sábado, 21 de junio de 2025

Pierre - Auguste Renoir, los colores y los desnudos


“¿Por qué habría de esconder lo que es hermoso? Si los senos de una mujer son obscenos, entonces también lo es el sol.” (Aguste Renoir)

En cierta ocasión le preguntaron a Renoir como lograba dar tanta naturalidad y delicadeza a sus desnudos, a lo que contestó: 

"No hago más que pintar, y pintar y seguir pintando, hasta que siento ganas de pellizcar. Entonces ya sé que está bien lo que he hecho."

Para él, la piel femenina era el terreno por excelencia para jugar con la luz y el color. El crítico Georges Rivière en "Renoir y sus amigos" contaba como a veces el pintor dedicaba largas horas para encontrar ese tono exacto de rosa y ocre para la piel que tenía en la mente según la luz, a menudo mediante mezclas imposibles con colores que a priori se podrían considerar contradictorios. No en vano afirmaba: “No hay nada más difícil que pintar la piel humana. Y nada más hermoso. Es como acariciar con los ojos”. 

No era amigo de pintar diosas idealizadas e inalcanzables, prefería la belleza real de las mujeres que le rodeaban. Fueron sus modelos preferidas su esposa Aline Charigot, la niñera Gabrielle Renard, amores como Lise Tréhot o Margot: "No pinto Venus, pinto a Louise, a Aline, a Gabrielle... ¿Por qué querría inventar una diosa, si la tengo frente a mí?"

Fue un pintor difícil de clasificar y si bien perteneció de lleno a la escuela impresionista, hay que añadir que se terminó distanciando de la misma por su pasión por los paisajes y sobre todo por los desnudos femeninos. En una carta de 1883 escribió: “Había llegado a un punto muerto. Había ido tan lejos como podía con el impresionismo, y me di cuenta de que no podía pintar ni una figura desnuda ni una Virgen con él. Necesitaba volver a aprender.”

Su pasión por la mujer era declarada y no podía renunciar a pintarlas: “Un seno, es redondo, es caliente. Si Dios no hubiese creado el cuello de la mujer, no sé si habría sido pintor.”

Renoir buscaba principalmente captar la mezcla de colores brillantes, estudiar el efecto producido por la luz del sol y crear una belleza gozosa, así que para Renoir el ejercicio de la pintura suponía una especie de placer físico, la sublimación de la atracción física a través de su plasmación en el lienzo. De este modo, cuando hablaba de pintura no eran pocas las veces que terminaba hablando de sus desnudos:

“Arreglo mi motivo a mi gusto, después me alejo y lo pinto como un niño. Quiero que un rojo sea sonoro para que resuene como una campana, si no lo es, agrego rojos y otros colores hasta obtenerlo. No soy más inteligente que eso. No tengo ni regla ni método… Miro un desnudo, veo miríadas de tintes minúsculos. Tengo que encontrar aquellos que harán vivir y vibrar la carne sobre mi tela.”

Mirbeau decía de Renoir que nunca pintó un cuadro triste, incluso cuando usaba el negro, muy habitual en sus obras y un color denostado por muchos impresionistas, lograba que la pintura rezumara, no sé si definirlo como glamour, optimismo o alegría. Sirva de ejemplo el conocido como "El baile en el Moulin de la Galette" o "Los paraguas" (derecha).  "Para mí, un cuadro debe ser algo amable, alegre y hermoso, sí, hermoso. Ya hay demasiadas cosas desagradables en la vida como para que nos inventemos más." decía el pintor.

Su amor por la pintura era tal que los achaques de la edad no pudieron alejarle de los pinceles. Con los años la artritis reumatoide severa deformó de tal forma sus manos y sus dedos que casi no podía coger los pinceles. Su hijo, Jean Renoir, el gran cineasta, recordaba como unos asistentes le ataban los pinceles a los dedos con cintas para que pudiera seguir trabajando y contaba:

“Veía cómo mi padre temblaba de dolor al pintar, pero seguía adelante. Sus dedos estaban tan torcidos que no podía sostener un cigarrillo sin ayuda. Y sin embargo, pintaba.”

