jueves, 12 de agosto de 2021

La edad y la muerte de Milón de Crotona, el más grande de los atletas olímpicos


 

Ahora que hace pocos días de la finalización de los Juegos Olímpicos de Tokio, puede que esté bien recordar la figura del que probablemente sea el mejor deportista olímpico de la historia. No, no se trata de Michael Phelps o Mark Spitz, ni de Nadia Comaneci, Paavo Nurmi, Usain Bolt o Larisa Latynina, en realidad estamos hablando de un héroe del pasado, el poderoso Milón de Crotona (s. VI a.C.), atleta venerado en la antigüedad y citado por numerosas fuentes que dan fe de la real existencia de este gran deportista. Su curiosa e inesperada muerte, representada en varias esculturas la dejaremos para el final

Milón fue el rey de los antiguos Juegos Olímpicos durante nada menos que cinco ediciones (más una sexta siendo joven que no debemos contabilizar), haciendo suya la prueba reina, el Pentatlón, en la que se debían dominar las pruebas de salto, lucha, lanzamiento de disco, de jabalina, así como una prueba de velocidad sobre la distancia de un estadio, o lo que es lo mismo, sobre 192 metros.

A modo de un Federer, Nadal o Djokovic (¡vaya generación de tenistas!) que se esfuerzan como jabatos por ver quien suma más torneos de Grand Slam, Milón no solo consiguió ser imbatible en los Juegos Olímpicos (en Olimpia), si no que también fue el máximo vencedor en seis ediciones de los Juegos Píticos (en Delfos), en nueve ocasiones en los Juegos Nemeos (en Cleonas) y diez en los Juegos Ístmicos (en Corinto), sin contar las victorias en categorías previas a su madurez. Al ganador de los cuatro juegos a la vez, el denominado "Circuito Sagrado", recibía el título "Periodonikes", una proeza que Milón logró en nada menos que cinco ocasiones. Con ese palmarés, Milón resultó un atleta que se mantuvo en lo más alto del panorama deportivo de aquella época, en la que ser campeón olímpico era lo más cerca que un hombre podía estar de parecer un Dios, durante más de 20 años y consigue el equivalente a más de 30 medallas de oro actuales. 

Dicen que se ejercitaba con un ternero recién nacido a la espalda, y como el animal crecía poco a poco, cada día soportaba una mayor carga en el entrenamiento (un ejemplo perfecto de entreno en progresión), hasta que el animal llegó a tener cuatro años. Dorieus nos cuenta que ocurrió entonces: 

“Tal era Milón, cuando del suelo, el pesado toro de cuatro años levantó y a la fiesta de Zeus sobre  sus espaldas transportó. Cual si de un corderillo se tratase, por entre la multitud lo llevó. Todos enmudecieron cuando lo colocó, delante del sacerdote de Pisa  que  ofrecía  los  sacrificios.  Y  este  toro  que  no  tenía  igual,  después  de  haberlo cortado en trozos y cocido, se tendió y él solo y entero devoró” y un peso considerable, momento en el cual, tras terminar la vuelta al estadio con el a cuestas se lo comió en un festín." La leyenda creada con el tiempo alrededor de este portentoso deportista , con su puntito de evidente exageración, dice que era un verdadero Gargantúa y comía diariamente ocho kilos de carne y 8 kilos de pan que acompañaba de 15 litros de vino... 

Pero no era solo fuerza, también era una persona instruida, discípulo del sabio Pitágoras, que con el tiempo se convertiría en su suegro y al que llegó a salvar la vida in extremis. Según cuenta Estrabón, encontrándose el creador del famoso teorema junto a sus seguidores en una reunión, el pilar que sujetaba el techo cedió sin aviso, salvándose todos gracias a Milón que se encontraba presente y que con su portentosa fuerza, a modo de un pilar humano, sujetó las vigas y evitó que el techo se desplomara completamente hasta que el maestro y sus discípulos pudieron salir. Milón gustaba de demostrar su tremenda fuerza poniendo uno de sus brazos totalmente extendido, con la palma de la mano y los dedos abiertos, e invitando a los demás a probar si eran capaces de bajarlo, algo que nunca nadie consiguió. 

Por si fuera poco, Milón también se mostró como un gran líder militar ante las fuerzas de Síbaris (la ciudad de los sibaritas), que aún resultando muy superiores en número fueron derrotadas, liderando Milón su tropas, no solo ataviado con sus coronas de campeón si no también con la piel de un león como manto, como si fuera un nuevo Hércules, figura con la que era frecuentemente comparado.

Su muerte es de leyenda. Ya anciano y debilitado, Milón, olvidándose de que la edad pasa su factura a todos, intentó demostrarse a sí mismo que todavía era poseedor de una fuerza hercúlea. En el bosque encontró el tocón de un árbol que los leñadores habían dejado con una cuña encajada en su mitad. Milón quiso partir el tronco con sus propias manos, con sus esfuerzos sobre el tronco la cuña saltó, lo que provocó que, como si de un cepo se tratase, las dos partes del árbol antes separadas se unieran y atraparan una de sus manos con tal fuerza que ya no pudo liberarla por más esfuerzos que hizo. Así, indefenso por una vez en su vida, Milón, el de Crotona, fue devorado, no por leones como aparece en las esculturas que ilustran esta entrada sino por hambrientos lobos que nada sabían de sus proezas del pasado. La edad no perdona a nadie.

La escultura "Milon de Crotone" (1754) de cabecera es obra de Étienne Maurice Falconet y se expone en el Louvre, mismo lugar en el que se expone la visión que de la muerte del atleta realiza Pierre Puget en 1682. Por último aparece la versión de Edme Dumont, fechada en 1768 y que igualmente se expone en el Louvre.


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