¿Cuál es la palabra adecuada para esa sonrisa falsa que se enseñan el uno a la otra?, se preguntó Halliday. (...) Casi toda su vida había podido ser grosero con la gente que le era indiferente; la obligación de ser educado con todo el mundo por si acaso, porque, quién sabía, tarde o temprano alguien podía serle útil, suponía una grave violación de la libertad, pensó Halliday. Solo los aristócratas y los vagabundos se permitían el lujo de ser groseros"
El fragmento pertenece a "El desencantado" (1950), un sensacional libro del neoyorkino Budd Schulberg (1914-2009), famoso escritor norteamericano que creció en el mundillo del cine (su padre fue presidente de la Paramount), un entorno muy exigente en el que también llegó a hacer sus pinitos, de hecho, suyos son los guiones de películas tan recomendables como: "La ley del silencio", "Más dura será la caída" o "Un rostro entre la multitud".
En el libro se recoge con fina maestría una imagen muy real de los años dorados del cine y de las peripecias que vivió cuando le encargaron escribir un guion mano a mano con Francis Scott Fitzgerald, del que realiza un interesantísimo retrato de sus años de decadencia a través del personaje basado en él, Manley Halliday.
En el libro se recoge con fina maestría una imagen muy real de los años dorados del cine y de las peripecias que vivió cuando le encargaron escribir un guion mano a mano con Francis Scott Fitzgerald, del que realiza un interesantísimo retrato de sus años de decadencia a través del personaje basado en él, Manley Halliday.
La fotografía es obra del gran Arthur H. Fellig, más conocido como Weegee y tiene por título "La crítica" (1943). La andanada que le debía estar soltando la vagabunda a las señoronas seguro que era de órdago, pero como si nada, sonrisa, altivez y paso firme. Parece que Weegee ayudó a que la foto resultará tal cual. Aquel día era la apertura de la sexagésima temporada del Metropolitan Opera House y conocedor del ambiente que se movería en el lugar, convenció a una amiga, clienta demasiado habitual del Sammy's, uno de los tugurios para bebedores del Bowery noeyorkino, para que fuera su compinche. No le hizo falta más que ofrecerle un vino barato para convencerla de que abordara a las personalidades que fueran llegando. Lo demás es historia de la fotografía. El contraste del lujo y la pobreza, al que ayudaba sobremanera el rotundo flash usado por Weegee, ya marca de la casa, que lograba unos marcados contrastes de luz, en este caso entre los impolutos y refulgentes abrigos de las atildadas señoras George W. Kavenaugh y Lady Decies, y el pobre, oscuro y sucio abrigo de la cómplice amiga de Weegee. Se ganó su vino y de camino pasar a la historia de la fotografía.
Imagen: Tomada de la pagina del Museo Whitney
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