Y así hasta su muerte, siempre queriendo aprender. En su lecho de muerte, pidió un lienzo y pinceles para plasmar su visión del ramo de flores que había en el alféizar de la ventana. Al devolvérselos a la enfermera por última vez, dijo: "Creo que empiezo a entender algo al respecto"

Otras citas del pintor:

"Pinto con alegría, con la misma alegría que usted hace el amor con una mujer."

"La obra de arte es el medio por el cual el artista expresa su pasión."

"Mi preocupación ha sido siempre pintar desnudos como si fueran unos espléndidos frutos."

Las grandes bañistas

Imágenes: Tomadas de Wikimedia Commons CCO Fuente Original 1 - 2 - 3 - 4

jueves, 19 de junio de 2025

Zsa Zsa Gabor: La reina de los bofetones


“No soy actriz. Soy Zsa Zsa, y eso requiere más talento que cualquier papel de Hollywood.”

Ya contábamos en una entrada previa sobre Zsa Zsa Gabor (nacida Sari Gabor) algunas anécdotas sobre sus múltiples maridos y su amor por las joyas, pero el personaje y sus cualidades para mantenerse en titulares da para dedicarle una segunda entrada. La actriz, casada nueve veces (una más que Liz Taylor y sin repetir), logró la estabilidad con el último de ellos, el Príncipe Frédéric von Anhalt, con el compartió alianza durante treinta años, hasta la muerte de la actriz con casi 100 años, y que le otorgó el titulo (discutido) de Princesa de Anhalt, Duquesa de Sajonia

Miss Hungría en 1936, no era lo que se dice una gran actriz, baste decir que más allá de "Moulin Rouge", la única obra maestra en la que apareció fue "Sed de mal" (Orson Welles) pero tan solo en un cameo, como la propietaria de un burdel de lujo a la que no se le dio ni siquiera unas líneas de dialogo. Era una mujer que basaba su estrellato en su belleza y en mantenerse en el candelero a base de escándalos, excentricidades y frases siempre ocurrentes, aunque de tonta no tenía un pelo y hablaba al menos cinco idiomas.  Como ella decía: "No tiene por que ser cierto, lo importante es que la gente esté hablando de mí". Ella, junto a sus hermanas fue el más claro antecedente de las Kardashian, "famosas por ser famosas". A modo de curiosidad decir que entre ella y sus hermanas Eva y Magda acumularon nada menos que veinte matrimonios.

Pero si hay algo en lo que resultaba sobresaliente fue en su facilidad para arrear bofetones a diestro y siniestro. El más famoso de todos ocurrió en 1989, cuando fue detenida tras abofetear a un policía en Beverly Hills, que según ella no le habló correctamente. Según se cuenta, ella conducía un Rolls Royce con el permiso caducado y una botella de whisky abierta en la guantera. En el juicio al que se presentó vestida con todo glamour como si de una alfombra roja de festival se tratase, dijo de su encontronazo con el agente: "¡Soy una dama húngara! ¡No estoy acostumbrada a que me hablen así!”. La cosa le costó tres días en la cárcel y un buen número de horas de servicio comunitario, pero también le reportó lo más ansiado por ella, un incontable número de portadas y reseñas en periódicos y revistas. 

No fue la única vez que acabó detenida por un asunto así. Tras una estancia en Mallorca, en un lujoso hotel y tras numerosas compras, intentó marchar en un avión dejando un buen número de cuentas impagadas. El hotel la denunció y pronto se presentaron dos inspectores de policía en el avión de "Air France" en el que ya se disponía a partir hacia Paris. Cuando los inspectores le preguntaron por las deudas que dejaba atrás, la actriz contestó airada que ya se encontraba en suelo francés (el avión) y que carecían de jurisdicción y por supuesto, ofendida por aquel trato, tiró de derecha, y le arreó un sonoro bofetón a uno de los agentes. Evidentemente no pudo continuar con su viaje y tuvo que dormir una noche en el calabozo. Se cuenta que antes de abandonar la isla, se encaminó a la perrera municipal de Palma de Mallorca vestida como no con un abrigo de visón y un vestido de leopardo (siempre sencilla) y adoptó cuatro perros y un gato, que cuando nuevamente se montó en avión para abandonar la isla, se negaba a dejar en la bodega, empecinamiento por el que a punto estuvo de tener que ser desembarcada nuevamente. Cuando llegó a Paris, se cuenta que se vendó los tobillos como prueba de las "torturas" que había sufrido en las España franquista. (Diario de Mallorca - 19-12-2016)

