso no estaba en el guion en absoluto. La habitación se quedó en silencio y me congelé”.

En ese instante, y ante aquel silencio sepulcral, pensó que la apuesta le había salido mal, que aquel bofetón fuera de guion le podía salir caro. La actriz lo contaba así: “Pensé: ‘Te van a arrestar, estoy bastante segura de que eso es agresión, lesiones. No solo no volverás a trabajar jamás, sino que de hecho vas a ir a la cárcel por esto, idiota. Y además, ¿por qué tuviste que hacerlo tan fuerte? Podrías haberlo hecho más suave.”

Pero una vez paso aquel par de segundos interminables, tanto Martin Scorsese como Leonardo di Caprio se echaron a reír a carcajadas y le dieron el papel. Como ella misma dice: "Definitivamente no tengo miedo al fracaso… Si sabes que vas a fracasar, fracasa de forma gloriosa.”

Su agente le había dicho: “Si alguna vez te decides por hacer un desnudo, este es el director con quién deberías hacerlo”. “El lobo de Wall Street” contaba con una escena de desnudo que era la que más preocupaba a la actriz desde que leyó el guion. Scorsese le ofreció usar un albornoz para no tener que mostrarse totalmente desnuda, pero ella sabía bien lo que tocaba y le contestó: “Tiene que estar desnuda. Tiene que poner todas sus cartas sobre la mesa”. Cuando llegó la hora de la escena se motivó con tres chupitos de tequila y salió exitosa del trance.

“Sabes, no tenía mucha confianza en mí misma. … Pero no fue hasta que conseguí 'El lobo de Wall Street' que empecé a sentir como, ‘Quizás merezco un asiento en la mesa.’” Y una vez bien acomodada no tardarían en llegar: Yo Tonya, Érase una vez en Hollywood, El escuadrón suicida, Babylon, Barbie y esperemos que muchas más. 

Fuentes consultadas: Vanity Fair, The New York Post, The Telegraph, The Hollywood Reporter.
Imagen: De Pinterest (Robert Sullivan) CC0 en la Fuente Original

viernes, 11 de julio de 2025

Ray Bradbury, Fahrenheit 451 y el valor de 10 centavos

 

“No tienes que quemar libros para destruir una cultura. Solo tienes que conseguir que la gente deje de leerlos.” (Ray Bradbury)

Ray Bradbury, el autor de "Crónicas Marcianas" y "Fahrenheit 451", es uno de los escritores esenciales de la novela fantástica y de ciencia ficción, además de un ejemplo de determinación a la hora de cumplir el sueño de convertirse en escritor.

Bradbury, que desde los nueve años demostró una pasión irrefrenable por los libros y el saber, no pudo asistir a la Universidad por la falta de recursos de su familia. No le quedó otra opción que ponerse a vender periódicos para salir adelante, pero esto no frenó en absoluto su ansia por aprender e hizo de la biblioteca municipal su propia universidad, dedicándole horas y horas, durante al menos diez años, para completar su formación. Como el propio escritor decía:

“Fui a buscarme a mí mismo a la biblioteca. Antes de enamorarme de las bibliotecas, era solo un niño de seis años. La biblioteca alimentó todas mis curiosidades, desde los dinosaurios hasta el antiguo Egipto. Cuando me gradué de la preparatoria en 1938, comencé a ir a la biblioteca tres noches a la semana. Lo hice todas las semanas durante casi diez años y finalmente, en 1947, cuando me casé, pensé que ya no podía más. Así que me gradué de la biblioteca a los veintisiete años. Descubrí que la biblioteca es la verdadera escuela.”

“Pero con la biblioteca, supongo que es como la hierba gatera: empiezas a dar vueltas porque hay tanto que mirar y leer. Y es mucho más divertido que ir a la escuela, simplemente porque haces tu propia lista y no tienes que escuchar a nadie. Cuando veía algunos de los libros que mis hijos tenían que llevar a casa y leer, y los profesores los obligaban a leer, y los calificaban... bueno, ¿y si no te gustan esos libros?”

A los treinta años el éxito estaba aún por llegar. Aunque ya había escrito decenas de cuentos y algunos habían sido publicados, la economía familiar no daba para muchas alegrías y tenían que hacer auténticos malabares para cubrir las necesidades básicas con lo poco que él obtenía por sus cuentos y el pobre sueldo de su esposa, que todo hay que decirlo, apoyaba a su marido ciegamente en su proyecto de convertirse en escritor. Ya lo decía Bradbury: “Mi esposa Maggie me mantuvo y nunca se quejó. Sin ella, no habría Fahrenheit 451.”

En 1950 Ray Bradbury ya era padre de una hija pequeña y otra venía en camino.  Le resultaba imposible escribir en su casa. La pequeña rompía su concentración continuamente y le demandaba su atención para jugar, algo a lo que Bradbury no podía negarse. Pero la familia necesitaba los ingresos de sus cuentos. Tenía que encontrar una solución y pronto.

