Katharine Hepburn fue toda una revolución en Hollywood, lugar donde por supuesto no estaban acostumbrados ni preparados para lidiar con espíritu libre e independiente como el suyo. Sus padres eran muy progresistas y singulares para su época: su padre era un médico a favor del aborto y los anticonceptivos y su madre una sufragista convencida que le marcó a fuego algunas ideas: "Mi madre me enseñó que las mujeres no tenemos por qué ser el sexo débil" o aquella otra ciertamente revolucionaria en aquellos días: "Ser ama de casa es el mayor trabajo que puede realizarse, pero si no te interesa, simplemente no lo hagas". La Hepburn era talentosa y rebelde a partes iguales; no solo fue capaz de ganar cuatro veces el Oscar a la mejor actriz (aparte de estar nominada en doce ocasiones), también lo era de dejar plantados a todos los mandamases de la industria y no acudir a recoger ninguna de sus cuatro figurillas doradas, unos premios que ni siquiera quiso tener consigo y que tras su donación se exponen en el Empire State Building de Nueva York. Era divertida, desenfadada y toda una deportista en una época en la que el ejercicio físico no era habitual entre las mujeres, de hecho jugaba al tenis todas las mañanas hasta cerca de los ochenta años y no era raro verla pasear en bicicleta por la ciudad. Y sobre todo era inteligente y aguda como pocas. En cierta ocasión, una periodista le preguntó, en relación a su costumbre de llevar siempre pantalones, si tenía alguna falda en su vestuario. La actriz no lo dudó y lanzó su torpedo a la linea de flotación de la periodista entrometida: "Si, tengo una, me la pondré para su funeral". No firmaba autógrafos, no concedía entrevistas y a pesar de ello el público la adoraba. Después de algún traspiés con alguna película, los estudios le quisieron colocar la etiqueta de "Veneno para la taquilla" y ella se arremangó y se fabricó a pulso un éxito del tamaño de "Historias de Filadelfia". La actriz, que consiguió mantener su nombre real en el mundo del cine, huyendo de otros prefabricados que borraran su propia identidad, sabía dar la dimensión justa a su profesión, y calibrar la verdadera importancia que esta podía tener: "Es un negocio en el que empiezas porque eres un egocéntrico" y se guardaba muy mucho de no dejarse atrapar por ese ser ficticio que los estudios creaban a cada actriz para brillar aun más en la gran pantalla y al que denominaba "La Criatura", un ser del que "La fiera de mi niña" decía:
"No conservo retratos aquí en mi hogar de mi yo profesional porque esos no son retratos míos. Son fotografías de la Criatura, y yo no la traigo a casa. No le permito entrar en mi casa. (...) Te diré alguien por quien sentí lástima. Era Marilyn Monroe. ¿Sabes por qué?. Dejó que su criatura tomase el control"
Murió el 29 de junio de 2003 a los 96 años. Un par de días después, el 1 de julio, se apagaron durante toda una noche las famosas luces de Broadway en muestra de duelo y respeto por una de las mejores actrices de la historia del cine.
Si hay algo que no entiendo, que no me cuadra con el carácter de esta maravillosa actriz, es su casi sumisión a otro portento de la actuación, el gran Spencer Tracy, pero esa es otra historia para ser contada en otro momento.
Imagen: La fotografía de cabecera esta tomada de los fondos de Wikimedia Commons, donde figura como "Dominio Público" CC 0. Dejo enlace de la fuente donde figuran todos los detalles de derechos de la imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Katharine_Hepburn_Face.jpg
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