Durante el rodaje de Moulin Rouge (su mejor película como protagonista), molesta por que John Huston le había recortado algunas escenas, dijo en un entrevista posterior: "Estuve a punto de abofetear a Huston. Pero pensé: ¿por qué estropear una buena manicura?".

Igualmente abofeteó a un botones del Ritz de Londres. La actriz llamó al servicio de habitaciones porque le faltaba una toalla en el baño. Cuando abrió la puerta al botones que se la traía, la actriz iba vestida de forma ligera y el botones se quedó ojiplático mirándola. El bofetón no tardó en llegar y después le dijo: “Las toallas no son excusa para mirar a una dama.”  Y parece que no fue este el único bofetón que dio a un botones de hotel, pero mejor dejarlo aquí. Ella en cualquier caso lo tenía claro: “Nunca golpeé a un hombre que no se lo mereciera… o que no me lo pidiera.”

Algunas de sus memorables frases, prueba de su gran ingenio:

"Cuando observo a una mujer, no me fijo en su vestido o en su elegancia, si no en su marido"

“Me casé por primera vez por amor, la segunda por dinero y la tercera por compañía. Desde entonces, lo he hecho por combinación de todas.”

“Soy una ama de casa maravillosa. Cada vez que dejo a un hombre, me quedo con su casa.”

“Nunca he odiado a un hombre lo suficiente como para devolverle sus diamantes.”

"El único lugar donde los hombres quieren profundidad en una mujer es en su escote."

“No soy una buena ama de casa. De hecho, si mi casa se incendiara, probablemente lo vería como una oportunidad para remodelar.”

Le preguntan: —“¿Acaso ha cocinado alguna vez usted misma?” A lo que ella respondió, sin perder el ritmo: “Claro que sí… una vez quemé el agua.”

“No soy materialista. Sólo me gusta estar rodeada de cosas lujosas.” (sirva de ejemplo su Rolls Royce amarillo cromado con oro de 24 quilates)

“¿Quién necesita terapia cuando puedes ir de compras?”

“Siempre he dicho que no me importa si un hombre tiene dinero, mientras tenga una tarjeta de crédito sin límite.”

“No necesito tener un papel. Mi papel soy yo.”

“Los hombres aman con los ojos, las mujeres con los oídos.”

“Me gustan los hombres altos, morenos y estúpidos.”

“El amor verdadero es una gran amistad con momentos eróticos.”

“Un hombre enamorado es como un coche sin frenos: no sabes si va a parar o estrellarse.”

“Creo en el matrimonio. Me he casado nueve veces, ¿no es prueba suficiente?”

“Un hombre enamorado está incompleto hasta que se casa. Después está terminado.”

“No se trata de cuántos matrimonios has tenido. Es con cuánta gracia los sobrevives.”

"No recuerdo el nombre de nadie. ¿Cómo crees que empezó lo de "cariño"?"

