“¿Por qué habría de esconder lo que es hermoso? Si los senos de una mujer son obscenos, entonces también lo es el sol.” (Aguste Renoir)
En cierta ocasión le preguntaron a Renoir como lograba dar tanta naturalidad y delicadeza a sus desnudos, a lo que contestó:
"No hago más que pintar, y pintar y seguir pintando, hasta que siento ganas de pellizcar. Entonces ya sé que está bien lo que he hecho."
Para él, la piel femenina era el terreno por excelencia para jugar con la luz y el color. El crítico Georges Rivière en "Renoir y sus amigos" contaba como a veces el pintor dedicaba largas horas para encontrar ese tono exacto de rosa y ocre para la piel que tenía en la mente según la luz, a menudo mediante mezclas imposibles con colores que a priori se podrían considerar contradictorios. No en vano afirmaba: “No hay nada más difícil que pintar la piel humana. Y nada más hermoso. Es como acariciar con los ojos”.
No era amigo de pintar diosas idealizadas e inalcanzables, prefería la belleza real de las mujeres que le rodeaban. Fueron sus modelos preferidas su esposa Aline Charigot, la niñera Gabrielle Renard, amores como Lise Tréhot o Margot: "No pinto Venus, pinto a Louise, a Aline, a Gabrielle... ¿Por qué querría inventar una diosa, si la tengo frente a mí?"
Fue un pintor difícil de clasificar y si bien perteneció de lleno a la escuela impresionista, hay que añadir que se terminó distanciando de la misma por su pasión por los paisajes y sobre todo por los desnudos femeninos. En una carta de 1883 escribió: “Había llegado a un punto muerto. Había ido tan lejos como podía con el impresionismo, y me di cuenta de que no podía pintar ni una figura desnuda ni una Virgen con él. Necesitaba volver a aprender.”
Su pasión por la mujer era declarada y no podía renunciar a pintarlas: “Un seno, es redondo, es caliente. Si Dios no hubiese creado el cuello de la mujer, no sé si habría sido pintor.”
“Arreglo mi motivo a mi gusto, después me alejo y lo pinto como un niño. Quiero que un rojo sea sonoro para que resuene como una campana, si no lo es, agrego rojos y otros colores hasta obtenerlo. No soy más inteligente que eso. No tengo ni regla ni método… Miro un desnudo, veo miríadas de tintes minúsculos. Tengo que encontrar aquellos que harán vivir y vibrar la carne sobre mi tela.”
Mirbeau decía de Renoir que nunca pintó un cuadro triste, incluso cuando usaba el negro, muy habitual en sus obras y un color denostado por muchos impresionistas, lograba que la pintura rezumara, no sé si definirlo como glamour, optimismo o alegría. Sirva de ejemplo el conocido como "El baile en el Moulin de la Galette" o "Los paraguas" (derecha). "Para mí, un cuadro debe ser algo amable, alegre y hermoso, sí, hermoso. Ya hay demasiadas cosas desagradables en la vida como para que nos inventemos más." decía el pintor.
Su amor por la pintura era tal que los achaques de la edad no pudieron alejarle de los pinceles. Con los años la artritis reumatoide severa deformó de tal forma sus manos y sus dedos que casi no podía coger los pinceles. Su hijo, Jean Renoir, el gran cineasta, recordaba como unos asistentes le ataban los pinceles a los dedos con cintas para que pudiera seguir trabajando y contaba:“Veía cómo mi padre temblaba de dolor al pintar, pero seguía adelante. Sus dedos estaban tan torcidos que no podía sostener un cigarrillo sin ayuda. Y sin embargo, pintaba.”
Y así hasta su muerte, siempre queriendo aprender. En su lecho de muerte, pidió un lienzo y pinceles para plasmar su visión del ramo de flores que había en el alféizar de la ventana. Al devolvérselos a la enfermera por última vez, dijo: "Creo que empiezo a entender algo al respecto"
Otras citas del pintor:
"Pinto con alegría, con la misma alegría que usted hace el amor con una mujer."
"La obra de arte es el medio por el cual el artista expresa su pasión."
"Mi preocupación ha sido siempre pintar desnudos como si fueran unos
espléndidos frutos."
Imágenes: Tomadas de Wikimedia Commons CCO Fuente Original 1 - 2 - 3 - 4