Durante mucho tiempo a Greta Garbo, "La divina", se la podía comparar con otra estrella del cine mudo, el pamplinoso Buster Keaton, no en vano a la Garbo se la conocía también como "La mujer que no ríe" y en eso los dos iban a la par. El caso es que mucho antes de que la gélida Garbo, con su rostro perfecto, sorprendiera al mundo con una sonora carcajada en "Ninotchka" (1939 - Ernst Lubitsch) y este inesperado giro a la comedia de la actriz dramática por excelencia fuera publicitado a bombo y platillo con el eslogan "Garbo ríe", la estrella del cine mudo hubo de someterse a un eslogan previo muy parecido pero mucho más importante en su carrera, una verdadera prueba de fuego para cualquier actriz o actor de la época, comprobar como era recibido su grave tono de voz en un tiempo en el que, con la llegada del cine sonoro, abundaban las grandes estrellas que se defenestraban por tener una voz poco apropiada al glamour esperado de ellas.
No era una voz convencional la de Greta Garbo, era una voz dura, casi cavernosa y según cuentan con un fuerte acento sueco; un camionero con aspiraciones a tipo duro la hubiese querido para si mismo, lo que es lo mismo que decir que la cosa no pintaba nada bien para la actriz. Pero el juicio todavía no se había producido. Cabía la posibilidad de que fuera aceptada por el público si encontraban en esa forma de hablar un nuevo matiz de misterio en una actriz ya de por sí indescifrable. El momento decisivo llegó con la película "Anna Christie" (1930 - Clarence Brown) y era tanta la inquietud por escucharla hablar y ver si resultaba acorde a lo que se esperaba de ella o si se pasaba directamente a hacer leña del árbol caído, que la película se publicitó a bombo y platillo con el reclamo "Garbo habla". La primera frase era primordial, tenía que ser escogida con sumo cuidado para que la primera impresión fuera favorable. Curiosamente sus palabras no fueron nada del otro mundo. Se las dirigió a un camarero:
"Ponme un whisky, con ginger ale aparte. Y no seas tacaño, querido"
La cosa fue bien. La Garbo consiguió la primera de sus cuatro nominaciones al Oscar. "Mata Hari", "Gran Hotel", "La reina Cristina de Suecia", "El velo pintado", "Ana Karenina" o "La dama de las camelias" estaban todavía por llegar. La soledad autoimpuesta aún quedaba lejos.
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