“He aprendido que los mejores amigos de una mujer no son los diamantes, los mejores amigos de una mujer son los abogados matrimoniales”

Fuentes: IMDB - Diario de Mallorca - Gaborabilia
Imágenes: Tomadas de Doctor Macro - Fuente original 1 - 2

Abderramán III, el poder y la felicidad


Abderramán III, Califa cordobés ejemplo de cultura y refinamiento, construyó, según cuenta la leyenda, la esplendorosa  ciudad palatina de Medinat al Zhará (Medina Azahara) a las afueras de Córdoba, como muestra de amor a su esposa "al Zhará" (la Flor), una urbe resplandeciente que es conocida como el Versalles de la edad media. No solo volcó sus esfuerzos con esta ciudad, sino que continuó ampliando y embelleciendo la maravillosa Mezquita de Córdoba. No cabe duda de que este califa era muy consciente del valor de la arquitectura y así decía:

Medinat al Zhará "Ciudad de la Flor de Azahar"
"Cuando los reyes quieren que se hable en la posteridad de sus altos designios —escribió—, ha de ser con la lengua de las edificaciones. ¿No ves cómo han permanecido las pirámides y a cuántos reyes los borraron las vicisitudes de los tiempos?"

Abderramán III (891-961) lo tenía todo para sentirse tremendamente dichoso y aún así sus últimos momentos estuvieron marcados por una profunda depresión que casi le impedía hablar sin echarse a llorar. El testamento que dictó era un ejemplo de que el dinero y el poder no son garantías de felicidad, por mucho que todos insistamos en ello y así decía: 

"He reinado más de cincuenta años, en victoria o en paz. Amado por mis súbditos, temido por mis enemigos y respetado por mis aliados. Riquezas y honores, poder y placeres aguardaron mi llamada para acudir de inmediato. No existe terrena bendición que me haya sido esquiva. En esta situacion he anotado diligentemente los días de pura y auténtica felicidad que he disfrutado: Suman catorce. Hombre, no cifres tus anhelos en el mundo terreno".

Abderramán III
Fue un gran gobernante que tuvo como reflejo de si mismo a Córdoba, una ciudad que ha pasado a la historia como ejemplo de cultura, de concordia y convivencia respetuosa y pacífica entre religiones tan mal avenidas a veces como la judía, la musulmana y la cristiana. Fue tal su esplendor que llegó a ser conocida como "La perla de occidente" capaz de rivalizar durante todo un siglo con otras urbes tan señeras como Bagdad o Constantinopla. Del gobierno de Abderraman III dijo un cortesano llamado Ibn Abd Rabbihi:

"La unión del Estado rehízo, de él arrancó los velos de tinieblas. El reino que destrozado estaba reparó, firmes y seguras quedaron sus bases (…) Con su luz amaneció el país. Corrupción y desorden acabaron tras un tiempo en que la hipocresía dominaba, tras imperar rebeldes y contumaces". 

Pero no era feliz.


Mezquita de Córdoba

Imágenes: De Pinterest: 1 - 2 - 3 - 4

miércoles, 18 de junio de 2025

Eugenia de Montijo y el banco de Josefina

 

"Cuidado que pinta." Todos hemos visto ese tipo de carteles de aviso que se eternizan a pesar de que la pintura de la pretendían proteger ya lleva mucho tiempo seca. Algo así, aunque más costoso y ridículo ocurrió en el parisino Palacio Imperial de las Tullerias, donde vivían Josefina Bonaparte y su marido Napoleón.

Cuenta, lo que bien pudiera ser sólo una leyenda, que Josefina, arriba retratada por François Gerard, era amiga de dar amplios paseos por los jardines del palacio y puntualmente solía sentarse, junto a sus damas de compañía, en un banco concreto para descansar de la caminata. Entre las mejoras que se realizaron en el Palacio (construido originalmente como "maison de plaisance" -capricho- por Catalina de Médicis), se procedieron a pintar los bancos de los jardines. Napoleón, sabedor de las costumbres de su esposa, ordenó que un soldado vigilara el lugar para evitar que nadie, y sobre todo su esposa, se pudiera manchar con la pintura fresca. Quien sabe los avatares que ocurrirían en aquellos entonces, que campaña militar en ciernes distrajo a Napoleón o que otra circunstancia imprevista motivaron que la orden no fuera revisada y la vigilancia del banco continuara un día tras otro, llegando a tal punto de olvidarse el suceso que originalmente motivaba aquel inútil servicio.

