-Lamento mucho tener que recordarle que no lleva usted corbata -le dijo el maître en voz baja-
- Ah, no lo lamente usted, que yo aún recuerdo cuando no tenía ni para calzoncillos - le respondió cordialmente Groucho- esperando que aquel pequeño chiste desarmara al maître y le excusara la formalidad de la corbata.
Pero no fue así y la exigencia de la citada prenda fue mantenida de forma inexcusable. Groucho se quedó atónito ante la intransigencia del cancerbero del hotel, y en un arranque de los suyos avanzó rápidamente hacia el interior del salón comedor a donde le siguió el contrariado maître que le requería para que abandonara la sala, pero Groucho no se amilanó y caminó decidido, a grandes pasos, hasta colocarse a la altura de un señor calvo que comía en el lugar y señalando su despoblada cocorota, le dijo al ofuscado maître:
- !Es que no hay derecho! A mí no me dejan entrar sin llevar corbata, y a esté lo han dejado entrar sin llevar pelo.
No me extrañaría nada que ese mismo día, el bueno de Groucho -que tenía fama de ser algo tacaño- terminara compartiendo un humilde refresco en un sitio más relajado, eso sí en buena compañía, junto a su amiga de reparto la siempre respetable Margaret Drummond con quien lo vemos en la foto. Con esos ojitos que se ponen el uno al otro, no es de extrañar que Groucho volviera a preguntarle aquello de: "¿Quiere usted casarse conmigo? ¿Le dejó mucho dinero su difunto marido? Conteste primero a la segunda pregunta."
Imagen: Cortesía de la estupenda página Doctor Macro - Fuente Original
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