La solución llegó mientras paseaba por el Campus de la Universidad de Los Ángeles. Descubrió que en un sótano existía una sala de mecanografía en la que se alquilaban máquinas de escribir por 10 centavos cada media hora de uso. Bradbury vio el cielo abierto y con las ideas claras de lo que quería contar, empleó tan sólo 9'8 dólares o lo que es lo mismo 49 horas en escribir en una de aquellas máquinas de alquiler las aproximadamente 25.000 palabras del cuento "The Fireman" que sería el que, posteriormente ampliado, se convertiría en su exitosa novela "Fahrenheit 451". El propio Ray Bradbury contaba:

“No puedo explicarles qué excitante aventura fue, un día tras otro, atacar la máquina de alquiler, meterle monedas de diez centavos, aporrearla como un loco, correr escaleras arriba para ir a buscar más monedas (...). No podía detenerme. Yo no escribí Fahrenheit 451, él me escribió a mí. Había una circulación continua de energía que salía de la página y me entraba por los ojos y recorría mi sistema nervioso antes de salirme por las manos. La máquina de escribir y yo éramos hermanos siameses, unidos por las puntas de los dedos”

Ya saben que el título, Fahrenheit 451, alude a la temperatura a la que empieza a arder el papel, muy apropiado para esta novela de bomberos que queman libros en una sociedad en la que están prohibidos y eres denunciado como un criminal si tienes uno en casa. La esperanza se refugió en las mentes de los llamados “hombres libro” que los memorizaban palabra por palabra para que su sabiduría no se perdiera. 

Es curioso que, en contra de lo que generalmente se piensa, Bradbury escribió esta novela no solo como una denuncia acerca de la censura o el control en sociedades totalitarias. El escritor declaró en repetidas ocasiones que el verdadero trasfondo de “Fahrenheit 451” era denunciar la anulación del pensamiento crítico y la pasividad intelectual que se estaba produciendo en las masas a causa de la por entonces emergente televisión. Su fácil e inmediato consumo había convertido el hecho de leer en algo fastidioso y minoritario. No sé qué pensaría ahora Bradbury del efecto hipnotizante que sobre todos nosotros provocan los móviles. ¿Por cierto, a qué temperatura empezará a arder un móvil?

Imagen: De Wikimedia Commons(CC BY 2.0) Fuente original

jueves, 10 de julio de 2025

El ingenioso zapatero de Leibniz

 “Con cada hora perdida, perece una parte de la vida.” (Leibniz)

Parece que Gottfried Leibniz no era muy amigo de perder el tiempo. Su curiosidad era insaciable y por su talento y sabiduría se lo ha definido como "el último genio universal". De hechoposiblemente, sea el último hombre capaz de abarcar gran parte del conocimiento humano de su tiempo y ampliarlo. No solo desarrolló el cálculo infinitesimal de forma paralela a Newton, de quien por cierto no recibió un trato justo en su legítima disputa por el mismo, sino que además resultó una figura destacada en los campos de las matemáticas, filosofía, derecho, historia, música y ética. Además, Leibniz atesoraba conocimientos muy notables en física, biología, medicina, geología, psicología y algunas otras ramas del saber. Incluso llegó a diseñar una avanzada calculadora, la conocida como "Stepped Reckoner" que sirvió para inspirar futuros modelos más eficientes. 

Leibniz fue, por la diversidad de materias sobre las que volcaba su interés hasta llegar a dominarlas, una especie de Leonardo da Vinci, aunque con matices. Como decía Margaret Boden, una estudiosa de la genialidad en el ser humano, Leonardo sería el prototipo del genio artístico-científico que une arte y observación directa, mientras que Leibniz encarnaría la síntesis matemática y filosófica del conocimiento.

Pero descendiendo al terreno de la más pura anécdota, y ya sabemos que en no pocas ocasiones estas viven en un terreno incierto en el que se confunden historia y leyenda, recordamos el suceso que supuestamente le ocurrió a Leibniz en la Universidad de Leyden.

No era extraño que nuestro genio participara en acaloradas y sesudas discusiones en latín sobre cuestiones de todo tipo. En cierta ocasión observó Leibniz que su zapatero se encontraba entre la gente siguiendo uno de aquellos debates con sumo interés. No tardó en aproximarse para preguntarle si sabía latín. El zapatero le contestó:

-No, solo vengo a ver cómo discuten.
Leibniz, aún más sorprendido le volvió a interrogar:
-Entonces ¿Cómo puedes entendernos y saber quién tiene razón?
A lo que el zapatero respondió:
- El que más grita es el que no la tiene.

Seguramente el humilde zapatero no era un erudito en materia alguna, pero demostró que, llegada la ocasión, podía ser igual de agudo que el afamado sabio de Leipzig.

 La escultura es obra de Ernst Hähnel y se ubica en Leipzig, la ciudad natal de Leibniz. 

 Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY SA-3.0 - Fuente Original