"Dios ha sido bueno conmigo. Me dio una voz y una
vocación. Yo canto para Él."
Son palabras de Mahalia Jackson, la reina del Gospel, nacida
en la más completa pobreza, en una chabola del paupérrimo "Water
Street" de Nueva Orleans, a unos metros del Mississippi. Su infancia no
fue fácil y solo era rica en la fe religiosa que le habían impregnado sus
padres y que nunca abandonó: "La fe es la clave. Nunca tuve mucho dinero,
pero tenía mucha fe. Y Dios siempre me sacó adelante." Su alma era inmensa
y por las noches al acostarse susurraba "Algún día el Sol brillará para mí
en algún lugar lejano". Y aunque fueron muchos los días que su voz le
deparó momentos de brillo, puede que el más grande fuera en Washington frente a
miles de esperanzados manifestantes que esperaban por fin empezar a ser
tratados como personas de pleno derecho.
En el camino de la consecución de los derechos civiles para
la población afroamericana de Estados Unidos fue crucial el discurso dado por
Martin Luther King en agosto de 1963 en Washington, para muchos el mejor
discurso de la historia. Allí se habían congregado millares de personas bajo un
sol abrasador, expectantes ante lo que le pudieran decir sus lideres, pero también
cansados por los días de marcha hasta aquel lugar. Hacía falta activar a toda
aquella multitud, prepararlos para recibir el discurso, calentar el ambiente
para que las palabras tuvieran un poder multiplicado.
Fue entonces cuando Martin Luther King, sabedor de la mágica
energía que era capaz de transmitir Mahalia Jackson con su voz y sus canciones, le
pidió: "Mahalia ¿por qué no cantas "I´ ve Been Rebuked and I’ve Been
Scorned?", una vieja canción religiosa que, recordando el sufrimiento del
pueblo negro, venía a decir: "Me han rechazado y me han escarnecido.
Cuando yo regrese al cielo le diré al Señor cuanto me habéis hecho desde hace
tiempo". La cantante, adaptándose al momento, le imprimió un ritmo trepidante con sus palmas y sus movimientos y electrizó a las personas allí congregadas que la coreaban al unísono, ajenos ya
al cansancio y el calor.
Según las crónicas, "Cuando Mahalia cantó, fue como si una ola atravesara a la multitud. Fue algo sagrado". Con su voz abrió las almas de todos los presentes, abrió las puertas para que Martin Luther King entrara con su mensaje y este recogió el testigo para hacer una intervención histórica. Pero no acabó ahí el papel de Mahalia Jackson, y durante una pequeña pausa del predicador en aquel discurso que ya tenía empezado, como si aquella inmensa explanada fuera la capilla de un templo, gritó como una feligresa enfervorecida: "Tell them about the dream, Martin!" (¡Háblales del Sueño, Martin!) y el Predicador, que tenía un discurso con un ritmo más formal y pausado, también se contagió del poderoso espíritu de aquella indómita cantante y redoblando sus energías e improvisando sobre lo que tenía preparado, empezó aquel histórico mensaje que conmocionó a todo el mundo y ayudó sobre manera a que este fuera un poco más justo:
"Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas
las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño. Es un
sueño arraigado profundamente en el sueño americano.
Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y
vivirá el verdadero significado de su credo: 'Creemos que estas verdades son
evidentes: que todos los hombres son creados iguales'.
Yo tengo el sueño de que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad.
Yo tengo el sueño de que un día incluso el estado de
Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia y la
opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia.
Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán
un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por
el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy!(…)”
Imágenes: Tomada de Wikimedia Commons - Dominio Público CC0 - Fuente Original 1 - 2
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