"Hay una gente a la que su risa traiciona: uno se da cuenta en seguida de lo que llevan en las entrañas. Incluso una risa indiscutiblemente inteligente es a veces repulsiva. La risa exige ante todo franqueza, pero ¿dónde encontrar franqueza entre los hombres? La risa exige bondad, y la gente ríe la mayoría de las veces malignamente. La risa franca y sin maldad, es la alegría: ¿dónde encontrar la alegría en nuestra época y dónde encontrar a la gente que sepa estar alegre? (…) La alegría de un hombre es su rasgo más revelador, juntamente con los pies y las manos. Hay caracteres que uno no llega a penetrar, pero un día ese hombre estalla en una risa bien franca, y he aquí de golpe todo su carácter desplegado delante de uno. Tan sólo las personas que gozan del desarrollo más elevado y más feliz pueden tener una alegría comunicativa, es decir, irresistible y buena. No quiero hablar del desarrollo intelectual, sino del carácter, del conjunto del hombre. Por eso si quieren ustedes estudiar a un hombre y conocer su alma, no presten atención a la forma que tenga de callarse, de hablar, de llorar, o a la forma en que se conmueva por las más nobles ideas. Miradlo más bien cuando ríe.
(...) No comprendo más que una cosa: que la risa es la prueba más segura de un alma. Mirad a un niño; ciertos niños saben reír a la perfección, y por eso son irresistibles. Un niño que llora me resulta odioso, pero el que ríe y se alegra es un rayo del paraíso, una revelación del porvenir en el que el hombre llegará a ser, por fin, tan puro e ingenuo como un niño. "
El fragmento pertenece a "El adolescente", obra de Fiódor Dostoievski publicada en 1875. Y es que hay tantas sonrisas: de auténtica felicidad, contagiosas, deslumbrantes, joviales, risueñas, tímidas, tensas, indescifrables, sutiles, torcidas, coquetas, pícaras, cómplices, provocadoras, seductoras, burlonas, descaradas, maliciosas, altaneras, arrogantes, sospechosas, ladinas, fanfarronas, despreciativas, sibilinas, socarronas... y como no las sonrisas fingidas e hipócritas. Se dice tanto cuando reímos.
Para ilustrarlo hemos escogido el maravilloso cuadro "Mujeres en la ventana" (1665-1675) de Bartolomé Esteban Murillo, en el que una joven sonríe abiertamente mientras su compañera, algo más mayor, oculta su sonrisa. Para muchos estudiosos del arte sería la imagen de las chicas de un burdel, y sin saber con claridad si el color de los ojos de la más joven pudieran ser verdes, bien se podría jugar con aquella famosa copla que decía "apoyá en el "alfeizar" de la mancebía miraba encenderse la noche de Mayo. Pasaban los hombres y yo sonreía, hasta que en mi puerta paraste el caballo...." El cuadro se expone en la Galería Nacional de Arte de Washington DC (EEUU).
Imagen tomada de Wikimedia Commons en la que aparece como (CC0) - Fuente original
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