“Creo que los momentos que más importan son los que no se dicen. Muchas veces, lo que intento es crear espacio en una interpretación. Espacio para que el espectador sienta algo o piense algo.”
“Creo firmemente en el silencio, especialmente en el cine. Creo que el silencio tiene mucho más poder del que la gente imagina. Si puedes transmitir todo lo necesario con una mirada, eso basta.”
Son palabras de Ryan Gosling, un actor al que se le empezó a tomar en serio con "El diario de Noa" (The Notebook, 2004), un exitoso melodrama romántico en el que, curiosamente, consiguió el papel de Noah por no ser especialmente guapo. El actor declaró en una entrevista:
“Me eligieron para The Notebook porque el director pensó que yo no era como los otros actores de Hollywood. Dijo (Cassavetes): ‘Tú no eres guapo, no eres cool, eres un poco raro. Eres perfecto para este papel’".
El director Nick Cassavetes lo confirmaba cuando decía: “No quería a alguien convencionalmente guapo. Quería a alguien con alma”. Y no cabe duda de que el chico, además de alma, atesoraba unos recursos que pronto le harían singularmente atractivo para la gran pantalla. Guardaba su encanto en pequeños matices que poco a poco fue haciendo valer, hasta conseguir papeles de gran intensidad dramática.
El actor no necesita mucho para resultar altamente expresivo. Denis Villeneuve, que lo dirigió en la sensacional "Blade Runner 2049", lo definió como "el actor del milímetro emocional", un actor que según añadía el director: "Puede expresar un terremoto interno con un leve movimiento de los ojos". Esa contención emocional es ya una seña de identidad para el actor, algo que resulta muy evidente en "Drive" (2011 - Nicolas Winding Refn), en el que logra mantener la tensión y la fuerza del personaje sin articular apenas palabras, recordando mucho a aquel ser imperturbable al que dio vida Alain Delon en "Le Samouraï" (1967 - Jean Pierre Melville), una de las obras cumbre del cine policíaco francés y que curiosamente tuvo como título alternativo "El silencio de un hombre".
Ese control gestual que impone Gosling en sus escenas forma parte de su magia, tanto que le vienen como anillo al dedo las palabras que le dedicó Melville a Alain Delon a raíz de su papel en "Le Samouraï": "No necesita palabras, un gesto vale por un poema. Su rostro contiene la violencia de un asesino y la tristeza de un niño perdido". No es nada fácil conseguir ser un maestro en el arte de actuar en la atmósfera de lo sutil y a la vez evidente, en el dominio de lo aparentemente invisible. Lograr que una mirada resulte contenida cuando es patente para el espectador que por dentro del personaje arde un volcán de emociones.
Gosling siempre ha sido un actor metódico a la hora de preparar sus papeles, tanto si tenía que ensayar una sonrisa especialmente fría para su papel como replicante en "Blade Runner 2049", aprender a tocar las piezas de piano que aparecen en la deliciosa "La La Land" para interpretarlas el mismo, así como lograr dominar decentemente las coreografías de baile de ese mismo film. Aunque ha sido muy alabado por su rol de Ken en "Barbie" y ha demostrado con creces su adaptabilidad, no creo, personalmente, que esté a la altura de anteriores trabajos suyos.
Sobre su forma de abordar sus personajes, el propio actor confesó en una entrevista sobre "Blue Valentine":
"Todos mis personajes son como yo. No soy lo suficientemente buen actor como para convertirme en un personaje. Oigo hablar de actores que se convierten en el papel y pienso: "Me pregunto qué se siente". Porque para mí, todos son como yo. Me identifico con estos personajes porque aspectos de su personalidad se asemejan a mí. Y simplemente realzo las partes de mí que son ellos y rechazo las que no lo son".
Parece que el actor es, en sí mismo, toda una caja de sorpresas. Silenciosas pero poderosas.
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CC BY 2.0 - Fuente Original
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