"Agradezco a Dios que haya hecho a mis enemigos tan estúpidos."
Eso decía el siempre agudo George Bernard Shaw, y puede que también pensara que, tras alguna que otra decepción, los amigos, a veces, también hacen méritos para ganarse esa etiqueta.
Se cuenta que cierto día, el escritor entró a curiosear los fondos de una tienda de libros de ocasión y rebuscando entre los volúmenes que allí se amontonaban encontró un ejemplar de una de sus comedias. Quién sabe por qué extraña razón, en vez de dejar su propio libro a un lado, se fue a las primeras páginas, esas en las que se suele dejar una dedicatoria por parte del autor y se encontró con una desagradable sorpresa, el libro estaba firmado y dedicado por él a un buen amigo suyo. Sintió aquello como una pequeña traición y realmente molesto compró de inmediato el libro del que tan alegremente se había deshecho su amigo. No tardó en devolvérselo por correo; añadiéndole por supuesto una pequeña muestra de su decepción y de su ingenio. Así, justo debajo de la dedicatoria original añadió: "Al Sr. "X", con un nuevo saludo, ¡el segundo! de George Bernard Shaw".
Y es que como decía, el también luminoso, Oscar Wilde: "Dedicar un libro es la más peligrosa de las cortesías. Uno nunca sabe cuándo dejará de gustarle la persona", algo muy a tener en cuenta en una persona tan compleja como Bernard Shaw, que ya en una dedicatoria de un libro escribió: "A mi madre: gracias a ella soy capaz de soportar a los demás."
Imagen: de Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original
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