La friolera de cuatro décadas después llegó al Palacio nuestra Eugenia de Montijo "De la Francia Emperatriz" tras casarse con Napoleón III. En sus paseos, por el Palacio Imperial (ya hoy demolido) observó al soldado que diariamente vigilaba el banco en cuestión y extrañada intentó saber el motivo, encontrándose con que la orden que Napoleón dio 40 años antes no había sido cancelada ni puesta en cuestión. Eugenia hizo que anularan aquella orden sin sentido y supongo que tomó gozosamente asiento en la plaza que desde tanto tiempo atrás estaba reservada a la mítica Josefina, que para algo era también emperatriz, por cierto, la última que ha tenido Francia.


Fuente: Revista Historia y Vida - nº 557
Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

martes, 17 de junio de 2025

Artemisa, la diosa de las tartas de cumpleaños

 

"Alabad también a Artemisa, la doncella cazadora, que vaga por las montañas y por los bosques" (Aristófanes)

Las actuales tartas de cumpleaños tienen un importante eco inspirador en los pasteles que los griegos ofrecían a la poderosa Artemisa, hija de Zeus y hermana melliza de Apolo; una diosa asociada entre otras cosas con la caza, los animales salvajes, la virginidad y también con la Luna. Puede que por esto último, a semejanza de nuestro satélite, aquellos pasteles -denominados "anphiphontes"- eran redondos y para recrear el resplandor de la luna -y por devoción- los adornaban con  pequeñas velas encendidas de las que el humo que ascendía hacia arriba servía como portador de los deseos demandados a la Diosa. 

Los romanos ya celebraban algunos cumpleaños con dulces circulares, pero no sería hasta aproximadamente el siglo XV cuando vuelve, quien sabe por que vericuetos de la historia, el eco de aquellas divinas tortas de Artemisa, esta vez en forma de "Geburtstagkuchen" o lo que es lo mismo torta de cumpleaños, un bizcocho (kuchen) sobre el que se colocaban tantas velas como años eran cumplidos además de una extra por los futuros, y sobre las que, como ahora, solo quedaba cerrar los ojos fuertemente, concentrarse en un deseo y soplar con fuerza para apagar todas las velas y que el humo se elevara raudo hacia el cielo, llevando con él, como siglos atrás, nuestros deseos, esperando que resulten cumplidos, quien sabe si todavía con la intercesión de la olímpica Artemisa.

La escultura de la imagen es conocida como "Diana de Versalles". Recordar que Diana es la versión romana de Artemisa. La obra, de exquisita factura, es una copia romana del siglo I o II de un original griego en bronce hoy perdido y que es atribuido inicialmente al escultor Leocares pero también a Praxíteles. La escultura se descubrió en Italia, se discute si en Nemi o en la Villa Adriana de Tivoli. Actualmente se expone en el parisino Museo del Louvre.


Imagen: Tomada de Wikimedia Commons CC0 - Fuente Original

lunes, 16 de junio de 2025

Charlie Rivel, Charlot y los chupetes

 

“Todo ser humano es un payaso, pero solo unos pocos tienen el coraje de demostrarlo.” (Charlie Rivel)

El gran payaso, mimo y trapecista Charlie Rivel (nombre artístico de Josep -Pepe- Andreu i Lasserre) adoptó el nombre de Charlie tras hacerse famoso con un número circense en el que imitaba a Charlot sobre el trapecio, tal era la admiración que sentía por Charlie Chaplin. Según se cuenta en algunas biografías de Charlie Rivel, siendo este aún bastante joven, ganó un concurso de imitadores de Charlot, en el que incluso habría participado de forma anónima Charlie Chaplin, quedando este último solamente tercero. La leyenda cuenta que Chaplin se habría acercado a Rivel en la entrega de premios, momento que aprovechó para decirle al oído: ¿Es usted quien me imita a mí o soy yo quien le imita a usted?

