martes, 29 de marzo de 2022

"Las uvas de la ira", Rusia y la pobreza sobre ruedas


 

“El Cine es la más importante de todas las artes y puede y debe desempeñar un gran papel en la revolución cultural como medio de educación generalizada….”

Lenin lo tenía muy claro cuando decía esas palabras. El cine era una herramienta primordial en los albores del comunismo para afianzar la revolución y crear una solida conciencia social colectiva capaz de soportar los rigores iniciales del sistema; con estas premisas  nacieron un buen puñado de obras maestras de la historia del primer cine de manos de directores de la talla de Eisenstein, Dovzhenko, Kuleshov o Pudovkin, que con su buen hacer asombraron al propio Hollywood por la fuerza de sus obras, logrando mejoras técnicas y narrativas esenciales en el desarrollo posterior del séptimo arte, especialmente en el terreno del montaje. En definitiva, en aquella Unión Soviética el cine debía servir a unos fines concretos que iban mas allá del puro entretenimiento  y las películas norteamericanas con su narrativa burguesa, su exceso de lujo y ostentación estaban muy lejos de lo admisible por las autoridades soviéticas y muy difícilmente se admitía que una película "made in Hollywood" llegara a sus cines. Aunque hubo alguna que logró pasar el filtro. 

Una de aquellas excepciones fue "Las uvas de la Ira" (1940), sin duda una de las grandes obras de John Ford, una película en la que brillan a gran altura Henry Fonda, la oscarizada Jane Darwell y John Carradine. La historia se basaba en el libro del mismo título del gran escritor y premio Nobel de literatura John Steinbeck, un autor que no ocultaba sus simpatías hacia el comunismo.  

"Las uvas de la ira" relataba con crudeza y realismo las severas consecuencias que la "Gran depresión capitalista" estaba causando entre los más desfavorecidos de Estados Unidos. Las autoridades soviéticas vieron una excelente oportunidad propagandística en la película y permitieron que se exhibiera públicamente en las salas para que se pudiera observar la decadencia occidental y la bancarrota provocada por el consumismo y la liberalidad económica. Lo curioso es que las mismas autoridades no tardaron mucho en pegar un frenazo a fondo a dicho permiso cuando se dieron cuenta de que la población de Moscú se quedaba boquiabierta por el hecho de que, en Estados Unidos, hasta una familia arruinada y totalmente acorralada por la pobreza podía permitirse el lujo de tener una camioneta propia, por muy destartalada que esta fuese, algo totalmente imposible para ellos. No era ese precisamente el mensaje que pretendían mandar las autoridades rusas. La pobreza siempre tiene gradaciones.


Imágenes: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro: Img 1 - Img 2

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