La belleza de Friné, “un regalo de los dioses” que la salvó de la muerte en un juicio por impiedad, le habría bastado para hacerse un hueco en la historia, al menos eso cuenta la leyenda, pero tuvo además la suerte de enamorar a uno de los mejores escultores de la antigüedad, a Praxíteles, para dejar su mito tallado en mármol. Quién sabe si su famosa curva tiene algo que ver con las de Friné, a la que, por cierto, como ya decían los antiguos, el escultor escogió como modelo para algunas de sus representaciones de Afrodita, entre ellas la Venus de Cnido. No hay nada como tener un grandioso escultor enamorado para encontrar eco en la eternidad.
Según relatan Pausanias y Ateneo, Praxíteles, en un arrebato de agradecimiento por el calor que encontraba en los brazos de Friné, decidió hacerle un regalo y le dijo que podía escoger la escultura que más le gustase de entre todas las que estaban en su taller. No era mal regalo. Solo había un pequeño problema, Friné, a pesar de su escultural cuerpo, no sabía nada de escultura. Intentó sonsacarle a Praxíteles cuál era su mejor obra, pero este se resistió a darle una respuesta clara.
No tuvo en cuenta el escultor que Friné era mujer de muchos recursos y lista como ella sola. No tardó la hetaira en urdir una estratagema para lograr su propósito. Un esclavo, siguiendo las instrucciones de Friné, entró en la casa en la que esta entretenía al escultor, y lo hizo gritando que el taller del escultor estaba ardiendo y que las llamas estaban devorando sus obras. Praxíteles se levantó de un brinco y exclamó que todo estaría perdido si el fuego alcanzaba su Eros y su Sátiro. Con aquella reacción espontánea supo Friné cuáles eran las obras que más valoraba el escultor y lo calmó haciéndole ver que todo era una mentira y que su taller estaba a salvo.
Para el enamorado Praxíteles, seguro que le bastó una sonrisa de Friné para perdonar aquella argucia y como hombre de palabra que era, le dejó escoger la estatua como le había ofrecido. Ella por supuesto escogió el Eros.
Un epigrama de Gémino conservado en la Antología Griega pone
en boca del Eros, como si estuvieran grabadas en la base de la estatua por el
propio Praxíteles, las siguientes palabras:
"Praxíteles retrató a la perfección ese Amor que
sufrió, tomando el modelo de su propio corazón, dándome a Friné como pago por
sí mismo. Pero yo ya no doy a luz la pasión disparando flechas, sino lanzando
miradas".
Jugando con las palabras de Gémino, algunos han querido
imaginar que Friné, a partir de entonces, podría no haber exigido pago alguno a
Praxíteles por sus encuentros. Quién sabe si por agradecimiento, por cariño o
simplemente porque temía el reproche del propio Dios del que se había apropiado
de su más bella representación a base de artimañas.
Friné había nacido en la ciudad de Tespias y a la misma regaló la estatua, que durante toda la antigüedad se convirtió en motivo de alabanzas y según Estrabón y Cicerón, en una verdadera atracción turística. Aquella singular mujer logró de alguna manera que el Eros no luciera solo en su ciudad y otras dos esculturas de Praxíteles le acompañaban, una de Afrodita y otra de su espejo, la propia Friné, que por supuesto lucía en un lugar de honor. Pausanias y Alcifrón hicieron referencia a la tríada, y este último, en una carta ficticia en la que hacía hablar a Friné, contaba que su estatua estaba colocada en medio, entre Afrodita y Eros. El conjunto debió ser espectacular. Antípatro de Sidón, según se recoge en la Antología Palatina, decía:
"Dirás, cuando mires a Cipris en la rocosa Cnido, que ella, aunque de piedra, puede prender fuego a una piedra; pero cuando veas al dulce Amor -Eros- en Tespias, dirás que no solo prenderá fuego a una piedra, sino también al frío diamante."
La escultura de Eros fue llevada en dos ocasiones a Roma, la primera por Calígula, pero fue devuelta por Claudio a Tespias. Después Nerón volvió a llevarla a Roma, donde resultó destruida por un incendio, probablemente en el año 80 d. C. en la zona del Porticus Octaviae. Afortunadamente se crearon copias que nos dan una idea del original, como el Eros de Centocelle —también conocido como Eros Farnesio— cuya imagen abre esta entrada. Un joven alado que inclina su rizada cabeza y que con una pose muy propia de Praxíteles parece decir a los que lo contemplan en el Museo Arqueológico de Nápoles:
"Yo ya no doy a luz la pasión disparando flechas, sino lanzando miradas”.
Eros del tipo de Centocelle en los Museos Capitolinos.
Imagenes: Tomadas de Wikimedia Commons: Img 1 - Img 2 - (CC BY 2.5)





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