Según Rivel “La tristeza y la alegría son hermanas gemelas que conviven en el alma del payaso.” En línea con esta frase hay otra famosa anécdota de este payaso de fama mundial que cuenta como un niño muy pequeño, en la primera fila del público de un circo, empezó a llorar de forma muy sonora cuando nuestro payaso salió a escena. Puede que nunca hubiera visto antes un clown y asustado por el maquillaje reaccionó de esa manera. Como el espectáculo debía comenzar y el escándalo que tenía montado el chiquillo lo impedía, Rivel se acercó a este para intentar calmarlo con una caricia, pero desafortunadamente lo que provocó fue el efecto contrario,  y el pequeño infante redobló la intensidad de su llanto. Nuestro protagonista, curtido ya en mil batallas con el público infantil: “Ser payaso no es poner una nariz roja, es saber escuchar el alma de quien te mira” decía, decidió ponerse a llorar igual que el niño en el centro de la pista. Cuando el niño vio a aquel extraño y desconocido ser que llevaba la cara pintada de rojo, lloraba tan desconsolado como él, dejó de llorar de inmediato y con los ojos muy abierto observo como el todavía compungido payaso, puede que intercalando alguno de sus famosos ¡Aúúúúú! se acercaba nuevamente hasta él. El niño, mirándolo fijamente, se quitó el chupete de la boca y se lo dio a su compañero de penas. Rivel dejó en ese mismo instante de llorar, al mismo tiempo que el público rompió en aplausos ante tan maravillosa escena. El chupete todavía se conserva en el Museo Charlie Rivel de Cubelles

Como decía el payaso : “El escenario es un lugar mágico donde las lágrimas pueden convertirse en sonrisas.”

El famoso llanto-aullido de Charlie Rivel, su socorrido ¡Aúúúúú!, parece que tiene su inspiración en uno de sus hijos, de quien contaba que cuando tenía algún contratiempo y entre llantos y sollozos intentaba hablar y explicarse no se le entendía nada, y cuando en su berrinche necesitaba coger aire le salía aquel famoso ¡Aúúúúú!, igual que todos los padres hemos visto en nuestros hijos. Rivel siempre atento a lo que le rodeaba, lo hizo suyo y ese lamento pasó a formar una parte importante de sus representaciones circenses, una seña de identidad que los niños sabían entender muy bien.


Fuentes: Historia y vida nº 597, "La historia de Charlie Rivel y otras anécdotas del circo" - Diario el Norte de Castilla del 30-10-2007.
Imagen: De Wikimedia Commons - CC0 - Fuente Original

domingo, 15 de junio de 2025

Baudelaire, un poeta con el pelo verde


 

"El dandy debe de aspirar a ser sublime sin interrupción; debe de vivir y morir ante un espejo" (Charles Baudelaire)

Y parece que, en sus duelos con los espejos, el siempre provocador Charles Baudelaire, tenía puntuales momentos de extravagancia. Sirva de muestra una anécdota que Francisco Umbral cuenta en su libro ¿Y cómo eran las ligas de Madame Bovary?:

"En una cita con Gautier, para almorzar en un restaurante de moda, Baudelaire se presenta con el pelo pintado de verde. Sin duda piensa epatar a su amigo y al público en general. Pero transcurre el almuerzo, hablan de cosas y Gautier no da signos de asombro ni de sorpresa:

—Pero ¿tú me has mirado bien, no me notas nada en la cabeza?
—No, la verdad.
—Llevo el pelo verde.
—Ah, bueno, como todo el mundo. Está de moda en París.

Gautier, amigo íntimo de Baudelaire (a él está dedicado el libro Las flores del mal, con elogios excesivos, por cierto), conoce bien al poeta y sus cosas, y no está dispuesto a dejarse epatar una vez más. ¿Por qué tenía Baudelaire, además de su grandeza poética, o quizá pese a ella, esa necesidad de sorprender, de asombrar, de ser diferente?"

Puede que ayude a comprenderle, recordar el concepto que Baudelaire tenía de la belleza:

“Lo bello es siempre extraño.”

Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - Fuente Original - CCO - Coloreada posteriormente

sábado, 14 de junio de 2025

Picasso y la Venus de Dior

 

Se cuenta, que en cierta ocasión asistió Picasso a una fiesta benéfica en Cannes. Nada más entrar en el hotel en el que se celebraba el acto, Picasso, hombre de ojos inquietos, se cruzó con una muchacha que además de ser hermosísima iba vestida con exquisito gusto, resultando por sí sola el centro de atención de todas las miradas. En ese momento, y posiblemente pensando en aquella hermosa mujer del cuadro "Venus surgida de las aguas", exclamó:

 - ¡Botticelli!

- ¡No! - atajó rápidamente la joven y con cierto enfado le aclaró el modisto- ¡Christian Dior!

Seguro que a aquella Venus vestida de Dior le pareció imperdonable que Picasso no supiera nada de "haute couture". Hemos querido imaginar que aquella mujer, orgullosa del vestido Dior que llevaba, podía ir enfundada en el famoso modelo "Abandon" que tan famoso se hizo tras su lanzamiento en 1948. Dicen que este vestido, con su cuello asimétrico y que dejaba tentadoramente al descubierto uno de los hombros podía deber su nombre a la invitación a abandonarse a una nueva feminidad que superara las estrecheces y los duros tiempos vividos tras la Segunda Guerra Mundial. La fotografía es de Willy Maywald

Imagen: Tomada de Pinterest (c) 


Lillian Helmann, una Valquiria de armas tomar


“La técnica es inseparable del arte. Solo dominando la técnica de su material está el artista en condiciones de moldear su obra mental y ofrecerla a los demás. Incluso artistas de gran talento intelectual permanecen limitados si no dominan la técnica.”

Son palabras de Lilli Lehmann, la soprano wagneriana por antonomasia en los inicios del Festival de Bayreuth. Una cantante de una fuerza y un porte en el escenario tan acusados que su imagen quedó como modelo de lo que tendría que ser, incluso caricaturescamente hablando, una soprano wagneriana. Famosa fue su postura erguida, mirada firme y distante, su vestuario voluminoso y adornado con metales, espadas, cascos y ornamentos propios de la mitología germánica. Fue pionera en la forma de abordar sus papeles y al respecto mantenía: “No basta con portar una espada o una corona. La Brünnhilde debe vivir en el gesto, en la mirada, en la forma de andar. Eso también es canto.” 

Hizo suyos los papeles de Isolda y fue capaz de interpretar, algo insólito aun hoy, los tres papeles de Brunilda en "La Valquiria", "Sigfrido" y "El Ocaso de los Dioses". De esta proeza solía decir: "Prefiero cantar las tres Brunildas de Wagner antes que una sola Norma de Bellini", lo que no quita para que fuera capaz de abarcar un repertorio que alcanzaba los 170 papeles. 

Tras una larga trayectoria profesional se volcó en la enseñanza e incluso publicó un libro titulado "Cómo cantar", donde mantenía: “Mi conciencia artística me impulsa a revelar todo lo que he aprendido… y a entregar mis ‘secretos’, que solo parecen secretos porque los estudiantes rara vez siguen el camino del estudio correcto hasta el final.” o “Todo artista serio tiene un deseo sincero de ayudar a otros a alcanzar la meta: la meta hacia la que todos los cantantes se esfuerzan, cantar bien y hermosamente.” No obstante, no siempre fue tan generosa con sus conocimientos y su puntito de orgullo de estrella no le faltaba. Se cuenta que en cierta ocasión coincidió en una fiesta con su principal rival en los escenarios wagnerianos, la diva Lillian Nordica, quien se le acercó y le dijo: 

- ¿Puedo hablar un momento con usted? A lo que Lilly Helmann le contestó altivamente: "lo siento, este curso no acepto más alumnos". En algunos escritos es una amiga de Lillian Nordica la que se acerca a nuestra protagonista con la intención de concertar una visita entre ambas sopranos, prima donna con prima donna, aunque la respuesta de Lilly es idéntica.

Imagen: Tomada de Wikimedia Commons - CCO - Fuente Original