“La vida no es solo risa o solo lágrimas; la comedia y la tragedia están entrelazadas. En La quimera del oro, quería que el público riera y llorara con el mismo personaje.”
Eso decía Chaplin en una entrevista a Photoplay de una de sus grandes obras maestras, “La Quimera del Oro” (The gold rush), estrenada el 26 de junio de 1925, por lo que, a pesar de mostrarse tan fresca y joven aún, la película ha cumplido ya, hace unos días, 100 años. La película, que tuvo un coste desorbitado para la época con casi un millón de dólares, resultó, dado su éxito en taquilla, una verdadera mina de oro para Chaplin y la United Artists.
Puede que sea buen momento para
recordar algunas curiosidades de la película, de la que en una entrevista dada
a Graham Greene, Chaplin decía: “Quería hacer una película que fuera
tanto una comedia como una historia humana. La búsqueda del oro es un tema
grandioso porque habla del deseo, la esperanza, el sacrificio y la
desesperación de los hombres.”
Chaplin contó en su autobiografía
que "Por fin estaba libre para hacer mi primera comedia en la United Artists y estaba ansioso por superar el éxito de "El chico". Durante semanas di vueltas, pensé y cavilé, intentando dar con una idea. Me decía a mí mismo: «¡Esta próxima película tiene que ser algo épico! ¡La mejor!». Pero no se me ocurría nada. Entonces, un domingo por la mañana, mientras pasaba el fin de semana con los Fairbanks, me senté con Douglas después del desayuno, mirando vistas estereoscópicas. Algunas eran de Alaska y del Klondike; otra, una vista del paso de Chilkoot, con una larga fila de buscadores de oro subiendo por su helada pendiente. Una leyenda al dorso enumeraba las pruebas y penalidades que habían padecido para franquearla. Aquel era un tema maravilloso, pensé, suficiente para estimular mi imaginación. Enseguida empezaron a surgir ideas y escenas de la película, y aunque no tenía ningún argumento, empezó a esbozarse la imagen de uno." Intentó
que aquella imagen primigenia quedará plasmada verazmente en la película y,
para ello, utilizó aproximadamente a seiscientos extras que fueron contratados
principalmente entre personas desempleadas o sin hogar.
Una de las escenas míticas de la película es aquella en la que Charlot, ya sin otra cosa que comer y empujado por el hambre cocina su zapato. La escena se inspiró en un hecho real. Al parecer durante la fiebre del oro del Klondike, unos mineros quedaron atrapados en la nieve y agotados los alimentos que llevaban decidieron comer sus propios zapatos de cuero hirviéndolos, como último recurso para sobrevivir. Chaplin lo cuenta así en su autobiografía: "Leí un libro sobre la expedición Donner, que, camino de California, equivocó la ruta y quedó bloqueada por la nieve en las montañas de Sierra Nevada. De ciento sesenta pioneros solo sobrevivieron dieciocho; la mayoría de ellos perecieron de hambre y de frío. Algunos practicaron el canibalismo, comiéndose a los muertos; otros asaron sus botas para mitigar el hambre. De aquella horripilante tragedia concebí una de las escenas más graciosas de la película. Al sentir un hambre espantosa, hiervo mi bota y me la como, chupando los clavos como si fueran huesos de un delicioso capón, y devorando los cordones como si fueran espaguetis. En este delirio del hambre, mi socio está convencido de que soy un pollo y quiere comerme." Es una imagen de lo más trágica, pero Chaplin, que tantas privaciones había pasado en su infancia, sabría cómo sacarle partido, de hecho la esencia de su cine, del propio Charlot, era crear la risa a partir de la necesidad.
Aquel zapato que comía Chaplin
como si de un plato gourmet se tratara, estaba hecho de regaliz y los clavos de
caramelo. La escena requirió tres días de rodaje y más de sesenta tomas lo que
provocó que, ante tal ingesta de azúcar, Chaplin tuviera que ser tratado
posteriormente de problemas estomacales. Su perfeccionismo queda bien plasmado
en sus palabras: “Estoy gastando más tiempo y esfuerzo en La quimera del oro
que en cualquier otro filme. Cada escena debe ser exacta, cada gesto medido
para que el público sienta lo que yo siento”
Otra escena famosa es aquella en
la que Chaplin juega con dos bollitos clavados en unos tenedores, haciendo con
ellos un baile que recuerda en cierto grado al del can-can y que fue la delicia
de todos. Se ha especulado con que Chaplin se inspiró en el
recuerdo de trucos de vodevil que había visto de niño, para otros era una
escena inspirada en juegos que ya había visto Chaplín en el actor cómico Roscoe
"Fatty" Arbuckle. Sea cual sea la verdad, con el tiempo, la escena se
convirtió en una de las más icónicas de Chaplin y se cuenta que durante la
proyección de la película, no eran pocas las veces en que, ante la demanda de
un público entusiasmado, como ocurrió en Berlín, el proyeccionista rebobinaba
un poco la cinta para que se pudiera disfrutar nuevamente de la cómica danza de
los panecillos.
El papel femenino iba a ser
interpretado por Lita Gray, la joven pareja de Chaplin, pero al quedar
embarazada no pudo hacerse cargo del mismo y este fue asumido por la actriz
Georgia Hale. Chaplin terminó teniendo un romance con la nueva actriz y se dice
que el famoso beso de la película no fue una mera actuación, es más, hay quien
mantiene, aunque no esté totalmente documentado, que el beso tenía una duración
mayor que la mostrada en la escena, pero que al acabar la relación entre Chaplin
y la actriz, aquel recortó su duración sensiblemente en el montaje final.
Martin Scorsese dijo: “La quimera del oro es una obra maestra donde Chaplin mezcla la comedia más sublime con una emotividad que sólo él podía lograr. Es una lección de narrativa visual y humanidad.” Y así, ya restaurada, y cien años después de su estreno, “La quimera del oro” vuelve a las salas de cine que le rinden de esta forma justo homenaje. Puede que por fin en estos días podamos ver algo realmente bueno en el cine, y entre tanto título violento e insípido, vuelva a reinar una película muda y en blanco y negro. De alguna manera nos servirá para recordar que nadie, en toda la historia del cine, ha podido estar a la altura del talento creador de Charles Chaplin ni de su personaje Charlot, uno de los íconos del siglo XX, máxime cuando en la publicidad de esta película aparecía una frase de Chaplin que decía "Esta es la película por la que quiero ser recordado".
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